El pequeño doctor. Alfred Vogel
excelente.
Se debe observar una buena higiene bucal en el transcurso de todas las enfermedades infecciosas, incluida la gripe. Hay que cepillar los dientes con regularidad, con un cepillo de dientes adecuado y también la lengua, que suele estar «sucia» en estos casos. Las gárgaras con suero láctico concentrado constituyen otra medida de apoyo para favorecer el proceso curativo.
Como sucede con las enfermedades infecciosas, debemos procurar que la habitación de estos enfermos esté bien ventilada, ya que los pulmones se ven forzados a trabajar más para favorecer los procesos de «combustión» interna. Si los pacientes están bien tapados, siempre es preferible una habitación atemperada que una que esté sobrecalentada.
Una vez desaparecida la fiebre, la dieta del paciente se iniciará con fruta y con alimentos vegetales crudos; les seguirá una alimentación sencilla de tipo vegetariano y, pasada ya la convalecencia, el paciente adoptará la dieta usual, a ser posible, lo más natural posible.
De este modo conseguiremos superar rápidamente la gripe sin que aparezca ninguna secuela posterior para el cuerpo, como, por ejemplo, una gran sensación de cansancio y otros síntomas que, a veces, se presentan una vez pasada la enfermedad.
Gripe
Si bien, desde hace unas décadas, las epidemias de gripe que con cierta frecuencia aparecen en Europa no causan tantas víctimas mortales como en tiempos pasados, tampoco hay que considerar la gripe como una enfermedad banal, ya que sus secuelas o repercusiones posteriores pueden ser graves y sumamente incómodas. Estas pueden afectar a los pulmones (neumonía) o agudizar lesiones o trastornos crónicos de hígado, riñones, páncreas o de los órganos del bajo vientre. También puede verse afectada la estimulación del músculo cardíaco, o pueden producirse afecciones cutáneas (eczemas). A veces incluso pueden presentarse manifestaciones de tipo reumático como consecuencia de una gripe mal curada o mal tratada. Estas complicaciones podrían evitarse con un tratamiento cuidadoso y a fondo de la gripe.
Puntos importantes en el tratamiento de la gripe
Para conseguir buenos resultados en el tratamiento de la gripe, debemos tomar en consideración cuatro puntos importantes:
1. Hay que activar la eliminación de las sustancias nocivas producidas durante la enfermedad mediante terapias físicas. Se controlará el estado del corazón, algo a tener siempre en cuenta en las curas sudoríficas. Produciremos la sudoración necesaria mediante la aplicación de envolturas o baños sudoríficos.
2. Emplearemos remedios a base de plantas medicinales, como gotas para los riñones y el hígado, para conseguir una mayor eliminación a través de los riñones y del hígado. Para impedir la aparición de irritaciones o inflamaciones, tomaremos un extracto de equinácea.
3. Como en toda enfermedad, la alimentación es siempre importante. Mientras dure la fiebre, el paciente no debe recibir alimento proteico ni grasa alguna. Da muy buenos resultados someterse a una dieta de zumos de uno o dos días. Resultan especialmente beneficiosos los zumos de pomelo15, arándano diluido y grosella negra, con los que vamos alternando zumo de remolacha, también diluido. El paciente deberá tomar bastante más cantidad de líquido de la que suele beber normalmente.
4. Después de la remisión de la enfermedad deberemos dirigir nuestra atención hacia el periodo de convalecencia con un tratamiento adecuado, cuya duración no deberá ser demasiado corta. Aunque hayan desaparecido las manifestaciones agudas de la enfermedad, deberemos seguir, pues, con una terapia física. Aunque no haya fiebre no conviene suspender la toma de remedios diuréticos, así podremos eliminar las toxinas acumuladas y evitar que se produzcan secuelas o complicaciones pasajeras o permanentes.
En toda gripe es aconsejable seguir un tratamiento concienzudo, como en toda enfermedad infecciosa, hasta la curación completa de la enfermedad. Solo así podremos evitar la aparición de complicaciones, muchas veces más problemáticas de lo que uno pueda pensar.
Nuestro cerebro
El cerebro no solo es una estructura maravillosa, sino también un extraordinario regalo del Creador para los seres humanos. Sin él no podríamos ni planear ni poner en práctica ni terminar nada, por lo que deberíamos estar muy agradecidos. Cuando una persona ayuna voluntariamente o pasa hambre sin desearlo y pierde buena parte de su peso corporal, la médula espinal y el cerebro apenas se ven afectados por pérdida de peso alguna. El hecho de que nuestro organismo se vaya desintegrando poco a poco, antes que el cerebro, nos muestra su importancia como punto de partida de la mayoría de los impulsos vitales.
Un buen modelo comparativo con el cerebro humano lo constituyen las nueces. Su dura cáscara externa se puede comparar con el cráneo. La parte carnosa del fruto semeja al cerebro, mientras que la fina piel interna que se puede quitar en las nueces recién recolectadas tiene un cierto parecido con las meninges. Entre el cerebro y la médula espinal se encuentra el cerebelo, cuyo tamaño aproximado es el de una pelota de tenis. Las funciones que realiza el cerebro son equivalentes a las que se pueden observar en una sala de mandos de una central energética, de un transatlántico o de un moderno avión transoceánico. Nos asombran y producen admiración los múltiples instrumentos y conmutadores. Estas salas de mandos son, en cierto modo, como el cerebro de los barcos y aviones. Todo lo referente al viaje, cualquier cambio de curso, todas las estructuras de defensa en la lucha contra los elementos, en resumen, todos los impulsos directores proceden de la sala de mandos, es decir, del cerebro. El organismo le suministra la energía que necesita. La producción de energía que hace funcionar todo procede de las dinamos que producen corrientes de fuerza y luz. Si la producción de corriente no funciona bien o se estropea, la sala de mandos también se verá afectada, fallará o funcionará mal, a pesar de lo maravillosamente construidos que estén sus aparatos e instalaciones.
De la ilustración a la realidad
El aporte de energía para nuestro cerebro proviene de la sangre. Si esta lleva todas las sustancias nutritivas, vitaminas y sales minerales que precisan las células cerebrales y están bien abastecidas, todo funcionará a la perfección. Cada una de los millones de células que hay en el cerebro no desempeñan exclusivamente una función. Nuestro cerebro está dividido en grupos de trabajo denominados centros nerviosos, de los que se conocen más de una veintena. Cuando acontece un ataque de apoplejía, alguno de estos centros puede quedar desconectado. En estos casos, suele verse afectada la parte interna del cerebro, mientras que la parte externa, es decir, la corteza cerebral, no suele verse directamente dañada. Si, por ejemplo, se afecta un vaso sanguíneo de la parte interna derecha del cerebro se puede interrumpir el riego sanguíneo de su parte externa, manifestándose las consecuencias en la mitad izquierda del cuerpo. Este cambio de lateralidad se debe a que una parte importante de las vías nerviosas se cruza en el interior del sistema nervioso central. Así pues, lo que se manifiesta en el lado derecho del cuerpo se debe a trastornos circulatorios en la mitad izquierda del cerebro y viceversa. Si el cuerpo puede reparar las lesiones, desaparecerá la parálisis ocasionada y podrá restablecerse de nuevo el habla. Si se altera el centro nervioso del habla, mientras sigue funcionando bien la composición de las ideas y las interrelaciones entre el medio ambiente interno y externo del paciente, se produce la penosa situación de que el paciente no puede expresar correctamente de palabra lo que piensa, es decir, con la voz, aunque podrá hacerlo mediante la escritura.
Repercusiones desfavorables
Tanto la hipertensión como la hipotensión arterial influyen desfavorablemente sobre el funcionamiento del cerebro. Una presión arterial demasiado elevada o excesivamente baja puede producir, por ejemplo, mareos y ausencias. A pesar de que un órgano tan importante como el cerebro se halle tan bien situado y protegido por los huesos del cráneo puede verse dañado por accidentes y conmociones. ¡Pensemos, por un momento, en las múltiples caídas