Un rayito de luz para cada día. Ninayette Galleguillos Triviño

Un rayito de luz para cada día - Ninayette Galleguillos Triviño


Скачать книгу
emocional frente al sufrimiento o las necesidades de otro, que nos lleva a comprender y a compartir su estado de ánimo y a dar algún tipo de acompañamiento, consuelo o ayuda.

      ¿Por qué algunas personas son más compasivas que otras y están siempre listas a tender una mano ayudadora? Cuando dejamos de lado nuestros propios problemas, podemos desarrollar esa capacidad de comprender y ayudar a otros. Pero también es necesario que nos demos cuenta cuando necesitamos ayuda y la pidamos.

      La compasión no es sentir lástima por otros mientras los vemos sufrir. Más bien, la compasión nos impulsa a actuar para aliviar el sufrimiento ajeno. Hace un par de años nos enteramos en el colegio de que los niños de una comunidad indígena iban descalzos a la escuela, y para muchos de ellos, ir a la escuela implicaba horas de caminatas. Ese fue el año de recolectar zapatillas. Como docentes hacíamos pensar a nuestros alumnos en el rostro sonriente de esos amiguitos cuando recibiesen su regalo.

      Mientras crecemos, podemos ir aprendiendo a ser compasivos, porque aunque seamos chicos, siempre tenemos la capacidad de ayudar de alguna manera a alguien que lo necesita. Puede ser perdonando un error, visitando un enfermo, o curando a un animalito. Siempre podemos ayudar porque siempre hay alguien más necesitado que nosotros. Solo hay que poner manos a la obra. Si alguien iniciara proyectos podría decir, por ejemplo:

      –Vamos a juntar ropita que ya no nos entra para los niños del hospital.

      –¿Qué tal si arreglamos juguetes y los llevamos el Día del Niño al orfanato?

      –¿Hacemos una chocolatada para los chicos de comedor comunitario?

      Sí, la compasión mueve a la acción. ¡Manos a la obra, entonces! Tus padres y otros adultos pueden orientarte y colaborar. Recuerda que somos parte de un mundo con cosas hermosas, pero también de cosas dolorosas. No podemos mirar para otro lado e ignorar la realidad.

      La compasión necesita comprensión para entender cómo se sienten otras personas, humildad para verlas como iguales y generosidad para dar de nuestro tiempo y pertenencias al servicio de los demás. Mirta

      Un extranjero compasivo

      “El que se compadeció de él, contestó el experto en la ley. Anda entonces y haz tú lo mismo, concluyó Jesús” (Lucas 10:37, NVI).

      Un hombre tenía que hacer un pequeño viaje, pero como no tenía auto, se dispuso a caminar. En su caminata se encontró con muchas curvas y pequeñas colinas rocosas. De pronto, un grupo de hombres salió a su encuentro. Se llevaron todas sus pertenencias, le arrancaron la ropa y lo dejaron golpeado a un lado del camino.

      No pasó mucho tiempo hasta que, por el mismo camino, apareció un hombre que cumplía servicios religiosos. Vio al hombre tendido en el suelo y aceleró sus pasos, haciendo la vista gorda. ¿Puedes creerlo? En vez de correr a ayudar al hombre herido, se cruzó a la otra orilla del camino y pasó de largo, actuando como si no hubiera visto nada.

      Una hora más tarde, otro hombre, que venía de la iglesia, se encontró con la misma escena y, ¿sabes qué hizo? Caminó más despacio en dirección al herido; pero al verlo, en vez de ayudarlo, movió la cabeza, se dio la media vuelta y salió disparado dejando una nube de polvo en el camino.

      ¿Cómo puede ser que ninguno lo ayudó? Quizás ese hombre no hablaba el mismo idioma y no lo entendían, o sería de otro lugar, tal vez de otra religión, o acaso no les gustó su color de piel... Pero, ¿crees que estas sean buenas razones para ignorar a alguien que necesita ayuda?

      A los pocos minutos, apareció en la escena otro personaje. Este hombre era un extranjero que no era bien recibido por los que vivían en esa ciudad. Esto no está pintando bien... Si hace un momento los dos hombres que venían de la iglesia no lo ayudaron, este menos lo haría, ¿no crees?

      Para nuestra sorpresa este extranjero fue quien sintió compasión y, sin pensarlo dos veces, corrió a socorrer con bondad al hombre que estaba casi muerto al lado del camino. No le importó quién era ni de dónde venía. Lo cubrió, limpió sus heridas con especias costosas y lo vendó. Con mucho cuidado lo levantó, lo subió a su transporte y buscó un lugar donde cuidarlo.

      ¿Te suena familiar esta historia? ¿Qué características tiene cada personaje? ¿Te identificas con alguno? Tres hombres pasaron por el camino, pero solo uno tenía bondad en el corazón. El desafío que nos dejó Jesús en esta historia es este: realiza actos de bondad y haz el bien a todos, con compasión, sin hacer excepción. ¿Aceptas el reto? Magaly

      ¡Inmóvil!

      “Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo” (Gálatas 6:2, NVI).

      Me encantaba jugar al “inmóvil”. Era una niña ágil y podía correr para evitar que me atraparan. Con límites de espacio claros, para que el juego no terminara en la casa del vecino, el encargado de perseguir tocaba la espalda de los que corrían a su alrededor y gritaba: “¡Inmóvil!” El que recibía el toque quedaba inmovilizado, con la esperanza de que uno de sus amigos llegara para tocarlo y así poder salir corriendo libre otra vez.

      Este juego me recuerda a los amigos de un hombre que también quedó paralizado, pero no por un juego. Su enfermedad era el resultado de las malas decisiones que tomó en la vida. No podía pararse ni caminar. Estaba realmente “inmóvil”. Los médicos lo diagnosticaron paralítico incurable. Había perdido toda esperanza, y eso lo estaba llevando a la muerte.

      Qué escena tan triste, ¿verdad? A este pobre hombre todo parecía haberle salido mal en la vida. En medio de su desesperación, un día escuchó de alguien que podía sanarlo. Eso le dio una pizca de esperanza, pero ¿cómo iría si estaba inmóvil sin poder mover ni un dedo del pie?

      No todo estaba perdido. Este hombre tenía una de las bendiciones más grandes que una persona puede tener en la vida: amigos, que aparecieron en el momento justo. ¡No había tiempo que perder! Los cuatro amigos cargaron la camilla y salieron en busca de la única persona que podía sanar a su amigo enfermo. Al llegar encontraron tanta gente que no quedaba ni un solo espacio por donde pasar. Una y otra vez intentaron abrirse camino entre la gente, pero fue en vano. El enfermo miraba con angustia, mas el esfuerzo que hacían sus amigos lo llenaba de esperanza.

      No se dieron por vencidos. Subieron al techo y, haciendo un hueco, lo bajaron lentamente hasta los pies de Jesús, quien le dijo: “Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa” (Mat. 9:6). Inmediatamente, “él se levantó, tomó su camilla y salió caminando a la vista de todos” (Mar. 2:12). ¡Sí! El paralítico inmóvil salió caminando. ¿Quién hizo la diferencia?

      Nuestro versículo de hoy dice: “Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo” (Gál. 6:2). No dejes pasar ninguna oportunidad de ayudar a llevar las cargas de alguien que necesite de tu compasión y bondad. Magaly

      De lo simple a lo extraordinario

       “Si saludan solo a sus amigos, no hacen nada extraordinario. ¡Hasta los que no creen en Dios hacen eso!” (Mateo 5:47, TLA).

      ¿Acostumbras ser cordial y bondadoso con todos? ¿O solo eres amable con tus amigos? El saludo es un gesto universal de cordialidad. La forma de hacerlo depende de la costumbre de cada lugar, pero siempre será un acto de bondad hacia los demás.

      Quiero contarte


Скачать книгу