El ejército y las partidas carlistas en Valencia y Aragón (1833-1840). Antonio Caridad Salvador
POR PARTE DE LOS CARLISTAS
Fuentes: Diario Mercantil de Valencia, Diario de Valencia (DV), Córdoba, B., Vida militar..., Pirala, A., Historia de la guerra civil..., Calbo y Rochina, D., Historia de Cabrera... (elaboración propia)
¿Pero cómo conseguían los soldados los jefes rebeldes? En el cuadro 5 se observa una mayoría de tropas reclutadas a la fuerza bajo las banderas de don Carlos. Pero estas cifras hay que cogerlas con pinzas, ya que gran parte del resultado está provocado por las noticias de los periódicos isabelinos, que no querían reconocer que el carlismo contaba con un amplio apoyo entre ciertos sectores sociales. Por tanto, las noticias que aparecen en prensa nos pintan un panorama en el que los rebeldes son unos pocos bandidos sin escrúpulos, que se dedican a reclutar a gente a la fuerza para sostener así la guerra. Leyendo los periódicos uno pensaría que casi nadie apoya a los carlistas en Valencia y Aragón, lo que queda desmentido por las noticias que tenemos sobre las simpatías de muchos pueblos por la causa tradicionalista y que reconoce la misma prensa liberal. Entre estas localidades podemos citar a Morella, Villarreal, Onda, Sant Mateu, La Vall d’Uixò (en Castellón), Utiel, Alpuente, Chelva (en Valencia), Alloza, Calanda, Castellote (en Teruel), La Sènia, Tortosa y Ulldecona81 (en Tarragona). A esto hay que añadir autores como Córdoba, que dan mucha más importancia al alistamiento de voluntarios que al reclutamiento forzoso.
Otra forma de aproximarnos a la realidad consiste en estudiar los casos de soldados carlistas procedentes de poblaciones en las que nunca habían estado las tropas rebeldes. El mejor ejemplo es Tortosa, que, aunque jamás fue tomada por los carlistas, les proporcionó 647 militares, todos ellos voluntarios.82 Otras localidades no ocupadas por los rebeldes y que les dieron importantes contingentes de soldados fueron Vinaròs (252 voluntarios),83 Alcañiz (al menos 150 voluntarios),84 Valencia (al menos 119 voluntarios),85 Sagunto (50 voluntarios)86 y Castellón de la Plana (27 voluntarios).87 Aunque algunos de ellos pudieran ser soldados liberales prisioneros, obligados a cambiar de bando, esto afectaría sólo a una pequeña minoría, puesto que los ejércitos cristinos no solían emplear a soldados nacidos cerca del teatro de operaciones, para reducir el riesgo de deserciones. Además, es casi imposible que sean quintos o mozos sacados a la fuerza, lo que nos da bastantes probabilidades de que fueran voluntarios.
Por otra parte, las noticias que nos dan cifras sobre la forma de reclutamiento de los soldados rebeldes nos muestran también un panorama muy diferente al que refleja la prensa de la época. Tenemos, por ejemplo, una lista de 138 militares carlistas capturados en la batalla de Utiel, el 6 de marzo de 1839, de los que sabemos que el 80, 4% eran voluntarios, el 7, 9 % forzados y el 11, 5 % antiguos combatientes del bando liberal.88 Además, de los 162 prisioneros que se hicieron en el fuerte de Collado de Alpuente, sólo 59 se salvaron del fusilamiento al justificar que habían sido reclutados contra su voluntad.89 Algo parecido apreciamos en Orihuela, donde 275 hombres de dicha localidad se alistaron en las filas de Forcadell, en abril de 1837, sin que ninguno de ellos lo hiciera coaccionado.90 Por otra parte, Córdoba sostiene que más de 2.800 hombres salieron de Tortosa y de su huerta durante toda la guerra para unirse voluntariamente a las fuerzas de Cabrera.91 Así pues, se hace difícil sostener que la gran mayoría de los carlistas luchasen obligados, como afirma el Diario Mercantil de Valencia.
Una vez apuntados los dos grandes grupos de soldados rebeldes, voy a hablar ahora de los voluntarios, que debían constituir la mayor parte de los efectivos. La forma más habitual de incorporarse a las fuerzas tradicionalistas debió ser aprovechando el paso de éstas por el municipio de residencia de los interesados. Un ejemplo lo tenemos en lo que ocurrió en Orihuela, durante la estancia de Forcadell, cuando se alistaron en sus filas entre 500 y 800 nuevos soldados originarios de la comarca, creándose con ellos un batallón entero.92 Algo parecido, pero en una escala menor, ocurrió en Ontinyent, donde 23 de los 31 carlistas del pueblo se alistaron en las dos ocasiones en las que hubo tropas rebeldes en la localidad. Sólo cuatro abandonaron el municipio para unirse a los carlistas, mientras que los otros cuatro eran desertores del ejército liberal.93 Del mismo modo, al llegar Quílez a Utiel se incorporaron a sus filas un crecido número de habitantes.94
Para facilitar el reclutamiento en las ciudades liberales (en las que los rebeldes no solían entrar) existían comités secretos, que facilitaban a los voluntarios los medios para llegar hasta las fuerzas tradicionalistas.95 Tal vez esta sería la misión de Dionisio Monreal, que se escondía por las noches en el convento de las monjas de la Puridad (en Valencia) y al que se encontraron varias proclamas y papeles subversivos, en enero de 1837.96 Por otra parte, el alistamiento se veía favorecido por la presencia de familiares, amigos y conocidos en las partidas carlistas, sobre todo si tenían algún grado militar.97 Otras veces dos hermanos se alistaban a la vez,98 reforzándose mutuamente su voluntad de tomar las armas. De esta manera, el 15 % de los carlistas de Vinaròs tenían parientes cercanos en la facción,99 con porcentajes similares en Benaguasil (15 %),100 Sagunto (14 %),101 Valencia (13 %),102 Llíria (12 %)103 y Ontinyent (12 %).104 Además, una vez alistados ingresaban en las mismas unidades en las que estaban sus amigos y familiares, a los que acompañaban durante toda la guerra. Como muestra de esto tenemos las listas de prisioneros, en las que muchos carlistas del mismo pueblo dan sus datos de forma ininterrumpida, lo que nos indica que estaban juntos en ese momento. Al rendirse Morella, por ejemplo, 21 soldados de Castellote (Teruel) dieron sus nombres uno después de otro. También encontramos a tres prisioneros de Valencia capital, llamados Pascual San Juan, José San Juan y Joaquín San Juan, que se registraron juntos como cadetes de artillería. Y de los cuatro prisioneros de Montanejos (Castellón), tres acudieron a dar sus datos a la vez, lo que es muy improbable que se debiera a la casualidad, teniendo en cuenta que en Morella fueron capturados más de 2.500 carlistas.105
¿Pero qué causas les llevaban a unirse a las filas tradicionalistas? Al principio de la guerra muchos de ellos eran antiguos voluntarios realistas, descontentos por el decreto de disolución del cuerpo que había promulgado la regente.106 Al mismo tiempo, buena parte de ellos se sumaron al alzamiento convencidos de que estaban en peligro la religión y el trono, creyendo también (por las falsas noticias difundidas por los rebeldes) que el gobierno carlista estaba reconocido en todo el reino.107 En cuanto a sus dirigentes, eran en su mayoría jefes de voluntarios realistas o militares con licencia ilimitada, que deseaban la llegada de un nuevo régimen para reintegrarse en el ejército.108 De hecho, un viajero francés que conversó con oficiales carlistas en 1838, afirmó que sus convicciones políticas eran poco firmes, que hablaban con ligereza de don Carlos y que envidiaban la carrera de sus conocidos en el ejército liberal, como si la guerra se debiera más a unos ascensos que a la estabilidad de determinadas instituciones.109
Probablemente por ello la rebelión no contó inicialmente con mucho apoyo entre la población aragonesa y valenciana. Además, cuando se vio que el gobierno no pensaba acabar con la iglesia ni con la monarquía, muchos de los rebeldes regresaron a sus casas, sobre todo después de producirse las primeras derrotas de los partidarios de don Carlos.110 Por todo ello, esta fue la etapa más crítica del carlismo en la zona, ya que a finales de 1833 las gavillas rebeldes quedaron reducidas a grupos muy pequeños. La cosa empezó a mejorar a principios del año siguiente, cuando los carlistas decidieron ofrecer una soldada a los jóvenes que se les unieran. De esta manera, algunos habitantes pobres del Maestrazgo y de Aragón se animaron a seguir a Cabrera, ya que les prometía el pago de una peseta diaria.111 Algo parecido hizo Quílez, que en julio de 1836 entró en Ontinyent y prometió 8 reales diarios a los vecinos que se uniesen a su partida.112 Varios meses después Llagostera consiguió aumentar las fuerzas de la división del Turia mediante un incremento de las pagas.113
La mayoría de estos voluntarios eran jornaleros,114 que se alistaban a finales del invierno, cuando terminaba la recogida de la aceituna y comenzaba un periodo de paro de varios meses, antes de que se produjera la siega del trigo, en verano.115 Como ejemplo podemos citar el caso de Vinaròs, donde el