Prietas las filas. José Ignacio Cruz Orozco
anteriores. En la edición de 15 de septiembre, el editorialista se refiere a lo que estaba aconteciendo en la capital austriaca en los términos siguientes:
Llamadas por las juventudes hitlerianas, las juventudes de Europa acuden a Viena para estudiar unidas problemas comunes nacidos de un destino también común... Y al lado de las pardas camisas nacionalsocialistas, de las negras del fascismo... estarán también, en lugar de honor, las azules camisas de nuestra Falange, vestidas orgullosamente por los camaradas que representan al Frente de Juventudes, obra predilecta del régimen nacionalsindicalista...26
Resulta evidente, siguiendo en todo momento, entre otras, las propias fuentes falangistas, que la delegación del Frente de Juventudes acudió a Viena con el objetivo de colaborar en la elaboración de una doctrina y en el diseño de algunas pautas de actuación comunes. De modo alguno finalizó como el rosario de la aurora, tal como señalara con posterioridad algún publicista falangista. Y si el proyecto no avanzó en sus planteamientos fue debido a la derrota de las fuerzas del Eje en la II Guerra Mundial, no por falta de interés de los españoles. Estos se encontraban muy identificados con bastantes de los planteamientos que se realizaron en Viena y el delegado nacional buscó –y consiguió– desempeñar un papel protagonista, situándose solo un peldaño más abajo que los dirigentes nazis y fascistas, que eran los convocantes, pero también un peldaño por encima de los restantes representantes. De este modo recogió la situación el texto publicado por el propio Frente de Juventudes, a modo de introducción del informe oficial de la reunión.
Europa quiso con este alarde de fuerza juvenil manifestar su fe en el porvenir, poniendo a sus juventudes en pie, movilizándolas para una tarea común con trascendencia en el mundo entero: tarea que viene siendo efectiva desde el 18 de julio de 1936 –como la Delegación española afirmó rotundamente en Viena– y a la que la juventud europea se ha unido desde hace tres años, derramando sin tasa su sangre generosa, prometedora de un mañana en el que España está llamada a ocupar un lugar preeminente.27
Por último, otro dato a tener en cuenta es que ni el Frente de Juventudes como entidad ni Elola-Olaso como máximo responsable olvidaron el proyecto y durante un tiempo continuaron realizando referencias públicas al mismo, señalándolo como un elemento destacado de su actuación política. No podía ser de otro modo, ya que dichos planteamientos estaban en plena consonancia con la norma programática de la Falange, en la que se señalaba que esta aspiraba a sustituir el vigente por un «orden nuevo».28
EL RESULTADO
De acuerdo con el conjunto de referencias aportadas, queda fuera de toda duda que los dirigentes del Frente de Juventudes tuvieron muy en cuenta el modelo de organización juvenil que suponía la Juventud Hitleriana a la hora de organizar la política de juventud del franquismo y lo siguieron en bastantes de sus rasgos más característicos. El protagonismo de la organización alemana dentro del ámbito ideológico totalitario de derechas europeo resultaba sumamente destacado y tanto el partido nacionalsocialista, como la propia Alemania como nación, ofrecían en los primeros años de la década de 1940 un amplio balance de éxitos militares y políticos que sumaban atractivo a la afinidad ideológica.
En el caso concreto de los mecanismos de socialización política de la juventud, se encuentra bien documentado el explícito reconocimiento de la primacía y del liderazgo del modelo alemán por parte de los responsables del Frente de Juventudes, el cual no se quedó solo en tomas de posición y palabras grandilocuentes, sino que se concretó en aspectos específicos. Desde la uniformidad hasta la misma denominación, pasando por toda la liturgia, el programa de actividades, la estructura organizativa o los objetivos de socialización que se aplicaron a las Falanges Juveniles de Franco como organización política juvenil del régimen, guardaron una relación evidente con el modelo de la Juventud Hitleriana. De entre ellos, merece destacarse uno que aquí llamó mucho la atención y que a la larga tuvo una gran trascendencia. Me refiero al mecanismo de autodirección aplicado por la organización alemana. En un número de 1942 de la revista Mandos, se puede leer una significativa reflexión al respecto. Para los responsables de la entidad había que aprovechar la experiencia de la Hitlerjugend, formando los cuadros a partir de los jóvenes miembros que integraban las Falanges Juveniles de Franco.
Después de reconocer el acierto, alentaba a aplicarlo, por lo que el redactor de la reflexión, sin duda un destacado dirigente falangista, realizaba la oportuna extrapolación al Frente de Juventudes. «Nuestras Jerarquías – especialmente los Delegados provinciales– […] tienen [que] ir descubriendo entre los encuadrados aquellos que tienen aptitudes naturales de Jefes». Y finalizaba realizando una consideración y una llamada sobre el papel político que la juventud estaba llamada a desempeñar, que aunque en clave nacionalsindicalista, resultaba muy similar a lo que señalaba la doctrina oficial del nacionalsocialismo alemán. «Nosotros sabemos que los pueblos son conducidos por una minoría. En el caso de una empresa joven como la nuestra, esta minoría debe ser rigurosamente joven para que no pierda nunca la capacidad de entusiasmarse».29
Y con todas esas influencias y referencias, los dirigentes del Frente de Juventudes decidieron crear a partir de los primeros días del año 1942 las primeras centurias de las Falanges de Voluntarios como organización política juvenil del régimen. En septiembre de ese mismo año, casi coincidiendo con el congreso de Viena, lo cual subrayaba más todavía el influjo de la Juventud Hitleriana, dichas centurias pasaron a denominarse Falanges Juveniles de Franco, «previa conformidad con las superiores Jerarquías del Movimiento». Como no podía ser de otro modo, fueron presentadas oficialmente ante el propio jefe del Estado en otoño de 1942, con ocasión de la clausura del II Consejo del Frente de Juventudes. Con estos actos iniciaban un itinerario de casi dos décadas como elemento privilegiado de la política juvenil del franquismo.
1 J. Sáez Marín: El Frente de Juventudes. Política de juventud en la España de la postguerra (1927-1960), Madrid, Siglo XXI, 1988, pp. 28-30. Los enfrentamientos entre las juventudes de diversos partidos alcanzaron tal virulencia que llevó al gobierno de la República a promulgar un decreto, con fecha de 28 de agosto de 1934, por el que prohibía por completo la militancia a los menores de 16 años y condicionaba a los que superaban esa edad y tuvieran menos de 23, a la autorización paterna. S. Souto Kustrín: «Juventud, violencia política y “unidad obrera” en la Segunda República española» en Hispania Nova. Revista de Historia Contemporánea (<http://hispanianova.rediris.es/general/ariculo/016/art016.htm>).
2 Sobre esta primera etapa de la política juvenil del franquismo resulta imprescindible el testimonio del que fuera su máximo responsable, S. Dávila: De la OJ al Frente de Juventudes, Madrid, Editora Nacional, 1941. En las primeras páginas del texto, Sancho Dávila señala expresamente, incluso, que hasta la celebración del primer Congreso de Mandos de Juventudes en febrero de 1938 en Salamanca, existió una notable falta de coordinación entre las distintas delegaciones provinciales.
3 Un dato muy claro lo encontramos en la publicación semanal Pelayos. Semanario infantil, editado en San Sebastián. Precisamente, tras el decreto de unificación tuvo que asociarse con la revista Flechas, dando lugar a Flechas y Pelayos. Sobre el particular puede consultarse I. Rekalde Rodríguez: Escuela, educación e infancia durante la Guerra Civil en Euskadi, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca (edición en CD), 2001.
4 Al respecto puede consultarse: J. Martínez: Scouts Hispanos. Educación cristiana, patriótica