Presente imperfecto. Nando López
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Presente imperfecto
Nando López
Ilustraciones de Rubén Chumillas
Primera edición: noviembre de 2021
PRESENTE IMPERFECTO © 2021 Nando López
Representado por la Agencia Literaria Dos Passos
© ilustraciones del interior y de la portada: Rubén Chumillas
© de esta edición: Dos Bigotes, A.C.
Publicado por Dos Bigotes, A.C.
ISBN: 978-84-124023-2-2
eISBN: 978-84-124023-8-4
Depósito legal: M-27132-2021
Impreso por Kadmos
Diseño de colección:
Raúl Lázaro
Todos los derechos reservados. La reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio, deberá tener el permiso previo por escrito de la editorial.
El papel utilizado para la impresión de Presente imperfecto es cien por cien libre de cloro y está calificado como papel reciclable.
Impreso en España — Printed in Spain
Índice
A mis «yoes», porque sin vosotras y nuestras risas, el presente —más que imperfecto— sería improbable.
Y a Juan, por cada sueño y cada día que seguimos conjugando juntos.
«Había cumplido su deseo, había nadado a través del condado, pero estaba tan embotado por la fatiga que su triunfo carecía de sentido».
El nadador, John Cheever
presente
1. adj. Que está delante o en presencia de alguien, o concurre con él en el mismo sitio.
2. adj. Dicho del tiempo: que es aquel en que está quien habla.
3. m. Obsequio, regalo que alguien da a otra persona en señal de reconocimiento o de afecto.
4. m. Gram. Tiempo que sitúa la acción, el proceso o el estado expresados por el verbo en un lapso que incluye el momento del habla.
5. m. Gram. Forma gramatical que corresponde al presente. Diccionario de la RAE
PRIMERA CONJUGACIÓN
reencontrar(se)
1. tr. Volver(se) a encontrar.
2. prnl. Dicho de una persona: recobrar cualidades, facultades, hábitos, etc., que había perdido.
Rebobinar antes de devolver
rebobinar
1. tr. Referido a una película, desenrollar la cinta de una bobina para que se enrolle en la otra.
El mensaje llega, como todos los que importan, en el momento inadecuado. Justo cuando empiezo a instalarme entre reliquias que debía haber dejado en el piso anterior y que mi nostalgia se ha traído hasta aquí. El sonido del móvil hace eco entre las paredes de este apartamento lleno de cajas que ahora mismo no sé si deshacer o desahuciar y, mientras lo decido, miro la pantalla esperando encontrarme otro de los reproches que Iván y yo nos hemos cruzado estas semanas.
La nuestra debería haber sido una ruptura modélica, pero ni siquiera la unanimidad de la decisión nos ha salvado de las mezquindades en que nos habíamos prometido no caer. A él no pienso decírselo, porque hasta yo tengo mis límites a la hora de inmolarme, pero una parte de mí le agradece que me haya permitido desprenderme del esfuerzo cortés con que nos hemos empeñado en disfrazar esta situación en la que ninguno de los dos acaba de sentirse bien. Ni quien lo ha decidido —él— con la convicción de que ya no nos hacíamos felices, ni quien ha tenido que asumirlo —yo— con la duda de si alguna vez hemos llegado a serlo.
Alcanzo mi teléfono con dificultad entre las dos cajas repletas de películas y libros donde sospecho que debe de haberse venido conmigo algún ejemplar que no me pertenece. Intento no tropezar con ellas a la vez que me pregunto cuánto tardará Iván en hacer un listado de los títulos que falten en el que ahora es su (y antes fue nuestro) estudio, el rincón del piso que decidió que le pertenecía y en el que mis libros vivían como rehenes entre los que él acumulaba con más ahínco del que ponía en leerlos. Incluso llego a sospechar que ese inventario de hurtos inconscientes pueda ser el contenido del mensaje que acabo de recibir y que, para mi sorpresa, ni siquiera firma Iván.
Es breve y conciso, así que deduzco que su escritura ha sido meditada. De lo contrario, es probable que su emisor hubiese acabado perdiéndose en un texto tan largo y farragoso como la respuesta que me dispongo a improvisar.
«Te he encontrado por casualidad», miente después de un escueto