Mentiras que no te conté. Elma Correa

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      Mentiras que no te conté

      Se terminó de editar en octubre de 2021

      en las oficinas de la Editorial Universidad de Guadalajara,

      José Bonifacio Andrada 2679, Lomas de Guevara, 44657. Guadalajara, Jalisco

      Índice

       Presentación

       Qué nos va a pasar

       The Curse of the Sikuaka Heart

       Fantasmas

       La balada del Two-Face

       Mercurio retrógrado

       All tomorrow’s parties

       No van a sentir nada

       Un cuento de violencia

      Presentación

      El Concurso Nacional de Cuento Juan José Arreola está organizado por el Centro Universitario del Sur de la Universidad de Guadalajara, en colaboración con la Editorial de la Universidad de Guadalajara. Este concurso nace como homenaje a la memoria y el trabajo literario de Juan José Arreola, escritor originario de Ciudad Guzmán, y por la necesidad de convocar desde su ciudad natal un premio en uno de los géneros literarios más interesantes: el cuento. La Universidad de Guadalajara instituyó este concurso, que se ha ido consolidando a lo largo de estos años, con la finalidad de estimular el trabajo creativo de cuentistas mexicanos, el cual está abierto para obras inéditas de escritores residentes en el país. La obra ganadora de esta XX edición es Mentiras que no conté, de Elma Aurea Correa Neri.

      El jurado estuvo integrado por Luis Estrada Orozco, Magali Velasco Vargas, Juan Carlos Quezadas, quienes entregaron el premio a este libro por su capacidad de construir atmósferas e interioridades narradas desde diferentes puntos de vista y una pluralidad de voces. “Desde ella y desde las particularidades de personajes sólidamente construidos hace que los conflictos de los mundos interiores y exteriores resuenen, vayan al unísono o hagan evidente su falta de armonía. Destacan también temáticas contemporáneas en torno al género y al cuerpo, la violencia y la multiculturalidad fronteriza, que enriquece sus ambientes, además de un humor mordaz y original”.

      Qué nos va a pasar

      Me fascina que existan personas con determinación y fuerza de voluntad. No para grandes sucesos o movilizaciones, no como Gandhi o la Madre Teresa. Personas comunes que no van a cambiar el mundo, pero que se levantarán una mañana decididas a pedir ese aumento, a dejar a su pareja, a iniciar un régimen de jugos desintoxicantes, o que despertarán jurándose no volver a salir de su casa sin haber tendido la cama y lo harán. Esas personas que eligen, que no dudan, que disponen de lo que está a su alrededor de modo que contribuya a sus fines, para después marcharse satisfechos, con la frente hacia adelante y el viento ondeando su cabello.

      —Almendras —dice Mariana—, las almendras del reto de Bárbara de Regil. Tengo hambre todo el día pero me siento más inteligente. —Cambia la mancuerna de dos libras con la que hace bíceps por una de cuatro.

      —Yo tengo tres semanas haciendo ayuno intermitente —dice Manuel, empujando la prensa para piernas. Estamos en un gimnasio de lujo al que Mariana nos arrastró convenciendo a Manuel de lo barata que era la membresía grupal. En realidad, Mariana y Manuel lo decidieron, yo solo tuve que poner mi parte y después fajarme unos leggings incomodísimos que dejan expuesta la grasa de mis muslos y trasero como si estuviera desnuda. Por eso también me puse una enorme camiseta que me cae hasta las rodillas, y Mariana y Manuel se burlaron de mí cuando nos encontramos en la entrada del lugar.

      Desde la universidad se hacen llamar los M&M. Estoy segura de que se le ocurrió a Mariana, pero no puedo probarlo. Me amarga ese modo en que les gusta demostrar lo profunda que es su conexión. Manuel y yo hemos sido pareja tres años, me vio pelear con la lycra acostada en la cama, sacudiéndome, estirándome la piel para obligar a mi carne a entrar en la tela, pero solo cuando apareció Mariana con su conjunto deportivo combinado con los tenis, le vino bien hacerme esa broma tonta.

      Manuel flexiona las piernas otra vez y sus increíbles femorales se contraen y se expanden como si tuvieran vida propia. Suda. Me hace un gesto dulce y le paso una toalla para que se seque. Toma la toalla con ambas manos y se cubre el rostro por completo. Cuando se quita el pedazo de felpa de encima es como si descorriera un telón, como si buscara revelar algo que queda opacado por su belleza y el atractivo de sus mandíbulas. El corazón me implosiona en la caja torácica y un dolor antiguo se me instala en los huesos.

      Mariana está en la máquina para abductores abriendo y cerrando las piernas. No hay otro modo de hacer ese ejercicio, pero no puedo dejar de verla y de pensar que es un acto muy desagradable. Mariana es la mejor amiga de Manuel. Durante un tiempo tratamos de volvernos cercanas saliendo solas, pero no funcionó, y como ellos no iban a dejar de verse, ahora somos una especie de trío platónico. Cuando comemos en un restaurante, se ofrecen comida del plato del otro con sus propios tenedores y ya no recuerdo la cantidad de veces que los desconocidos han pensado que ellos son la pareja y que yo hago de mal tercio.

      Pienso que Mona, nuestra gata, debe estar durmiendo apaciblemente en el departamento sin que nadie la moleste y deseo mucho estar ahí con ella. Mona, un nombre ridículo que he aprendido a amar, aunque no tuve nada que ver con su elección. Cuando adoptamos a la gatita estaba casi recién nacida. Era la única sobreviviente de una camada de siete cachorros cuya madre había sido atropellada. Los otros seis gatitos murieron porque no se adaptaron a las mamás sustitutas o al biberón.

      Era lo más tierno que yo había visto alguna vez. Tenía el espíritu de una luchadora y su pelaje entre amarillo y rosado la hacía parecer de la realeza. Merecía un nombre mejor pero Mariana le dijo a Manuel que si las gatas anaranjadas fueran mujeres serían stripers y él estuvo de acuerdo. Mona fue el nombre menos vulgar de una lista de nombres infames que elaboraron durante una tarde entera. Manuel dice que estar con Mariana es como pasar tiempo con otro hombre, que es su versión del best man. Lo dice como si fuera una cosa de la que yo no debiera de preocuparme, como si no hubiéramos vistos, los tres, La boda de mi mejor amigo y las cosas no se hubieran puesto tensas.

      Como si Mariana no hubiera dicho: “Al final, la novia se queda con él”.

      Manuel está haciendo abdomen y Mariana trata de ligarse al instructor de pilates. Cuando el instructor está distraído voltea a vernos con una amplia sonrisa triunfal. Manuel no necesita ejercitarse, nunca lo ha necesitado. Tiene lo que mi mamá conoce como buenos genes. Trabaja para una empresa que desarrolla software y le han ofrecido una promoción en otro estado. No es necesario que se mude, puede trabajar desde la oficina local o ir y venir, pero él ha decidido marcharse. Ni Mona ni yo iremos con él.

      Un nuevo comienzo, una vida distinta. Eso había dicho Mariana, que estaba feliz y orgullosa de su mejor amigo. Ella también se irá pronto. La aceptaron


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