Mismatch. Kat Holmes

Mismatch - Kat Holmes


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pregunta me llevó desde los patios de recreo hasta los sistemas informáticos, desde las viviendas públicas de Detroit hasta mundo de los juegos virtuales.

      Pregúntales a cien personas qué significa inclusión y obtendrás cien respuestas diferentes. Pregúntales qué significa ser excluido y la respuesta será uniformemente clara: es cuando te dejan fuera.

      Imagina niños escalando en un parque de juegos. ¿Cómo están escalando? ¿Están en una escalera, escalones, rampas, cuerdas, rocas, o quizás un árbol? Ahora imagina quién diseña las características de ese parque y las suposiciones que hace sobre las personas que jugarán allí. Como es de esperar, muchos diseñadores de parques infantiles son extraordinarios defensores de los espacios inclusivos.

      Una nublada mañana de San Francisco, durante una entrevista, Susan Goltsman deambulaba por un parque que ella misma había diseñado, señalando las características que lo hacían inclusivo. Una rampa suavemente inclinada que llega a los miradores más altos. Un gamelán que suena armoniosamente, un instrumento indonesio en el que «no se puede tocar una mala melodía».

      Un frenesí de niños de varias edades y habilidades jugaban juntos por todo el parque. Era difícil competir con sus gritos y risas. Con los pies en la arena, junto a una gigantesca escultura de una tortuga marina, Susan vociferó el aspecto más importante de su proceso de diseño:

      Entrevistamos a niños con diferentes niveles de discapacidad, y, cuanto más grave era la discapacidad, más indirecto el juego. Así que el niño que no podía moverse mucho «jugaba» en su mente a través del juego de otros niños en esa zona. Por lo tanto, acceso significa muchas cosas diferentes para muchas personas diferentes.

      Un ambiente inclusivo es mucho más que la forma de sus puertas, sillas y rampas. También tiene en cuenta el impacto psicológico y emocional en las personas. Al trabajar con Goltsman aprendí que lo que es válido para un patio de recreo es válido para todos los ámbitos humanos, incluyendo el mundo online.

      Desde una edad temprana, examinamos las aguas de la aceptación preguntando: «¿Puedo jugar?». La respuesta a esta pregunta puede hacer que nuestros corazones se exalten o destrozarnos. En el transcurso de nuestras vidas aprendemos a preguntar más sutilmente o, simplemente, dejamos de preguntar. A veces seguimos para adelante, sin importar el rechazo, para ponernos a prueba a nosotros mismos.

      Los elementos centrales de nuestras identidades están formados por nuestros encuentros con la inclusión y la exclusión. Nosotros decidimos a dónde pertenecemos y dónde somos forasteros. Esto da forma a nuestro sentido de valores y a lo que creemos que podemos aportar. La exclusión, y el rechazo social que a menudo la acompaña, es una experiencia humana universal. Todos sabemos lo que se siente cuando no encajamos.

       Figura 1.2

      Las incompatibilidades entre personas y objetos, físicos o digitales, ocurren cuando el objeto no se ajusta a las necesidades de una persona. La gente, a menudo, tiene que adaptarse para hacer que un objeto funcione.

      Para bien o para mal, las personas que diseñan los puntos de contacto de la sociedad determinan quién puede participar y quién queda afuera. A menudo sin darse cuenta. Un ciclo de exclusión impregna nuestra sociedad. Dificulta el crecimiento económico y socava el éxito de los negocios. Perjudica nuestro bienestar colectivo e individual. El diseño le da forma a nuestra capacidad para acceder, participar y contribuir al mundo.

      Si el diseño es la fuente de las incompatibilidades y de la exclusión, ¿puede ser también el remedio? Sí. Pero requiere trabajo.

      Debemos ampliar nuestra definición de diseño y de diseñadores. Debemos examinar nuestras suposiciones sobre los seres humanos. Debemos preguntarnos «¿A quién estoy excluyendo?» y permitir que las respuestas cambien nuestras soluciones.

      Pero, sobre todo, debemos estar dispuestos a reconocer lo mucho que no sabemos sobre inclusión. Nadie es experto en inclusión en todas las áreas de la vida. Somos, por naturaleza, mejores para la exclusión por razones que exploraremos en los capítulos siguientes. Sabiendo esto, podemos encontrar mejores maneras para seguir adelante.

       MIEDOS Y OPORTUNIDADES

      Existe un interés creciente para hacer de la inclusión un objetivo positivo para empresas, equipos y productos. Las primeras acciones para alcanzar ese objetivo pueden ser las más desafiantes. Como sucede con cualquier especialización, la inclusión es una habilidad que se adquiere con la práctica, a lo largo del tiempo.

      ¿Dónde, en la vida, aprendemos habilidades de inclusión? En mi educación como ingeniera, diseñadora y ciudadana nunca aprendí, formalmente, sobre la inclusión o la exclusión. Accesibilidad, sociología y derechos civiles no eran temas obligatorios en los planes de estudio de Desarrollo Tecnológico.

      A medida que crecía en mi carrera como tecnóloga, notaba la falta de información sobre cómo aplicar el diseño inclusivo a las tecnologías digitales. La mayoría de los ejemplos de diseño universal se aplicaban a rampas en aceras y a utensilios de cocina. No quedaba claro cómo lograr resultados similares en el diseño de la tecnología para consumo masivo. Buscando ayuda, me di cuenta de que mucha gente tenía la misma pregunta: ¿Por dónde empiezo?

      Hoy en día, mi respuesta a esta pregunta es siempre la misma. Hay muchos conceptos erróneos sobre la inclusión. Es importante saber en qué te estás metiendo. Probablemente, estos tres miedos sobre la inclusión aparecerán en algún momento. Si eso ocurre, no estás solo.

       1. La inclusión no es agradable

      Uno de los temores más comunes relacionados con la inclusión es el uso de las palabras equivocadas. Muchos líderes prefieren evitar el tema antes de dar mala imagen u ofender a alguien. No hay un léxico sólido para la inclusión. Hay muchas interpretaciones diferentes para la palabra «incluir», pero no existen muchas palabras para describir exactamente lo que significa.

       Como resultado, puede ser fácil confundir palabras bonitas con buenas intenciones. Una persona o empresa que utiliza el lenguaje adecuado podría no tomar medidas significativas. También puede ser fácil castigar a alguien que está comprometido con la inclusión pero usa las palabras equivocadas. Es una extraña ironía que un grupo de personas apasionadas por la inclusión condenen al ostracismo a alguien por decir algo incorrecto. Esto es común en distintos idiomas y culturas.

      Dicho esto, la gente a veces dice cosas odiosas, y las dice en serio. Estas palabras pueden reflejar sus verdaderas motivaciones. A menudo, pueden estar destinadas a lastimar a grupos de personas que ya experimentan la mayor cantidad de exclusión. Este comportamiento peligroso no se aborda en este libro. En su lugar, nos enfocaremos en los tipos de exclusión que surgen de la inexperiencia y en los hábitos de exclusión sin control.

      La inclusión no es agradable. Es desafiar el status quo y luchar por victorias duramente conseguidas. Es una oportunidad para ser claros y mejorar rigurosamente nuestro léxico para inclusión. Podemos trabajar para aclarar qué queremos decir y por qué nos importa. Podemos crear mejores recursos a través de la educación y la concienciación. Si tienes dudas, no supongas, simplemente pregunta.

      Las palabras tienen el poder de facilitar o congelar el progreso hacia la inclusión. Sin un lenguaje compartido, los equipos luchan para producir resultados tangibles. El tema, a menudo, puede cargarse emocionalmente si los prejuicios personales y del dolor dominan la conversación. Construir un vocabulario mejor para la inclusión comienza con la mejora del limitado que existe


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