La ruralidad que viene y lo urbano. Absalón Machado Cartagena

La ruralidad que viene y lo urbano - Absalón Machado Cartagena


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de Defensa Nacional, 2019). En esa vía, sostiene que:

      Si bien no existen causas que justifiquen la criminalidad y la violencia, sí condiciones que favorecen su surgimiento y perpetuación, lo cual obliga al Estado a combinar todos los recursos que la Constitución otorga para garantizar la vigencia de la legalidad. (Ibídem, p. 5).

      También, agrega que “la principal amenaza a la seguridad interna son los espacios vacíos de institucionalidad o con precaria institucionalidad, no simplemente los grupos ilegales o las economías ilícitas” (Ibídem, p. 6). Por lo tanto, no acepta acuerdos de paz que introduzcan reformas sustantivas a las instituciones básicas del Estado y la sociedad. Se negocia con los grupos armados solo para obtener su desmovilización. Esta es una doctrina contraria a la aplicada durante los dos gobiernos de Juan Manuel Santos en la década del 2010.

      Sin embargo, no todo es negativo en el sector rural y no se le puede apreciar como un cuerpo totalmente imperfecto según nuestras visiones. Se han logrado avances en muchas áreas, pero aún falta bastante camino por recorrer: las coberturas de educación y salud han crecido de manera importante, aunque la calidad de los servicios está lejos de cumplir los requisitos mínimos aceptables; la seguridad social ha avanzado, pero sigue siendo precaria en comparación con la de las áreas urbanas; la tecnología digital hace presencia en el campo, aunque la infraestructura para facilitar un mayor acceso a ella es aún deficiente. Varios cultivos se han desarrollado creando islas de modernidad productiva, pero no se han podido diversificar las exportaciones de manera significativa y consistente, configurando un patrón primario-exportador. En general, los niveles de calidad de vida han aumentado y las tasas de crecimiento demográfico se han reducido. Es indudable que los indicadores de calidad de vida y desarrollo aún pueden mejorarse significativamente.

      Asimismo, existen atrasos notorios en la asistencia técnica, el uso del riego, el acceso al crédito y la tierra, en vías terciarias, movilidad y en las capacidades de negociación de los agricultores pequeños y medianos. Adicionalmente, las brechas rurales-urbanas en términos del nivel de vida e ingresos en lugar de disminuir han crecido en los últimos años. Las estadísticas muestran que las desigualdades existentes son enormes y las condiciones de seguridad de los pobladores y líderes sociales resultan muy preocupantes. Además, buena parte del capital social que se venía generando espontáneamente en la ruralidad fue destruido por el conflicto y hoy las organizaciones sociales se encuentran desarticuladas, son frágiles y el asesinato de líderes sociales en la ruralidad es un fenómeno persistente. La situación de los indígenas y afrodescendientes también es bastante precaria y los factores de discriminación social y política se mantienen elevados.

      Este contexto nos ha llevado a creer que estamos llegando, si no es que ya lo hicimos, a un punto de bifurcación como el descrito por Ervin Laszlo en su libro El cambio cuántico (2010), conforme al cual la sociedad se ve obligada a tomar una decisión sobre dos opciones o rutas que le quedan: la continuidad en sus acciones, lo cual la llevará con una alta probabilidad a la catástrofe y la desaparición de la vida humana, o asumir el reto de seguir la ruta de la sostenibilidad manteniendo los equilibrios con la naturaleza, bajo la óptica de una nueva conciencia. Colombia, como la mayoría de los países, se enfrenta a una decisión de esas características, pues el camino actual la conduciría inevitablemente a un caos incontrolable3. Esto aplica para la mayoría de los países, sean desarrollados o en vías de desarrollo.

      Es aquí donde debe hacerse una reflexión sobre el estado de cosas que nos acostumbramos a rechazar porque no coinciden con nuestros ideales y conceptos, si queremos hacer cambios. No aceptar la realidad como es nos genera siempre sufrimiento, como señala la Escuela de Magia del Amor4. Ese sufrimiento se deriva de la lucha de cada cual para acomodar la vida a sus propios ideales, lo cual pensamos nos generará satisfacción, felicidad y paz; sin entender cuál es la función de la realidad presente, como indica Schmedling. La Escuela mencionada anota que ese propósito nunca se cumple satisfactoriamente ya que siempre existirán fenómenos como la desigualdad, los desequilibrios, la pobreza, las injusticias, la codicia, etc.

      La realidad, tal cual debe aceptarse, constituye el instrumento perfecto para nuestro proceso de aprendizaje y la evolución de nuestra conciencia. Rechazarla es anular sus abordajes. Los problemas y dificultades existentes forman parte de nuestra experiencia y están relacionados con nuestro yo. Por eso, para que la realidad cambie, debemos empezar por hacerlo cada uno de nosotros en nuestro ser interior. Esto implica aumentar el nivel de conciencia a partir de la aceptación de la realidad para evitar el sufrimiento y valorar más lo interno (nuestro ser) que el exterior de la materialidad que nos rodea. Los problemas que encontramos en el proceso de desarrollo de la economía y la sociedad son connaturales a nuestro proceso de aprendizaje y perfección, por lo cual debemos perseguir la comprensión de cómo está organizado el universo y el papel que en él desempeñamos.

      Aquello que observamos en la realidad y concebimos como imperfecto, que no nos gusta y queremos cambiar, es el resultado de los ideales que han aplicado personas, gobiernos, partidos políticos, funcionarios, técnicos, organizaciones diversas, etc. No obstante, esto forma parte del proceso de evolución de la humanidad, la cual vemos aún en una etapa temprana. Sin embargo, si lo que hacemos hoy se acomoda en el futuro a una concepción y sabiduría regida por las leyes del universo, entonces cobra sentido proponer transformaciones de la realidad a sabiendas de que no se darán de inmediato, sino después cuando la humanidad avance en su proceso evolutivo. Esas propuestas deben hacerse ya y empezar a realizarse en la medida que aumente el nivel de conciencia de los ciudadanos.

      El hecho de que aceptemos la realidad tal cual es, considerando que cumple un propósito específico en el proceso de evolución, no quiere decir que pasemos a la inacción, pues dependiendo del nivel alcanzado por nuestra conciencia podremos hacer propuestas. “Cuando se llegue al nivel de comprensión tal que ya nada más tenemos que aprender de la realidad presente, entonces y solo entonces, se producirá el fenómeno mágico de que la realidad pareciera transformarse totalmente” (Schmedling, 2014, p. 7).

      Existen, sin embargo, individuos cuya misión consiste en cambiar el entorno que ya no guarda correspondencia con las expectativas de las personas que allí viven. Si se reconoce que cambiar la realidad presente es nuestra misión en este proceso de aprendizaje, estamos en el lugar correcto para proponer cambios en ella en un horizonte que definirá el futuro. Eso es lo que este libro plantea. Estamos en ese nivel intermedio entre el atraso espiritual de unos y aquellos que ya han logrado modificar su propia conciencia, alcanzando un alto nivel de ella, a través de la aceptación de la realidad presente como una maravillosa oportunidad para trascender sin limitaciones internas. Si se reconoce y considera que tenemos la misión de cambiar algo como lo dicta nuestra conciencia, será necesario disponer de las herramientas y medios para lograrlo.

      En consecuencia, la propuesta desarrollada en los próximos capítulos forma parte del cumplimiento de esa misión, la evolución de nuestra propia conciencia. Constituye un proceso de aprendizaje y una misión. Por esas y otras razones, se propone un cambio de paradigma y un proceso de transformación de la ruralidad y sus relaciones con lo urbano a la luz de la idea de que los cambios imperceptibles y continuos terminan por transformar la realidad al estilo de la gran transformación que Karl Polanyi describió para Inglaterra y el mundo occidental en un periodo de largo plazo. Se trata de promover cambios a pequeña escala que permitan generar acumulados constructivos y que devengan en una modificación de las características del modelo actual de desarrollo. En ese sentido, este libro es una invitación a soñar a partir de una lectura diferente de la vida rural y urbana, y de sus relaciones.

      La visión de la modernidad que pone en cabeza de la ciudad y el desarrollo urbano el único centro posible de progreso, dejando al campo o lo rural por fuera y considerándolo como subsidiario del desarrollo urbano-industrial y financiero, se ha cuestionado desde hace mucho tiempo. Así ocurre desde que el desarrollo urbano, siguiendo las pautas de la modernidad, empezó a crear desequilibrios regionales, sectoriales, poblacionales y sociales que situaron a buena parte de la población en la marginalidad, la informalidad y la desesperanza.

      Ese


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