El pequeño doctor. Alfred Vogel
a todas las células del cuerpo para que pueda desarrollarse de un modo normal la vida económica de miles de millones de células presentes en nuestro organismo. Todo el abastecimiento de materiales, minerales, vitaminas, fermentos, aminoácidos para la formación de proteínas, azúcares y bolitas de grasa, incluido el oxígeno, puede considerarse, en cierto modo, como mercancías que el sistema arterial debe transportar diariamente para que accedan a las células que las necesitan.
Cada célula actúa como un pequeño taller que necesita de materia prima para la construcción, así como abastecimiento de materiales. Solo entonces, cuando disponga de todo lo necesario para sus procesos vitales, podrá realizar un trabajo fiable y maravilloso. Todo déficit en las cantidades necesarias y en la calidad de la materia prima fuerza a las células a buscar soluciones de urgencia para salir del apuro. Solamente en condiciones extremas las células empezarán a fallar en sus trabajos. Nunca es la célula la responsable de estas inconveniencias, ya que se defiende tanto como puede para actuar bien, y solo en condiciones muy apuradas empieza a fallar.
Por todo ello, constituye un deber insustituible ocuparse de que el tren correo de nuestro sistema arterial pueda mantener su horario de la vida, activando nuestra circulación con ejercicio físico y con una buena respiración. Así mismo, debemos vigilar que toda la materia prima necesaria se halle presente en cantidad suficiente para que los laboratorios del estado celular puedan realizar su maravilloso trabajo según el plan y programa divino. De este modo, sacaremos el máximo provecho de todo lo que este pequeño estado celular puede hacer por nosotros.
Pero esto es solo una parte de su trabajo, ya que no solo se debe considerar el aporte, pues en toda fábrica, como sucede en nuestro cuerpo, se producen también residuos, sobre todo los resultantes de los procesos de combustión. Los residuos originados deben ser eliminados cuanto antes si no queremos que empiecen a producirse estancamientos y atascos y que con ello se vea afectado el buen funcionamiento. El tren correo de regreso equivale a nuestro sistema venoso. Este se encarga de transportar a las vías de eliminación todos los residuos producidos por los procesos de combustión y toxinas resultantes, como dióxido de carbono y ácido úrico, además de otros ácidos y productos de deshecho. En parte son transformados por el hígado y eliminados del cuerpo por la acción de los riñones. Si este transporte se estanca van a surgir problemas, ya que van llegando nuevos residuos que agravan la situación y se producen estancamientos y un aumento de la presión. De este modo se producen descarrilamientos, y las mercancías transportadas quedan retenidas en vías muertas, lo que en nuestro cuerpo equivale a la formación de las temidas varices.
Pequeñas ayudas
¿Qué podemos hacer para resolver con éxito este trastorno? Quien más, quien menos, quizá tenga la posibilidad de realizar cambios en su actividad laboral y reducir la permanencia de pie en locales fríos y húmedos. Además, procuraremos utilizar vestidos adecuados y no vestir ropa demasiado ligera ni someter a un frío innecesario las piernas y el bajo vientre, lo que puede dar lugar a trastornos, lo mismo que llevar zapatos de tacón alto, que también evitaremos.
También podemos ayudarnos de la acción de algunas plantas, entre las que destacan los extractos de castaño de Indias, así como la pulsatila (homeopático), el hipérico8 y la milenrama9, plantas que han servido de ayuda a muchas mujeres, jóvenes y adultas, y sobre todo a las futuras madres. Un apoyo del sistema circulatorio, basado en procedimientos naturales adecuados, nos va a proteger de muchas contrariedades y va a procurarnos días tranquilos, en lugar de días dolorosos y llenos de preocupaciones.
La importante función de las arterias
Cuando pienso en el inmenso tráfico que no cesa, mañana y tarde, por las vías de acceso a la ciudad de Nueva York, entiendo que la expresión «arterias de tráfico» resulta acertada. Si el tráfico se parase en ellas, la gran ciudad no podría sobrevivir mucho tiempo. Si nos ocupamos con detenimiento, veremos lo importantes que son las vías de tránsito de nuestro cuerpo, es decir, las arterias. Si estas pierden su elasticidad, se estrechan y se calcifican, el cuerpo más hermoso, con sus miembros bien formados y con una buena masa muscular, va a degenerar y a fallar, al igual que un bien dotado y entrenado cerebro. La propia estructura anatómica de las arterias ya nos informa sobre su importancia. Imaginémonos, para ello, un tubo formado por diversas capas y con una pared interna elástica y lisa; encima de ella se encuentran el resto de las capas, formadas por tejido conjuntivo, en parte elástico y en parte laxo, aunque resistente a los desgarros. Este tubo arterial puede llegar a soportar hasta unas veinte atmósferas de presión.
Conociendo estos datos, ya podemos hacernos una pequeña idea de nuestras principales arterias. Al igual que el corazón, las arterias también poseen sus propios vasos que las nutren; se trata de una red vascular presente en sus paredes que recibe el nombre de vasa vasorum. Las paredes arteriales también poseen una red linfática propia y todo un cableado de fibras nerviosas. A medida que las arterias de nuestro cuerpo se encuentran más alejadas del corazón, más se ramifican y mayor resulta el calibre global, por lo que la presión con que les llega la sangre, así como el grosor de las paredes arteriales será cada vez menor hasta llegar a la red de los capilares sanguíneos. El grosor de cada capilar sanguíneo es unas cincuenta veces menor que el del cabello humano más fino.
Papel de las arterias en el organismo
Un investigador neerlandés llamado Hoorne decía que el cuerpo está formado por venas. Descubrió el método para hacer visibles las venas mediante la inyección de un colorante de color rojo. Impresionado por aquel experimento, ya lejano en el tiempo, que vio en los Países bajos, el zar Pedro el Grande quiso llevarse dicho preparado a su Rusia natal. No obstante, el colorante llegó en mal estado, ya que unos marineros se habían bebido el alcohol que se había empleado para conservar dicho producto dentro de un recipiente de vidrio.
Podemos considerar realmente como un milagro el hecho de que cada una de los miles de millones de células de las que se compone nuestro cuerpo esté prácticamente en contacto con este ininterrumpido sistema de transporte que constituye el sistema arterial. La sangre precisa aproximadamente un segundo para pasar de la parte arterial de los capilares sanguíneos a la parte venosa. Durante este segundo pasa oxígeno de la sangre a las células más próximas, mientras que, en sentido inverso, pasa dióxido de carbono procedente del metabolismo celular al interior del capilar sanguíneo. Del mismo modo pasan los nutrientes de la sangre a las células del entorno, mientras que los residuos metabólicos celulares pasan al interior de dichos capilares. Una vez cumplidas estas funciones, la sangre fluye de regreso al corazón a través del sistema venoso.
La circulación sanguínea menor, que va del corazón a los pulmones y regresa al corazón, precisa unos seis o siete segundos de tiempo. La circulación sanguínea que nutre a la musculatura del corazón, gracias a las arterias coronarias, se completa en unos tres o cuatro segundos. Por su parte, la sangre tarda unos ocho segundos en llegar al cerebro, mientras que la sangre que va a las piernas, hasta la punta de los dedos de los pies, tarda unos dieciocho segundos. De ello resulta que una célula sanguínea realice al día unas tres mil vueltas por el sistema circulatorio sanguíneo sin que cese el movimiento, día y noche. Parece que no existe otra cosa tan aficionada a viajar en el mundo. Sale con mucho ímpetu del corazón y va circulando por el sistema arterial, cada vez más ramificado y con calibres cada vez más pequeños, hasta alcanzar la fina red de capilares sanguíneos. También sucede que cuanto más delgados son los vasos sanguíneos, más lentamente circula la sangre. Al final cede, como un mensajero, la mercancía que transporta para regresar a través del sistema venoso. En caso de agotamiento corporal o sobreesfuerzo físico, tiempo frío, estado de ánimo alegre y en caso de fiebre, las células sanguíneas aumentan su velocidad de desplazamiento. Sin embargo, las depresiones y los trastornos de tipo anímico lo ralentizan. En estos casos se produce una nutrición defectuosa en miles de millones de células, y si no se solventa la situación, el ser humano en su conjunto puede enfermar. De ahí que los padecimientos anímicos, si duran mucho tiempo, pueden abocar en enfermedades orgánicas.