El ejército y las partidas carlistas en Valencia y Aragón (1833-1840). Antonio Caridad Salvador

El ejército y las partidas carlistas en Valencia y Aragón (1833-1840) - Antonio Caridad Salvador


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ilimitada (apartados del servicio por sus ideas carlistas) e integrados por antiguos voluntarios realistas (milicia absolutista creada en tiempos de Fernando VII).1 La primera partida fue la de Manuel Carnicer, quien huyó al monte al ser descubierta una conspiración realista para apoderarse de Alcañiz. En poco tiempo formó un grupo de ocho antiguos combatientes absolutistas que el 12 de octubre de 1833 entró en La Codoñera (Teruel), abriendo la cárcel del pueblo en nombre de Carlos V e iniciando así sus actividades.2 Poco después entró en escena Joaquín Quílez, que con 15 hombres se alzó en armas en Samper de Calanda (Teruel) el día 28 de octubre.3 Tres semanas más tarde se rebeló Enrique Montañés, esta vez en la villa de Mazaleón (Teruel), donde residía en calidad de subteniente ilimitado y segundo comandante de uno de los batallones realistas del partido de Alcañiz. Hay que señalar, además, que el cuerpo principal de las partidas de Carnicer y Montañés (y probablemente era el caso de los demás grupos carlistas) lo formaban antiguos combatientes en las filas realistas durante el periodo de 1822 a 1823.4 Otras partidas que surgieron a las pocas semanas de comenzar la contienda fueron las de Agustín Tena (en Aragón) y Esteban Ruiz (en Valencia).5 Muchos de los primeros rebeldes no tenían intención de unirse al carlismo, pero tuvieron que hacerlo cuando fueron expulsados de sus lugares de residencia debido a sus ideas absolutistas.6

      Al mismo tiempo, los partidarios de don Carlos recurrieron a pronunciamientos apoyados por los voluntarios realistas, en los que no intervinieron oficiales con licencia ilimitada.7 El primero de ellos fue el de Magraner, que se alzó en armas en Montesa (Valencia) el 3 de noviembre de 1833.8 Pero a los cuatro días sus hombres se acogieron al indulto en el pueblo de L’Olleria, finalizando así la primera rebelión carlista en tierras valencianas9. Más tarde se produjo la sublevación del gobernador de Morella, Carlos Victoria, con el apoyo de los voluntarios realistas de la plaza, tras hacer salir a la mayor parte de la guarnición. Poco después de haberse disparado los primeros tiros, el 13 de noviembre, se presentó a caballo en la plaza mayor y proclamó como rey a don Carlos María Isidro, ordenando acto seguido que se cerraran las puertas de la muralla.10

      Una vez rebelada Morella, el alzamiento fue secundado por voluntarios realistas de diferentes localidades, que marcharon allí, dirigidos por sus propios jefes.11 De esta manera, el 15 de noviembre se rebeló el comandante de la milicia absolutista de Villarreal con 130 de sus hombres, todos armados y equipados. Lo mismo hizo el jefe de los realistas de Vall de Almonacid (Castellón), quien distribuyó las armas que había recogidas y marchó a Morella con su gente.12 También se unieron a la rebelión voluntarios realistas de Llíria, Peñíscola, Alcalà de Xivert, Vinaròs y Torreblanca.13

      Pero esta segunda vía insurreccional no dio resultados, por el escaso apoyo que tenían los carlistas en las capitales de provincia y entre el ejército. Así pues, las fuerzas del barón de Hervés (a quien Victoria había cedido el mando) fueron derrotadas ante Morella el 6 de diciembre de 1833 y poco después los rebeldes abandonaron la población. Acto seguido las tropas de la reina iniciaron una persecución que obligó a este “ejército” a disgregarse en pequeños grupos.14 Ya sólo quedaban las partidas guerrilleras, que serían, durante varios años, la única forma de continuar la guerra por parte de los carlistas.15

      Las gavillas rebeldes solían crearse por iniciativa de algún personaje de prestigio (habitualmente un oficial realista de la guerra del Trienio), que convocaba a sus amigos para tomar las armas. Era frecuente que sus seguidores fueran voluntarios realistas o antiguos combatientes de la guerra anterior, lo que hacía fácil que consiguieran armas para empezar la rebelión. Una vez ideado el plan, se hacía necesario reunir a los posibles insurrectos para organizar el alzamiento, buscar nuevos apoyos y coordinar sus planes, lo que constituía la etapa más peligrosa, ya que era entonces cuando las autoridades podían abortar más fácilmente la intentona. Esto es lo que sucedió en noviembre de 1834, cuando Tomás Flores, párroco de Molins, empezó a reunir a un grupo de gente en un paraje próximo a Orihuela, para preparar una rebelión. Como esperaban que se les uniese más gente del partido de Beniel, la creación de la partida se pospuso, mientras se celebraban nuevas asambleas para ultimar los preparativos. Esta tardanza dio tiempo a que fuera informado el gobernador de Orihuela, que acudió allí con una pequeña fuerza, haciendo huir a los reunidos y capturando a tres de ellos. Poco después averiguó que el cura de Molins estaba detrás de la conjura, por lo que lo hizo prender y fusilar varios días después, cortando así de raíz este intento de rebelión.16

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      Partida carlista al principio de la Guerra

      Pero aunque la partida consiguiera formarse, si en la zona no había bastante apoyo a la causa de don Carlos, era fácil que fuera aplastada a los pocos días. Como ejemplo podemos citar el caso de Albarracín, donde en septiembre de 1834 se creó una gavilla, que fue derrotada inmediatamente después de hacer su aparición.17 Más éxito tuvo Manuel Martínez “Pelechana”, joven de familia acomodada y muy popular en Vilafamés. En la primavera de 1835 reunió a un grupo de amigos y asaltó con ellos las casas de los milicianos nacionales, apoderándose de sus armas y creando una pequeña partida, con la que acabó uniéndose a las fuerzas del Serrador.18 Después de esta fecha apenas tenemos noticias de creación de nuevas facciones de forma autónoma, siendo una de las pocas la que surgió en Gátova (Valencia) en octubre de 1838 y que empezó sus actividades con 15 ó 20 hombres.19

      Una vez empezada la guerra lo más frecuente (y menos arriesgado) era que las nuevas partidas fueran escisiones de un grupo más grande. De esta manera, el ejército del barón de Hervés se dividió en múltiples gavillas tras la batalla de Calanda, apareciendo así las fuerzas de Mestre, Forcadell, Marcoval y el Serrador, al tiempo que renacían las antiguas (Covarsí, Quílez, Carnicer, Montañés), que se habían incorporado anteriormente a las fuerzas del barón.20 Otras veces las pequeñas partidas eran destacamentos de un grupo más grande, del que de vez en cuando se separaban para huir del enemigo o emprender alguna acción por separado. Es el caso de la gavilla del Serrador, de la que a veces se separaban pequeñas fuerzas, a las órdenes de La Cova, Pelechana, Mars o Llorens.21

      Por otra parte, los jefes rebeldes intentaron también fomentar la rebelión en otras comarcas, para lo cual sacaban a algunos hombres de sus fuerzas, a fin de crear nuevos focos de lucha guerrillera. De esta manera, el 3 de abril de 1836, cuando se encontraba en Sot de Chera (Valencia), Cabrera sacó de sus filas a los naturales del Alto Turia para formar una partida que promoviese la insurrección en la zona. Nombró jefe de la gavilla a Miguel Sancho, “el fraile de Esperanza”, a cuyas órdenes puso a algunos oficiales, así como a 60 infantes y a 6 jinetes.22 Un año después el caudillo carlista envió al subteniente Manuel Gutiérrez para organizar una partida en el distrito de Requena, donde la facción contaba con escasos apoyos.23 Otro ejemplo lo encontramos el 26 julio de 1837, cuando fue capturado cerca de Enguera el cabecilla José Morán, que iba acompañado de nueve hombres. Se les capturaron entonces varios documentos que demostraban que habían sido enviados por la facción manchega para levantar una partida en la zona. El mencionado Morán conocía la comarca, en la que tenía gran prestigio, teniendo además contactos con los absolutistas locales, por haber servido en los voluntarios realistas durante el reinado de Fernando VII.24

      B) EVOLUCIÓN DE LAS PARTIDAS

      Una vez empezada la guerra, la mayoría de las nuevas gavillas se crearon por las rivalidades entre los diferentes jefes carlistas, que no se ponían de acuerdo en cuanto al liderazgo, el reparto del botín o el plan a seguir. Entonces se producía la dispersión de partidas de mediano tamaño en varias más pequeñas.25 Por ello, a medida que aumentaba el número de tropas iba creciendo el de grupos rebeldes, alcanzando su máximo en 1838. Después de esta fecha, el número de partidas empezó a decrecer, al pasar gran parte de los rebeldes a custodiar puntos fortificados, pero también por la concentración en fuerzas más grandes.

      Como podemos observar en el cuadro 1 (así como en los dos siguientes), el número de hombres en las filas carlistas aumentó de forma incesante hasta 1839. Si al principio


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