Las trincheras de los cuidados comunitarios. Varias Autoras
A mí me gusta el grupo de socias. Pero había otras que se fueron y me caían mejor. Hace unos años nos llevaban a paseos. Íbamos a distintas partes y más encima nos pagaban, eran casi 50 mil pesos. Después, fue bajando, hasta que nos dieron 11 mil y tanto. Ahora, no participo apenas en otras actividades del centro comunitario, solo el club. Allí me distraigo. Es mi momento, no es una obligación.
Volver al futuro
Con los relatos de Lucía, entendimos que su vida y su historia es, en varios sentidos, un anuncio de experiencias que nos tocarán también a nosotras como mujeres que envejecen. Indagar sobre las trayectorias vitales de mujeres mayores pasó a ser para nosotras, las editoras de este volumen, un viaje al futuro. De hecho, debido a las experiencias personales que atravesaba, este sentido y esta sensibilidad estructuraron la forma como Herminia elaboró el proyecto de investigación que dio origen a esta obra y como lo dirigió. También estructuró la manera como Menara se integró a la codirección y como entre ambas, articulamos el trabajo en equipo que contó con la colaboración de diversas estudiantes e investigadoras en formación.
Este libro representa, en muchos sentidos, un regreso de este viaje que hemos emprendido, como se explicitó en los agradecimientos, cercadas de varias otras investigadoras y de diferentes mujeres mayores que compartieron con nosotras sus experiencias. Por lo mismo, este trabajo está profundamente marcado por diferentes trayectorias femeninas, pero que han sido reunidas, seleccionadas y analizadas a partir del diálogo cuidadoso que las dos editoras hemos querido establecer con nuestro equipo de trabajo y, también, con nuestras colaboradoras. Hemos conducido la forma como los materiales fueron recopilados en campo, la manera como los hemos analizado, la redacción de cada capítulo. Tuvimos, así, un papel de dirección que es anterior a la producción del manuscrito, pero que lo caracterizó. Hay así, una impronta nuestra que debe ser explicitada, para, entre otras cosas, desvincular a nuestras compañeras en esta aventura que aún estaban en proceso de formación de los desperfectos que este libro pudiera tener. Cultivamos la esperanza de que ellas, que constituirán una nueva generación de investigadoras dedicadas a la etnografía feminista, sabrán mejorar nuestras propuestas, ensanchar nuestras miradas y avanzar hacia caminos que no supimos identificar. Este ímpetu del cuidado hacia ellas y hacia nosotras, no obstante, también tienen una dimensión intersubjetiva, dado que es parte de los vínculos e identificaciones comunes que hemos establecido con las mujeres que protagonizan nuestro estudio.
Pero, ¿a qué nos referimos cuando aludimos a los cuidados como un vínculo intersubjetivo femenino? Si miramos con detenimiento la historia de Lucía –la cual tiene, si cabe, todavía más aristas de las que reflejamos en este relato–, nos damos cuenta de que nos encontramos con una mujer cuyas responsabilidades asociadas al cuidado de otros y otras –primero, sus hermanos, después, su madre, hijos/as, luego, sus nietas–, estuvieron muy presentes en todo su curso de vida. Lucía nos relata que desde muy pequeña ha debido asumir labores asociadas al cuidado. No solo porque estas responsabilidades estaban –y están– naturalizadas como femeninas, sino también porque no podía expresar sus deseos y necesidades: su voz no era legitimada5. No podía elegir no cuidar. Pero, simultáneamente, el que ella y su hermana se responsabilizaran del cuidado de sus hermanos fue fundamental para que su madre pudiera salir a trabajar remuneradamente.
Con el paso de los años, y desde un lugar protagonista de los cuidados de sus familiares cercanos (hermanos, madre, hijos y nietas), Lucía fue mediando su vinculación con el mundo del trabajo formal (en la fábrica de zapatos y de juguetes) e informal (tejiendo ropa en casa, para venderla después), entrando y saliendo del mismo, en la medida en que su carga de cuidado le permitía. Ahora que es una mujer mayor, trabaja informalmente en la feria, ya que la pensión que recibe no le alcanza para sobrevivir. Es más, tiene que endeudarse para cubrir sus necesidades básicas, principalmente asociadas a la salud. Pese a afrontar experiencias de descuido tan apremiantes, todavía lamenta que ya no pueda seguir cuidando, al menos, de sus bisnietos. Dice que la cabeza no le da, como si el cuerpo, a pesar de las enfermedades, pudiera seguir dando de sí cuando se trata del cuidado de otros y otras.
¿Sería posible comprender la vejez de Lucía sin saber sobre las responsabilidades asociadas al cuidado que ha realizado a lo largo de su vida? Las autoras de este libro creemos que no. Pero también creemos que las mujeres no son sujetos pasivos de estas desigualdades de cuidados que, acumuladas en sus trayectorias vitales, aparecen de forma magnificada en la vejez.
Lucía nos muestra en su relato que el cuidado comunitario –en la familia, primero; en el barrio y en la feria, después– constituye uno de los saberes femeninos a partir de los cuales las mujeres resisten a los descuidos sociales. Tras pasar toda una vida cuidando sin ser cuidadas, varias mujeres mayores “capitalizan” sus conocimientos sobre cómo generar redes y afectos, creando espacios sociales donde encuentran amparo para los años finales de sus vidas. Hemos tenido la suerte de encontrar diversos de estos espacios en los centenares de clubes de personas mayores capitaneados por mujeres en las comunas de la Región Metropolitana de Santiago6. Fue precisamente en uno de estos clubes que conocimos a Lucía. Desde un primer momento, estos espacios nos parecieron una respuesta femenina a los descuidos sociales que enfrentan las mujeres en el envejecimiento. Esto nos abrió un campo investigativo de los más fértiles, orientado a comprender las formas comunitarias de agenciamiento protagonizados por las mujeres mayores en tres comunas de la Región Metropolitana de Chile: Independencia, Santiago Centro y Providencia.
Seleccionamos estas tres comunas, y no otras, por dos características sociodemográficas que hacen de ellas espacios condensadores de las problemáticas femeninas que buscamos comprender. Por un lado, están entre las tres más feminizadas y también entre las más envejecidas de la región. Es decir, en ellas se observa una prevalencia de las mujeres entre la población adulta mayor. Por otro lado, presentan perfiles de estratificación socioeconómica diversificados: bajo (en el caso de Independencia), medio (Santiago Centro) y alto (Providencia), permitiéndonos comparar el envejecimiento femenino a partir de las desigualdades y diferencias que las diversas condiciones socioeconómicas articulan.
Como explicaremos más detenidamente en el tercer capítulo, nuestro acercamiento a las experiencias femeninas del envejecimiento en cada comuna se dio a través de un recorte cualitativo específico. Entre 2016 y 2018, participamos de los clubes gestionados por mujeres mayores de 60 años. Nos hicimos asiduas de tres en particular (uno por comuna), en cuyas actividades –talleres artísticos, paseos turísticos, eventos de recaudación de fondos, comidas, meriendas– pudimos intimar con las mujeres que, como Lucía, son las protagonistas de la investigación que desarrollamos.
El contacto sostenido semanalmente con ellas en estas actividades nos permitió profundizar en otros ejes de investigación. A través de sus historias, relatos, conversaciones y de las escenas compartidas con ellas, dilucidamos las ambivalencias y contradicciones del envejecimiento femenino: al paso que reproducen socialmente la vida, las mujeres son recordadas cotidianamente en el acto de cuidar (y con mucha más intensidad en la vejez) de los límites sociales, biológicos, culturales y políticos a que están expuestas, dada la prevalencia (hegemonía, diríamos) de las relaciones de poder patriarcales7. Conocer estos límites que son a su vez reales y/o ficticios, impuestos y/o elegidos, y saber cómo las mujeres mayores conviven con ellos, pero también, cómo los resisten y, sobre todo, cómo los subvierten a través de sus organizaciones comunitarias, será uno de los cometidos del volumen.
Es en este campo de acciones entretejido alrededor de las múltiples facetas del cuidado que las mujeres disputan sus posiciones, negociando la forma como pueden situarse en los intersticios de las imposiciones patriarcales. En este último sentido, el cuidado es también, un territorio de batallas, un campo de conflictos. Y las mujeres actúan, precisamente, atrincherándose en redes femeninas de apoyo mutuo a partir de las cuales logran librar sus batallas –pequeñas, medianas o grandes– en contra de diversos elementos que reducen sus derechos, posibilidades y capacidades de acción. Estas afirmaciones quedarán más claras en los capítulos etnográficos que componen la segunda parte de este libro. Pero nos parece fundamental señalar que de ahí viene la expresión que adoptamos en el título del volumen: los cuidados comunitarios constituyen las trincheras de un proceso dialéctico de resistencia y acomodación protagonizado