Ser hoy persona humana y creyente. Antonio Nicolás Castellanos Franco

Ser hoy persona humana y creyente - Antonio Nicolás Castellanos Franco


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coca cola.

      b) El grupo crece en la línea de la comunicación: Ser-con

      La comunicación está íntimamente ligada a la personalización, pero hay una diferencia, pues en la personalización se da la comunicación a través de la manifestación y conocimiento de las personas del grupo, mientras que la comunicación mira directamente a las relaciones interpersonales y a la dinámica del grupo. Sin embargo la comunicación siempre personaliza y hace crecer al grupo, en tanto que en la comunicación se empieza a poner en común lo más fácil, como las experiencias que se traen al grupo o los motivos por los que uno viene al grupo.

      En un segundo momento, a través de los mensajes dados y recibidos, se fortalece la dinámica del grupo y se multiplican las posibilidades de comunicación interpersonal.

      En un tercer momento se consiguen niveles mucho más profundos, debido a que se pretende que el grupo se interrelacione, buscando el compromiso de unos con otros. No existe comunión, sin comunicación, diálogo y escucha.

      Se consigue por diversos caminos: estableciendo una interrelación de dar y recibir ayuda, con la comunicación de la vida a través de hechos de vida o revisión de vida, con el estudio de los problemas grupales (aquí pueden ser de mucha ayuda los sociodramas) y es importante profundizar en el papel de los líderes, roles, autoridad en el grupo, pues tiene una incidencia grande en el proceso de la comunicación.

      c) El grupo crece desde su situación histórica y social: Ser-en-situación

      «Yo soy yo y mi circunstancia». El medio ambiente nos condiciona, por eso es imprescindible conocer el contexto psicosocial donde vivimos. Se impone el conocimiento de esta sociedad en cambio, con sus valores y sus crisis de valores. Las personas son siempre actores y protagonistas de su propio destino.

      d) El grupo crece en la línea del servicio misión: Ser-para

      No basta con conocer la realidad, hay que pasar de la toma de conciencia a la acción, a implicarse, al compromiso, a meter las manos en la harina de la historia. No queda otra que actuar sobre esa responsabilidad y no de una manera esporádica sino de modo coordinado, con objetivos precisos y calendario de evaluación.

      La concienciación es doble, por un lado temática, pues en el área personal se estudian temas fundamentales como el amor, el trabajo, la felicidad, la libertad, la responsabilidad; mientras que en el área social se estudian los temas de la realidad social. Y, por otro lado, está el compromiso de acción, ya que después de los pasos anteriores llegamos a formular una hipótesis de acción sobre la realidad que se concretiza en proyectos de trabajo.

      En definitiva se busca hacer un mundo más fraterno, habitable para todos, pero por medio de acciones concretas, que aquí y ahora, donde estamos, emprendemos decididamente. Esta dinámica es lo que da hondura, solvencia y peso específico a las relaciones humanas, como objetivo y como medio para conseguir otras realidades, sean de tipo educativo, pastoral, social, familiar...[2].

      2. Educar en valores y valores para vivir

      Ciertamente el tema apremia, tiene carácter de urgencia y se ha convertido en auténtico clamor social. Urge promocionar los valores en las sociedades democráticas, que están sufriendo las consecuencias graves de ese vacío ético. La conciencia colectiva se está convenciendo cada vez más de que las cosas no pueden seguir así, deben ser de otra manera si se quiere salvar a la persona humana y conseguir un orden social más justo y más humano. Hay que reclamar una ética que nos permita ser libres y solidarios. Nos asusta el antagonismo brutal entre los valores heredados de la tradición y los que ofrece la sociedad actual.

      La complejidad de la vida nos asusta. Hoy se cruzan caminos alternativos y contradictorios. Al grito de los pobres se añade ahora el grito de la tierra, explotada, malherida, mercantilizada, con todos los cambios climáticos y desastres ecológicos, que conocemos. Padecemos una crisis de valores personales, estructurales y sistémicos. Estamos inmersos en un sistema de valores, mejor de antivalores, que nos impone una ideología centrada en la ganancia a toda costa, donde manda el capital, el dinero, algo que trae como consecuencia el individualismo absoluto, el consumo sin medida, la mercantilización y el lucro por encima de todo.

      Y esto se encubre bajo la bandera de la modernidad, el progreso, la ilustración, el bienestar, la tecnología y el futuro. Con la caída del socialismo, el capitalismo se hace más fuerte y es mayor el contraste entre los valores de la cultura tradicional y los del mundo en que vivimos. Pongamos algunos ejemplos:

       Frente al sentido comunitario, solidario, del compartir y de la reciprocidad, el capitalismo ha introducido el individualismo feroz y el egoísmo a ultranza.

       Frente a una vida sencilla, frugal, contenta con lo elemental, se ha puesto de moda el consumo en unas cotas inviables.

       Frente al sentido de armonía cósmica con la naturaleza, la madre tierra, la Pachamama andina, el capitalismo ha introducido el valor mercantilista de la tierra, abusando de los recursos naturales, con un antropocentrismo egoísta y salvaje.

       Frente a un sentido sencillo y pudoroso de la sexualidad y una visión humana del sexo, del matrimonio y de la familia, el capitalismo nos ha invadido con una ideología del sexo como juego, del placer por el placer, de la pornografía y del abuso de la mujer, con una concepción egoísta y muy poco seria de la familia y el matrimonio.

       Frente a un sentido de la gratuidad y de la fiesta como celebración comunitaria y sueño utópico de la sociedad del futuro, el capitalismo ha pervertido la celebración, ha absolutizado lo útil, el ahorro y el trabajo como lo único valioso, dentro del cual la fiesta sería una interrupción desagradable pero necesaria para poder luego trabajar más y ganar más.

       Frente a un sentido integral de la persona y de la vida, que valora lo afectivo, lo simbólico y lo gratuito, el capitalismo defiende un racionalismo frío y calculador, la razón instrumental frente a la razón simbólica.

       Frente al valor de la honestidad, la autenticidad y la transparencia, el capitalismo defiende bajo la capa del progreso la doble moral, la hipocresía, el silencio bancario, los paraísos fiscales y el blanqueo de dinero.

       Frente a un sentido pacifista de los pueblos, el capitalismo, tremendamente machista, defiende el armamentismo, vende armas a los países pobres y se aprovecha de sus luchas y rencillas tribales para ganar dinero a costa de vidas humanas, fabrica minas antipersona y luego ofrece la tecnología antiminas para eliminarlas, sin que le importen las víctimas inocentes, muchas veces niños y niñas, que se quedan sin piernas o sin brazos.

      En una palabra, frente al «vivir bien» que las culturas tradicionales defienden, es decir, una vida humana, sencilla, igualitaria y compartida, el sistema capitalista defiende el que algunos vivan mejor a costa de que otros vivan inhumanamente[3].

      No podemos sustraernos de la conmoción histórica, de los cambios profundos en el amanecer de una nueva época de la historia. En la nueva morada vital del hombre y de la mujer aparece una diversificada variedad de propuestas a la hora de educar en valores.

      Resulta complicado llegar a consensos en este tema porque nos movemos en zonas ambiguas, dudosas, complejas, de crisis de valores. En el fondo una crisis del sistema educativo, familiar, escolar y social. Pero no queda otra que buscar salidas, humanamente satisfactorias, aplicar creatividad, inteligencia y compromiso de cara a nuevos emprendimientos educativos y humanos.

      Desde estas premisas, distribuyo mi reflexión en tres bloques. El proceso empieza por una educación transformadora en la familia, escuela, parroquia y sociedad civil; el segundo paso del proceso se centra en los valores y, en tercer lugar, me ocuparé de los «valores para vivir».

      Ante este cuadro de valores que nos presenta el capitalismo neoliberal, hondamente arraigado en nuestras sociedades, hemos de señalar nuestra responsabilidad de buscar un profundo cambio de valores, especialmente en las sociedades ricas. Lamentablemente esos valores están enriqueciendo el mismo sistema económico. Frente a este sólido y perjudicial marco de valores tenemos que resituarnos, plantear las tareas educativas,


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