El canto de la essentia. Gustavo Vaca Delgado

El canto de la essentia - Gustavo Vaca Delgado


Скачать книгу

      

Illustration Illustration

      © del texto: Gustavo Vaca Delgado

      © diseño de cubierta: Equipo Mirahadas

      © corrección del texto: Equipo Mirahadas

      © en la composición de la portada: Amor de Colibríes, Óleo sobre tabla, Gustavo Vaca

      © en la contraportada: Mi bodegón, Óleo sobre lienzo, Gustavo Vaca

      © de esta edición:

      Editorial Mirahadas, 2021

      Avda. San Francisco Javier, 9, P 6ª, 24 Edificio SEVILLA 2,

      41018, Sevilla

      Tlfns: 912.665.684

       [email protected]

       www.mirahadas.com

      Producción del ePub: booqlab

      Primera edición: octubre, 2021

      ISBN: 9788418996856

      «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o scanear algún fragmento de esta obra»

       Como no podía ser de otra manera, a Sandra

       Índice

       Exordio

       LIBRO PRIMERO FIORALBA

       Capítulo I - Maja squinado

       Capítulo II - Zea mays

       Capítulo III - Solanum tuberosum

       Capítulo IV - Tragoediae - Primer episodio En el pasado… Florencia, 1478

       Capítulo V - Potus arabicus

       Capítulo VI - Solanum quitoense

       Capítulo VII - Manihot esculenta

       Capítulo VIII - Tragoediae - Segundo episodio Florencia de nuevo, 1479

       Capítulo IX - Theobroma cacao

       Capítulo X - Farina

       Capítulo XI - Cavia porcellus

       Capítulo XII - Musa paradisiaca

       Capítulo XIII - Chenopodium quinoa

       LIBRO SEGUNDO: ALEGRÍA

       Capítulo XIV - Anadara tuberculosa

       Capítulo XV - Nicotiana tabacum

       Capítulo XVI - Tragoediae - Tercer episodio … que inicia en Berlín Oriental, República Democrática de Alemania, en noviembre de 1955

       LIBRO TERCERO: INGEBORG

       Capítulo XVII - Solanum lycopersicum

       Capítulo XVIII - Tragoediae - Cuarto episodio De vuelta al pasado… Italia, 1479

       Capítulo XIX - Passiflora edulis

       Epílogo

       Dar las gracias

       EXORDIO

      Hubo una vez un hombre que, con la mirada clavada en la luna y el rostro contrito de penitencia, se aferraba con una mano a la barandilla y con la otra a su cigarrillo; lo hacía con tal vigor que los nudillos de ambas manos adquirieron una coloración mortalmente blanca, y los carpos, metacarpos y las falanges estuvieron a punto de inmolarse en polvo de huesos.

      Ese hombre era yo y no hace tanto de aquel momento de furiosa vehemencia. Dos años, día arriba, día abajo. Si lo tengo tan presente, no es porque finalmente los huesos se molieran, que casi, sino porque en aquel estado caí por culpa de un evidente motivo y de aquel estado salí por culpa de una aún más evidente cabezonería.

      Ya mi madre —que en paz no descanse, sino que siga juergueando sus partidas de cartas con sus amistades celestiales— lo había confirmado hace muchos años en mi más temprana infancia:

      —De cabezón no te gana nadie —había dicho ella, yo replicado con inocencia que para qué desearía yo dejarme ganar, y ella replicado de nuevo con el latigazo de su mano que hábilmente sabía estrellar con puntería de madres, con su anillo de al menos mil quilates, sobre mi boca y haciéndome arrepentir de mi insolencia.

      Lo que antecedió a mi descorazonado momento descrito fue una colosal bronca con Misán, una de esas riñas que de vez en cuando acontecen en todo matrimonio y que a menudo se inflaman hasta el punto de incendiar todo el bosque de emociones, aunque hubiesen originado con un único e ingenuo chispazo.

      Yo trajinaba en mi hábitat natural, la cocina, y así, entre cebollas en brunoise y zanahorias en rondelles, le lancé a Misán una elocuente respuesta a su pregunta.

      —¿Y por qué no? —repuse con gran facundia.

      —¡Porque es una estupidez! —dijo la moza que tiene el don de la palabra y atina siempre a utilizar las correctas.

      —Pues a mí no me lo parece, al fin y al cabo…, es por una buena causa.

      Sentía en mi mano el sensual roce de la empuñadura de mi cuchillo de chef de cerámica aeroespacial, el último grito en herramientas culinarias para frikis como yo. El balanceo de la herramienta sosegaba mi ímpetu al igual que los relojes de péndulo arrullan a los hipnotizados.


Скачать книгу