Por un cine patrio. Marta García Carrión
el espectador.7 Así, en la segunda mitad de la década de los veinte, se produce en España la conformación de una cultura cinematográfica que maduraría en la década siguiente. Las revistas especializadas se convirtieron en la principal plataforma que articuló esta cultura cinematográfica, pero ésta también se manifestó en la prensa general, en monografías, congresos cinematográficos, cineclubs, etcétera.
Este ámbito concreto, el de la cultura cinematográfica, es el que centra la reflexión de este libro, cuya investigación es resultado de la elaboración de una tesis doctoral.8 Esta elección se basa en la consideración de que la historia de los discursos teóricos y críticos forma una parte esencial en la historia cultural del cine9 y que su estudio es imprescindible para analizar el funcionamiento de las películas en el espacio público, su relación con los lenguajes políticos y su participación en los procesos de construcción de identidades.
El empleo del cine como fuente no es una novedad en la historiografía,10 y en los últimos años el cinematógrafo se ha convertido en un objeto de estudio historiográfico habitual, fundamentalmente desde la historia cultural.11 no obstante, el medio fílmico permanece llamativamente ausente en las principales síntesis sobre nacionalismos e identidades nacionales, y el caso español es representativo de esta tendencia. como se expondrá en las páginas siguientes, en este trabajo se ha procurado elaborar un marco interpretativo que permita establecer una perspectiva útil para el estudio del cine español y la identidad nacional en los años veinte y treinta con el objetivo de situar en la reflexión sobre la construcción nacional y los nacionalismos en España el medio que encarnó como ningún otro a la moderna cultura de masas de las primeras décadas del siglo XX.
LA CONSTRUCCIÓN DE LA NACIÓN ESPAÑOLA: UN BALANCE HISTORIOGRÁFICO
El objetivo de este libro es estudiar los discursos del nacionalismo español en el cine y la cultura cinematográfica española durante la segunda mitad de los años veinte y la segunda República, pero ello sólo es posible teniendo en cuenta el contexto de construcción y consolidación de la identidad española a lo largo del primer tercio del siglo XX. Así, no tendría sentido plantear esta reflexión si no es relacionándola con los debates que sobre la construcción de la identidad nacional española se han venido desarrollando en las últimas décadas. Todo balance sobre los estudios de la construcción de la nación española como problema historiográfico ha de destacar que, si bien ha sido un tema que en los últimos años ha generado una cantidad considerable de estudios, su consolidación es relativamente reciente, no anterior a la década de los años noventa.12 En los años setenta y primeros ochenta empezaron a aparecer diversos estudios sobre los nacionalismos periféricos realizados con una perspectiva renovada, pero no sucedió lo mismo con el nacionalismo español, que permanecía casi invisible como objeto de estudio para la historiografía.13 Aunque algunos trabajos parciales de Antonio Maravall o José María Jover en los años cincuenta y sesenta plantearon las bases para convertir el nacionalismo español en un fenómeno histórico capaz de ser analizado, lo cierto es que esto no se convirtió en un ámbito historiográfico a desarrollar. Mucho más importante fue el trabajo de un sociólogo, Juan José Linz, desde sus obras publicadas a inicios de los años setenta y sobre todo en la década siguiente. Los elementos clave de su análisis se cifran en la débil capacidad de penetración del Estado español en el siglo XIX, la ausencia de un verdadero nacionalismo español y el mantenimiento de identidades regionales que servirían de base para los nacionalismos periféricos en la época finisecular. A lo largo de la década de los ochenta aparecieron diversos trabajos sobre lo que se definía explícitamente como nacionalismo español, pero que ocuparon un espacio marginal dentro de los grandes debates historiográficos. Entre ellos destaca la aportación de Andrés de blas, quien defendió también la debilidad del nacionalismo español en el XIX, si bien afirmaba su existencia y que la nación no fue contestada hasta bien entrada la Restauración, cuando, a raíz de la emergencia de los nacionalismos periféricos, surgiría un nacionalismo español reactivo.14 Asimismo, De blas señaló en trabajos posteriores que la izquierda española tuvo un pensamiento nacional irrenunciable.15
Fue en la década de los noventa cuando se transformó el escenario de los estudios sobre la construcción de la identidad nacional española, que se convirtió en objeto de estudio por derecho propio. En este sentido, fueron decisivos los trabajos de borja de Riquer y la elaboración de la que se ha llamado tesis de la débil nacionalización española. Esta interpretación del proceso nacionalizador español fue planteada en origen como una propuesta para el debate16 y acabó por convertirse en el paradigma historiográfico dominante.
A principios de la década de los noventa, borja de Riquer publicó algunos textos que marcarían su pauta interpretativa, desarrollada en años posteriores.17 Retomando implícitamente algunos de los planteamientos de Linz, de Riquer argumentaba que la escasa eficacia del proceso de nacionalización del siglo XIX, su lentitud y superficialidad, habría provocado una débil conciencia de identidad española, lo que posibilitó que a final de siglo se consolidaran identidades nacionales alternativas a la española.18
Las posiciones de borja de Riquer alcanzaron un amplio eco, y la caracterización del proceso de construcción nacional español como débil o fracasado se convirtió en la pauta general tanto en el contexto internacional19 como en el español.20 Ello no quiere decir que la tesis de la débil nacionalización fuera un bloque homogéneo, pues lo cierto es que en ella convergieron autores con diferente fundamentación teórica e ideológica. Pero sí compartían una interpretación común, basada en que el proceso de construcción nacional en España a lo largo del siglo XIX (y hasta inicios del XX) habría sido un fracaso, producto de una revolución liberal insuficiente y un Estado débil, consecuencias de una trayectoria histórica anómala durante el XIX.21 Ello diferenciaría la evolución histórica de España de la de otros países europeos, especialmente del caso francés, empleado habitualmente como modelo normativo de construcción nacional exitosa.
Sería la publicación en 2001 de la obra de José Álvarez Junco Mater Dolorosa, que culminaba un conjunto de trabajos publicados en años anteriores, 22 escrita con la voluntad manifiesta de «relativizar» el significado de la identidad española y del españolismo como ideología nacionalista, la que se convertiría en la obra de referencia en el debate sobre la construcción de la identidad nacional española.23 Aunque en esta obra Álvarez Junco introducía algunos matices de importancia, en su conjunto avalaba la tesis de la débil nacionalización a lo largo del siglo XIX. Para Álvarez Junco, la tarea cultural de construcción de la nación estaba bastante conseguida hacia los años ochenta del XIX, pero, no se había producido una nacionalización efectiva más allá de ciertas elites, debido a la falta de voluntad nacionalizadora y a la debilidad del Estado, consecuencia de la inestabilidad política decimonónica. La interpretación de Álvarez Junco confirmaba, pues, las limitaciones de la nacionalización española, si bien de forma menos contundente que otros trabajos, y la circunscribía al siglo XIX, sentando las bases para el cuestionamiento de su aplicación en el XX.
El «paradigma» de la débil nacionalización española fue sometido a crítica ya desde finales de los años noventa, en trabajos que señalaron que estaba fundamentado en una interpretación de la historia política y social del XIX español de la que se desprendía una visión de la revolución liberal en exceso limitada y peculiar.24 La renovación historiográfica de las últimas décadas ha impugnado tanto desde la historia económica como desde la historia política la imagen de una trayectoria «anómala» y «fracasada».25 En el caso de borja de Riquer, además, el autor mantiene un esquema dual muy rígido en el contraste entre España y cataluña a los efectos de su construcción identitaria como resultado de unas trayectorias socioeconómicas opuestas, así como una contraposición extrema con otros países europeos, singularmente francia. En el análisis de Álvarez Junco, en cambio, la historia económica ocupa un lugar marginal y la atención se desplaza a la actuación del Estado y al análisis de proyectos políticos y culturales. Así Álvarez Junco señala que se hizo de manera efectiva la construcción de una cultura nacional, pero ésta sólo fue aceptada por unas élites.26
En