En el principio... la palabra. Antonio Pavía Martín-Ambrosio

En el principio... la palabra - Antonio Pavía Martín-Ambrosio


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      Índice

       Portada

       Portadilla

       Créditos

       Introducción al Prólogo del evangelio de san Juan

       1. Dios y su Palabra

       2. Vosotros estáis conmigo

       3. El hacer de Dios

       4. Superabundancia de Dios

       5. La luz dentro de ti

       6. Él te aplastará la cabeza

       7. Un hombre de Dios

       8. El amigo del esposo

       9. Fragilidad y testimonio

       10. La Palabra y la luz interior

       11. El cosmos habla de Dios

       12. Los suyos no lo necesitaron

       13. Bienaventurados los hambrientos

       14. Yo soy el que os hace ser

       15. Una nueva creación

       16. Dios con nosotros

       17. Padre, glorifica a tu Hijo

       18. Nuestra plenitud en Jesucristo

       19. El eterno viviente

       20. La gracia derramada

       21. La ley y la gracia

       22. El Hijo nos revela al Padre

       Biografía autor

      

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      © SAN PABLO 2016 (Protasio Gómez, 11-15. 28027 Madrid)

      Tel. 917 425 113 - Fax 917 425 723

      [email protected] - www.sanpablo.es

      © Antonio Pavía Martín-Ambrosio 2016

      Distribución: SAN PABLO. División Comercial

      Resina, 1, 28021 Madrid

      Tel. 917 987 375 – Fax 915 052 050

      E-mail: [email protected]

      ISBN: 978-84-2856-183-9

      Depósito legal: M. 6.451-2016

      Composición digital: Newcomlab S.L.L.

      Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta obra puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio sin permiso previo y por escrito del editor, salvo excepción prevista por la ley. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la Ley de propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal). Si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos – www.conlicencia.com).

      Porque os hago saber, hermanos,

      que el Evangelio anunciado por mí

      no es de orden humano, pues yo no lo

      recibí ni aprendí de hombre alguno,

      sino por revelación de Jesucristo

      (Gál 1,11-12).

      Gracias sean dadas a Dios,

      Padre de nuestro Señor Jesucristo,

      único autor y creador de este libro,

      y gracias también a la comunidad bíblica

      María Madre de los Apóstoles,

      en cuyas entrañas Él depositó

      con amor estas palabras.

      Introducción al Prólogo del

      evangelio de san Juan

       El crédito de la Palabra

      Isaías nos presenta a lo largo del capítulo 53 de su libro la figura del Mesías como siervo sufriente de Yavé. El texto nos es bastante familiar ya que se proclama como primera lectura en los oficios del Viernes Santo. A través de su exposición, Isaías va describiendo con asombrosa precisión lo que siglos más tarde sobrellevará Jesús a lo largo de su pasión. Tomemos nota, por ejemplo, de Is 53,7.11:

      Fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda, tampoco él abrió la boca. Tras arresto y juicio fue arrebatado [...]. Si se da a sí mismo en expiación, verá descendencia, alargará sus días [...].

      Vistos algunos de los rasgos esenciales de esta profecía, quiero llamar la atención sobre algo que posiblemente y, a pesar de ser más o menos conocida, no hemos reparado; me refiero al introito que hace Isaías a la profecía mesiánica. Introduce su predicción con este interrogante: «¿Quién dio crédito a nuestra noticia?» (Is 53,1).

      En realidad Isaías abre la puerta a una dificultad, lo que siempre hemos llamado el interrogante acerca de Dios. Recordemos la pregunta del profeta: «¿Quién dio crédito a nuestra noticia?». Sí, quién puede dar crédito a un anuncio que presenta a Dios expectante ante el mal, como si lo dejara campar a sus anchas hasta someter a su enviado, al Mesías. Es cierto que la profecía culmina en la victoria final del Mesías, pero ¿es creíble esta dimensión del amor de Dios dando, al menos así lo parece, una cierta autonomía al mal? ¿Podía esto ser creíble para Israel y por extensión


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