Caballeros del rey. Jorge Sáiz Serrano
otro lado, en el norte, asegurándose el servicio de un condottiere relevante, el noble perugino Braccio da Montone, contratado con soporte financiero florentino y nombrado conestable del reino napolitano.[17] En total, para su primera incursión napolitana, Alfonso V se encaminaba a dirigir nada menos que cerca de 5.000 caballos, aunque el grueso (4.000 caballos) provenían del ejército de Braccio.[18]
Con todo, su situación militar y política iría haciéndose insostenible por su ruptura con Juana II (quien adoptaba como heredero a Luis de Anjou), el estancamiento de las tropas de Braccio y las duras ofensivas antiaragonesas del clan Sforza. Para escapar de una previsible debacle necesitó del apoyo militar y naval sufragado por las Cortes catalanas de 1421-1423 y sólo a cambio de aceptar una ofensiva pactista y la firme promesa de regresar de su aventura napolitana. A comienzos de 1423, recibió una ayuda catalana de 8 galeras y 10 naves con más de 1.000 ballesteros y 500 hombres de armas, capitaneados por el hermano menor del monarca, el infante Pedro.[19] Gracias a esas fuerzas, a fines de octubre de 1423 el rey abandonaba Nápoles de regreso a sus dominios ibéricos con 18 galeras y 12 naves, no sin antes haberse asegurado una base de operaciones en la bahía de Nápoles conquistando la isla de Ischia. En ruta proyectó una ofensiva sobre las costas genovesas que las malas condiciones meteorológicas transformaron en el ataque y saqueo de la ciudad de Marsella entre el 19 y 20 de noviembre de ese año. Cuando llegó a las costas catalanas en diciembre el conjunto de las tropas a su cargo, al igual que la flota, comenzaron a desarticularse. No había necesidad alguna de mantener operativo aquel potencial militar. A comienzos de 1424, del enorme ejército que había estado a las órdenes del rey entre julio de 1421 y diciembre de 1423 (las tropas que trajo el rey, las italianas del condottiere Braccio y algunos barones napolitanos y el refuerzo catalán de 1423), sólo permanecía activo una reducidísima parte: un pequeño contingente acantonado en Nápoles al mando del infante Pedro, al cual se agregaron efectivos comandados por capitanes de Braccio. En total cerca de 1.200 caballos y 1.000 infantes, en su mayoría italianos.[20]
2. LA OPERACIÓN DE PRESIÓN POLÍTICA CONTRA CASTILLA DEL VERANO DE 1425
En diciembre de 1423 Alfonso el Magnánimo regresaba a la península claramente a disgusto y con la firme intención de retornar a Nápoles en cuanto se lo permitieran el contexto político italiano y nuevos preparativos armados. Pero las luchas de facciones nobiliarias en Castilla por el control del Estado, en las que tomaban parte activa sus hermanos los infantes de Aragón (Enrique, maestre de Santiago, y Juan, príncipe-consorte de Navarra) y la resistencia de la monarquía castellana sustentada en la hábil política del favorito real, Álvaro de Luna, iban a arrastrar al Magnánimo a graves conflictos con el poderoso vecino castellano. El encarcelamiento de su hermano Enrique en Castilla (preso desde junio de 1423) impidió al rey acompañar en junio de 1424 a la nueva armada de 24 galeras comandada por Frederic d’Aragó, conde de Luna, que partía de Barcelona hacia Nápoles, de donde rescató al infante Pedro y, tras reforzarse en Sicilia, atacó la pequeña isla tunecina de Kerkenna.[21] En Nápoles, la situación no había podido quedar peor: sólo permanecían bajo dominio aragonés zonas del sur del ducado de Calabria, la isla de Ischia y en la capital las fortalezas de Castelnuovo y Castel dell’Ovo con pequeñas guarniciones.
El monarca asistió a distancia a estas operaciones ya que en el verano de 1424 había tomado la decisión de abordar el problema de la prisión de su hermano Enrique, iniciando preparativos militares para articular un ejército con el que presionar a la facción dominante en Castilla. Entre julio y diciembre de ese año, 993 nobles, cavallers, donzells y ciutadans, catalanes, valencianos y aragoneses, eran convocados por oficiales de dichos reinos y cortesanos para que se preparasen para servir a sueldo del rey.[22] Para financiar los tres meses de servicio ofrecidos, Alfonso V procuró lograr capital eludiendo cualquier tipo de negociación con las Cortes de sus reinos. No quería hacer frente a las resistencias y cortapisas políticas que le provocaría su convocatoria y buscó dinero propio (rentas patrimoniales, subsidios señoriales o clericales, peñora de joyas reales, etc.).[23]
De esta forma reclutó 140 compañías que aportaron 1.476 combatientes a caballo para servir durante tres meses en la frontera de Aragón librándoseles pagos avanzados de la soldada (acorriments) fraccionados en dos entregas: 785 efectivos eran asoldados en Zaragoza por el tesorero Ramon Berenguer de Lorach desde su contabilidad financiera,[24] y 695 caballos en Valencia por Joan Mercader, baile general del reino de Valencia, desde su bailía general.[25] A ellos habría que unir los contratados en el principado de Cataluña por Joan Çafont, oficial de la tesorería, a través una contabilidad al efecto creada en Barcelona, que ascenderían a cerca de 1.000 caballos.[26] Pero también los efectivos asoldados en Gascuña, más de 800 caballos, entre las 300 lanzas del noble Gracia d’Agramunt y otros gascones;[27] así como las compañías lideradas por quienes servían a sa despesa, que en esta ocasión serían las menores; y, finalmente, el apoyo militar desde dentro de Castilla.[28] Al mismo tiempo el rey solicitaba entre abril y mayo de 1425 contingentes de ballesteros a sueldo para tres meses a diversas ciudades y villas aragonesas y del norte del reino de Valencia, por un total de cerca de 450 efectivos.[29]
Así, Alfonso V a comienzos del verano de 1425 disponía a su servicio un formidable ejército: unos 4.000 caballos (de los cuales más de 3.000 a sueldo) y en torno al medio millar de ballestos.[30] Un ejército que, en sus fuerzas de caballería, se acercaba al potencial que tuvo a su servicio en su estancia en Nápoles cuatro años antes. Pero ahora era una operación militar sui generis y de muy corta duración: con la gente de armas acordada para tres meses, no tenía pensado atacar Castilla sino ejecutar una maniobra de presión político-militar. Con esta intención salió de Zaragoza el 29 de junio y entre los meses de julio, agosto y septiembre remontaba el curso del Ebro instalando sucesivos campamentos a lo largo de la frontera navarra con Castilla.[31] Tras una entrevista tensa con su hermano Juan en agosto entre Tudela y Tarazona, rechazaba las presiones de los castellanos partidarios de Enrique de entrar en Castilla hacia Burgos: el peligro de una guerra desaconsejaba la operación. Sin fondos para poder renovar la soldada de las tropas era muy arriesgado: la mejor alternativa era presionar una negociación manteniendo su ejército dispuesto en la frontera. Agilizó las negociaciones con las embajadas castellanas y el 3 septiembre de 1425, junto con cortesanos y su hermano Juan, llegaba a un pacto (Pacto de Araciel) con miembros del Consejo real de Castilla: se aceptaba la liberación del infante Enrique restaurando parcialmente sus dominios, con el compromiso de que mantuviese fidelidad al rey de Castilla. Sin embargo, esperando la liberación de facto del infante, Alfonso V permaneció con su ejército acampado amenzadoramente entre San Vicente (Navarra) y Briones (Castilla) entre el 24 de septiembre y el 14 de octubre;[32] una ubicación perfecta para entrar en Castilla si se rompía lo pactado, favorecida por la docilidad política del reino de Navarra, cuya corona había pasado a manos de su hermano Juan ese mes. Cuando el nuevo rey de Navarra trajo al infante Enrique al lado del Magnánimo, éste trasladó su ejército a Tarazona, donde permaneció hasta el 23 de noviembre: a partir de entonces las tropas que mantenía todavía asoldadas comenzaron a ser licenciadas.
De 1426 a 1428 el rey de Aragón volvía