Música y mujeres. Alicia Valdés Cantero
Torres, M. (2009). «Veintiséis años después: pionerismo en los estudios de género en relación a la música. Una autobiografía musical a tres voces». En: Papeles del Festival de música española de Cádiz. Granada: Centro de Documentación Musical de Andalucía, 4, pp. 218-228.
McClary, S. (1991). Feminine Endings. Music, Gender and Sexuality. Minnesota-Londres: University of Minnesota Press.
Piñero Gil, C. C. (2004). «La transgresión de Euterpe: Música y Género». En: Dossiers feministes. No me arrepiento de nada: Mujeres y música. Castellón: Seminario de Investigación feminista. Publicaciones Universidad Jaume I, 7, pp.45-62.
Ramos, P. (2003). Feminismo y música. Introducción crítica. Madrid: Narcea S.A. de ediciones.
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Zavala Gironés, M. (2009). «Estrategias del olvido: apuntes sobre algunas paradojas de la musicología feminista». En: Papeles del Festival de música española de cádiz. Granada: Centro de Documentación Musical de Andalucía, 4, pp. 207-217.
1 Quiero agradecer el tiempo, la dedicación, las correcciones y acertadas sugerencias que tanto Julia Cano Redondo como Carmen Cecilia Piñero Gil me han regalado generosamente para la elaboración de esta «declaración de principios».
2 Gutiérrez del Castillo, R.; Pastor Eixarch, P.; Borja Berenguer, M.; Sánchez Albardiaz, S. (2019). ¿Dónde están las mujeres en la música sinfónica? Madrid: Editoras Asociación Clásicas y Modernas, Asociación Mujeres en la Música, Asociación Mujeres, Creadoras de Música en España. Disponible en: https://s3.amazonaws.com/fundacion-sgae/2019/Musica/donde_estan_las_mujeres_sinfonicas_estudio.pdf#page=35
3 Como ejemplo cito el «Teatro Teresa Carreño» que es un complejo cultural, uno de los más importantes de América Latina, el segundo más grande de América del Sur y el más grande de Venezuela, que lleva el nombre de la gran Teresa Carreño, pianista, compositora y cantante venezolana, nacida en 1853 y fallecida en 1917 en Nueva York, ciudad en la que residió casi toda su vida. Es un gran ejemplo de valoración de la que posiblemente haya sido la más importante pianista de América Latina.
Prólogo a la segunda edición
Ángel Medina Alvárez1
El 24 de marzo de 1998 la editorial Horas y HORAS presentaba en Madrid el libro Música y mujeres: género y poder, compilado por la compositora Marisa Manchado. En efecto, el volumen reúne una serie de trabajos de diversas autoras (y un autor) en torno al tema del título. Pero más que compilado —que suena un tanto a fórmula bibliotecaria—, podríamos decir que fue intuido, sufrido y, al fin, logrado por el empeño incansable de la creadora madrileña.
El libro tuvo amplia resonancia desde el primer momento y pronto adquirió prestigio de imprescindible. Cecilia Piñero, una de las participantes en el volumen, lo consideró «un punto de inflexión» precisamente en un artículo que celebra los diez años de la publicación y donde no solo pondera la entonces novedosa perspectiva de género o el sentido de «historia compensatoria» de algunos textos, sino el propio hecho de su proyección, efectiva también en ámbitos latinoamericanos (Piñero: 2008).
Si, en 1998, un libro como este tenía valor de piedra angular (lo que no significa que no hubiese trabajos anteriores de musicología feminista en España) y si a los diez años era ya toda una referencia, en la actualidad—más de veinte años después de su salida a la luz—, esta segunda edición nos llega con fuerza renovada y, a su vez, revestida con una cierta aureola de leyenda.
En todo caso, su reaparición resulta oportuna por varias razones: una, muy pragmática, porque está agotada la primera desde hace mucho tiempo; dos, porque, aunque hayan aumentado sustancialmente los estudios feministas en la musicología hispánica de los últimos lustros, aún queda mucho camino por recorrer; y tres, porque, pese al avance imparable de las mujeres en la lucha por la igualdad, han empezado a sentarse en los parlamentos y demás foros democráticos estatales, autonómicos y municipales, fuerzas políticas decididas a revertir los logros habidos allí donde consigan las necesarias cotas de poder para hacerlo. Claro que ni los integristas de mentes enfermizas, incapaces de ver a la mujer como a su igual en derechos, salarios o responsabilidades, ni los acomodaticios que pretenden pasar por neutrales evitarán el justo camino que, quizá algo tarde, ya ha tomado nuestra historia.
Si hubiese que explicar cómo surge ese poderoso empuje que le atribuimos a Marisa Manchado en la génesis de este libro —en el que todos los autores y autoras y cuantos lo han hecho posible tienen su parte alícuota de mérito—, habría que remitirse al menos a los siguientes tres ámbitos: su infancia en el Colegio Estilo, la juventud bajo los aires renovadores de la Transición democrática y, sobre todo, su responsabilidad como compositora hasta el día de hoy. Detengámonos unas líneas en cada uno de estos elementos y comprobaremos que, si bien partimos de la propia personalidad de la compositora, trascendemos lo biográfico para detectar determinantes de época que nos ayuden a situar esta publicación en el prominente lugar que le corresponde.
El 5 de abril de 2019 se celebró en la Universidad de Oviedo un amplio coloquio con Marisa Manchado. Acompañaban a la compositora los profesores Toya Solís y Daniel Moro, encargados, dicho sea de paso, de la asignatura Estudios de género aplicados a la Música en el Grado de Historia y Ciencias de la Música. Cuando el Dr. Morole preguntó sobre el origen de su inclinación hacia la música, la creadora madrileña respondió: «De niña». Pero, acto seguido, se le iluminó el semblante y desgranó algunos recuerdos de su paso por el célebre Colegio Estilo de Madrid, que, lamentablemente, está a punto de cerrar al escribir estas líneas. Así, comprobamos con alguien que lo había vivido, lo que se predica de manera unánime sobre este centro escolar, fundado en 1959 y dirigido por la escritora y pedagoga Josefina Aldecoa. En efecto, se impartía allí una educación libre, no sexista, laica, creativa, no memorística y heredera del espíritu de la Institución Libre de Enseñanza. Marisa Manchado, como otras ilustres personalidades de la cultura, descubrió el valor del arte en Estilo y, tras orientarse inicialmente hacia la danza, aprovechó su facilidad para repetir al piano lo que le enseñaban en las clases de música para dedicarse de lleno a esta disciplina. En este singular colegio se conformó el fondo de su carácter, nutrido de tolerancia, de sensibilidad y, lo que nos interesa particularmente, de igualdad entre los sexos.
Luego llegó la Transición, sin duda una etapa muy estudiada y de alto interés para entender bien el presente. En los últimos tiempos han cobrado fuerza las posiciones críticas y no faltan incluso perspectivas revisionistas e interesadas. Los que hemos vivido ese período como veinteañeros —y ese es el caso de Marisa Manchado— sabemos que fueron tiempos para el descubrimiento de las libertades formales, del movimiento feminista, de los cuerpos y de nuevas experiencias en numerosos planos de la vida. También fueron unos años llenos de tensiones políticas y de dolor, pero en los que la efervescencia en el mundo de la cultura era tal que se multiplicaron las actividades, los debates y los proyectos hasta en los más modestos barrios de nuestras ciudades. En 1980, por poner un ejemplo que viene muy bien al caso, se publicó un librito, traducido del italiano, titulado Música bruja y subtitulado La mujer en la música (1980). Recuerda uno perfectamente la seducción que ejerció en ciertos ambientes universitarios de esos años y la sorpresa que causaban algunas de las hipótesis allí expuestas sobre el sentido de la danza, la antigua comunión de las mujeres con la naturaleza, la posibilidad de que la agudeza vocal femenina también tuviese algunas razones más allá de lo fisiológico. Este libro, al que hoy podemos ponerle reparos por ciertos deslices de tipo histórico, fue como un talismán para Marisa