Cartas al general Melo: guerra, política y sociedad en la Nueva Granada, 1854. Angie Guerrero Zamora

Cartas al general Melo: guerra, política y sociedad en la Nueva Granada, 1854 - Angie Guerrero Zamora


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locales fueron la caja de resonancia de los conflictos nacionales, y todo sugiere que el artesanado costeño poco interés tenía por el programa de sus pares capitalinos, siendo otros sus intereses para posicionarse a favor o en contra del golpe melista18.

      En resumen, las memorias y relatos impresos durante el siglo XIX e inicios del xx sobre los eventos del golpe de Estado el 17 de abril de 1854 y la guerra que posteriormente se desató fueron escritos por los triunfadores. Por su parte, los nuevos trabajos elaborados por los historiadores profesionales inspirados en la historia desde abajo si bien dan una vuelta a las interpretaciones previas, en general no han consultado los archivos producidos por los melistas, salvo contadas excepciones, apoyándose por lo general en fuentes producidas por los triunfadores19.

      Los trabajos de David Sowell, Armando Martínez y Carlos Camacho se inscriben a contrapelo de estas interpretaciones. En su estudio sobre el movimiento artesanal a lo largo del siglo XIX, Sowell afirma que los artesanos afiliados a las sociedades democráticas no tenían ideas socialistas, fue más bien un rótulo aplicado por sus enemigos para deslegitimarlos o unas expresiones retóricas publicitadas por algunos jóvenes liberales gólgotas en las democráticas, pero nada indica que fuese compartido por la base. Sobre los eventos de abril de 1854, señala la capacidad de los artesanos de amenazar la dirección de los partidos y el orden sociopolítico, siendo capaces de construir un lenguaje político propio a partir de los insumos que les proveyó el Partido Liberal (ideologías republicanas, socialistas, etc.). No obstante, Sowell cuestiona la sobredimensión dada por los historiadores a los artesanos en el golpe de Melo, una tesis retomada por Armando Martínez y Carlos Camacho, quienes concuerdan en resaltar el carácter preponderantemente militar del golpe del 17 de abril. El primero, Martínez, ha mostrado cómo las políticas antimilitares promovidas por los liberales gólgotas llevaron a un sector del Ejército regular, con apoyo de las milicias, a asumir un papel deliberativo en la arena pública. El segundo, Camacho, ha resaltado recientemente que los protagonistas del golpe fueron militares en servicio activo, invisibilizados por una “historiografía obsesionada por los artesanos organizados políticamente”20.

      Como se vio en el apartado anterior, en las últimas décadas las interpretaciones de izquierda, o las centradas en los sectores populares, han sido predominantes en lo relativo al golpe de Estado del general José María Melo. Independientemente de las posiciones ideológicas a partir de las cuales se construyen los marcos interpretativos del pasado, nos parece necesario hacer algunas precisiones. En primer lugar, el 17 de abril de 1854 se produjo un golpe de Estado porque ese día se cerró el Congreso, se apresaron varios diputados y se mantuvo recluido al presidente electo constitucionalmente21. Segundo, y a pesar de lo señalado, hay que cuestionar la caracterización del gobierno de Melo como dictadura, en tanto restableció la Constitución de 1843 e intentó ceñirse a ella, en la medida en que lo permitía la guerra civil, como lo expresan las diversas leyes y ordenanzas que emitió en su momento, la formación de un gabinete, la designación de gobernadores y el llamado a convocar una Convención Nacional para redactar una nueva carta22.

      El hecho es que muchas de las intenciones institucionales de Melo se quedaron en el papel porque en la práctica el general dominó únicamente el altiplano cundiboyacense, alcanzando a extender parcialmente su gobierno por el nororiente (gracias a la campaña del coronel Dámaso Girón) hasta Bucaramanga. Pero la derrota sufrida en Pamplona el 26 de agosto de 1854 impidió a los melistas cimentar el nuevo orden político en el corredor montañoso de los actuales departamentos de Santander y Norte de Santander23.

      Igualmente, fue precario el control que tuvieron Melo y sus seguidores en el occidente de la sabana de Bogotá. Si bien la provincia del Tequendama logró ser ocupada para finales de abril de 1854, su control fue frágil por la presencia de guerrillas constitucionales. De hecho, la denominada división del Alto Magdalena retomó el control de ese territorio al tomarse La Mesa, la capital de la provincia, el 11 de septiembre. Idéntico fue el caso de Honda que, tras ser ocupada el 26 de abril por el jefe del Estado Mayor de la 1.ª División del Ejército de Melo, José María Barriga, cayó en manos de los constitucionales el 4 de mayo de 185424. Los ejemplos aludidos expresan las precarias bases de apoyo al occidente de la sabana de Bogotá por parte del melismo, que, por demás, fue una de las entradas de los ejércitos constitucionales25.

      Los efectos del golpe de Melo en el resto de las provincias de la Nueva Granada fueron precarios y desarticulados. En Popayán se presentaron conatos contra el gobierno provincial el 8 de abril de 1854, cuando corrió un rumor en la localidad sobre un golpe de Estado perpetrado por los gólgotas en Bogotá, donde supuestamente habían sido asesinados varios personajes de la ciudad. Por lo señalado, se suscitaron tumultos que avivaban al presidente Obando y al general Melo, mientras denostaban a la facción liberal gólgota y a los conservadores. Todo sugiere que era un plan dirigido por los liberales draconianos para ocupar la ciudad, con el apoyo de hombres del común y cuerpos de las milicias de las parroquias vecinas.

      Los sucesos en Popayán sugieren que, a pesar de la desarticulación de que adoleció el golpe de Melo, sí existieron planes concertados con otras localidades. En el caso narrado, los eventos develaron una facción melista dirigida por los hermanos Cobo, los Alegría y los Ordóñez, los presbíteros Manuel María Alaix y Teodoro Sandoval, los abogados Andrés Cerón, Pedro José Constaín, Eulogio Fernández y el coronel Victoriano Nieto, todos ellos amigos personales de José María Obando26. Dicho grupo debía tener información acerca de los planes golpistas de Bogotá, pues en los días siguientes asediaron con grupos armados los alrededores de la ciudad hasta que finalmente optaron por rendirse el 15 de abril, plegándose a un indulto27.

      Como era de esperarse, la llegada de la noticia del golpe de Melo a Popayán dio nuevos alientos a sus partidarios, quienes finalmente lograron, el 16 de mayo, incitar el pronunciamiento del batallón 5.º con el apoyo de la compañía de Guardias Nacionales de Calicanto. Sin embargo, la toma del poder fue efímera porque una coalición de milicias constitucionales, provenientes de las parroquias al sur de la ciudad, atacaron el cuartel el 21 de mayo, después de que fracasaran los intentos de diálogo. Tras un día de combate, los gobiernistas ocuparon la plaza y los melistas debieron refugiarse en el cuartel del batallón amotinado. A la mañana siguiente, se acordó un cese al fuego y la tropa veterana se entregó, no así un sector de democráticos liberales a la cabeza de Manuel Antonio Alegría, quienes se refugiaron en la hacienda de La Estancia, al norte de Popayán, donde resistieron varios días hasta ser sometidos el 2 de junio de 185428.

      En Cali, los sucesos tuvieron otro tinte. Las noticias del golpe llegaron a la localidad el 28 de abril, desconcertando a las autoridades que, en principio, rechazaron el acto. Sin embargo, un día después la Sociedad Democrática respaldó los sucesos capitalinos y se manifestó en contra de la Constitución del 21 de mayo de 1853, de ingrato recuerdo para los liberales de la ciudad por haber perdido las elecciones para gobernador frente a un candidato conservador. En este caso, el papel protagónico fue el de las sociedades democráticas, que de tiempo atrás estaban enroladas en la Guardia Nacional y eran activas y deliberativas en la arena pública reclamando sus derechos, exigiendo la recuperación de las tierras ejidales apropiadas por los hacendados y participando en una acción colectiva conocida como el “perrero”, que consistía en vapulear en la oscuridad de la noche a los conservadores, derribar cercas y asaltar estancias rurales29.

      Finalmente, el 19 de mayo la Sociedad Democrática se pronunció a favor de la dictadura, apoyada por una facción del liberalismo, tomando fácilmente el control de la ciudad gracias a la Guardia Nacional. Por esa misma época, los liberales de Quilichao se levantaron en apoyo de Melo, buscando aliarse con los de Cali para enfrentarse a la resistencia constitucional establecida en Caloto el 1.º de mayo, donde en una amplia reunión de hombres notables y del común conformó la columna Torres. Por tal razón, los melistas de Cali decidieron enviar una fuerza armada en apoyo a los quilichagüeños, pero fueron batidos en la hacienda San Julián el 23 de mayo30. La derrota cambió el juego de fuerzas en la región; los democráticos


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