Arte y hostilidad. Iván Trujillo
que está en el centro de los textos que reunimos en la presente publicación, se destacaba de partida el aspecto concerniente a la pérdida de la significación especulativa de la tesis del fin del arte que la recepción y la exégesis le han otorgado hasta el presente. Y se hacía esto confiando la moderación de su significado al “contexto más amplio de la necesidad de pensar el acto poiético desde los marcos conceptuales en que la filosofía idealista del siglo XIX concibe la historicidad, respetando en ello parcialmente el carácter propio de la Geschichlichkeit hegeliana y su índole teleológica, pero vinculándola también con la simultánea reflexión sobre arte e historia proveniente del romanticismo temprano […] reflexión que concluye en la identificación de una emancipación de la poiesis tanto de sus normativas epocales como así también de los límites impuestos por el clásico canon de la representación mimética”22. En otras palabras, y en un gesto probablemente no ajeno al estallido del habermasianismo que hemos sugerido y quizás de cierta recepción, no sin entusiasmo, de un cierto posmodernismo “a la alemana”, este ensayo tiende así un puente entre el temprano-romanticismo y la reflexión contemporánea del arte23. Pero, se trata menos de un puente que de un movimiento histórico esclarecido por el trabajo crítico-filológico, y que al conjuntar el temprano-romanticismo con Hegel, establece una continuidad entre la estética decimonónica y su estado presente: Szondi, Danto, Adorno y el posestructuralismo en Francia y en los Estados Unidos24.
Antes de comenzar los capítulos de este libro, la mayor parte de los cuales se deben al proyecto recién mencionado y a su problemática, quisiéramos situar el problema de la inactualidad de Hegel en una reflexión filosófica muy reciente. Esta reflexión, como la mayor parte de los textos que conforman nuestro libro, procura mantener una relación con el pensamiento del filósofo Jacques Derrida.
2 Eran los años en que en Chile había despertado a las protestas contra la dictadura militar y, también, contra todas aquellas influencias que con ella se habían vuelto predominantes. Una de ellas era la filosofía alemana, en el ambiente de por los menos algunas universidades católicas. En este ambiente destacaban Kant y Heidegger. El entusiasmo por Habermas, y por el pensamiento de la llamada “Escuela de Frankfurt”, respondía sin duda a inclinaciones críticas que lo situaban a uno en la disidencia en medio de la fuente alemana. Y en medio de esta fuente crítica, a algo que ella misma comentaba. En cuanto a los trabajos de Habermas, sobre todo los trabajos de los años sesenta y setenta, con traducción al español. Por ejemplo: Conocimiento e interés (Madrid: Taurus, 1982) y Ciencia y técnica como ideología (Valencia: Pre-Textos, 1986).
3 El primer texto, originalmente un discurso pronunciado por Habermas con ocasión del otorgamiento del premio Adorno, tiene traducción en castellano en Jürgen Habermas, “La Modernidad: un proyecto inacabado”, Ensayos políticos (Barcelona: Península, 1994), 265-283. En cuanto al segundo texto, en la traducción de Manuel Jiménez Redondo, Cf. Jürgen Habermas, El discurso filosófico de la modernidad (Madrid: Taurus, 1989).
4 Observemos de paso, para sugerir al menos una consecuencia más tarde, que Philippe Lacoue-Labarthe traduce al francés el libro de Benjamin sobre el concepto de crítica de arte en el romanticismo alemán.
5 Cf. La excelente presentación de Naim Gárnica, “Asimilación sin entusiasmo. El debate franco-alemán”, en Raulet, 2017.
6 Raulet observa que, a partir de las lecciones de Frank sobre el neoestructuralismo, toda una generación se inició en el pensamiento francés. A pesar de la contraofensiva de Ha-
bermas ante la arremetida francesa contra la Teoría Crítica, “que se renovaba ciertamente de manera inexorable pero lenta”, esta contraofensiva no sólo no impidió, sino que abrió la puerta al posestructuralismo y al pensamiento posmoderno en Alemania. Sugiere también que esta tendencia fue acogida y con entusiasmo por los pequeños editores antes que por los grandes, y que Frank contribuyó a ello no obstante no compartir el entusiasmo de aquellos. Asimilación poco entusiasta que le da el título a un artículo de Manfred Frank que le da el nombre al presente libro. Cf. Raulet, 2017. Con lo dicho por Raulet, las paradojas de las que estamos hablando quizás den lugar a una cierta forma de recepción del posmodernismo, incluso de cierto afrancesamiento, “a la alemana”.
7 En 1985, en el Prefacio del Discurso filosófico de la modernidad, Habermas reconoce que “el término de batalla ‘postmodernidad’” se ha generalizado a raíz de La condition postmoderne de Jean-François Lyotard, libro publicado en 1979.
8 Cf. Herbert Schnädelbach, 2017, 66.
9 Son los capítulos 4 (Nietzsche), 6 (Heidegger) y 7 (Derrida) de El discurso filosófico de la modernidad.
10 De eso que testimonia el libro de Albrecht Wellmer Sobre la dialéctica de modernidad y postmodernidad, publicado en Alemania también en 1985. Se cita allí el escrito de Lyotard en el que responde a Habermas y a su alocución de 1980. Cf. Wellmer 1993, 58. 11 La relación de Derrida con Habermas parece tener al menos dos momentos. El primero, marcado por el conflicto, se puede observar en esa larga nota crítica de Limited Inc a la recepción que hizo de su trabajo Habermas (Derrida 2018). El segundo momento, marcado por el reconocimiento, está vinculado sobre todo con ocasión del otorgamiento del premio Adorno el año 2001, instancia en la que Derrida hace una exposición de lo que ha sido su vínculo con Adorno y Benjamin en medio de la herencia compartida entre franceses y alemanes (Derrida 2002). Un extenso trabajo que consigna la evolución de la relación entre Derrida y Habermas, se puede hallar en Pierre Bouretz (2010). Para este autor Habermas ha finalmente comprendido que Derrida “estaba con él entre los amigos de la argumentación, de la democracia y de la Aufklärung, sin lo cual no habría hecho la señales que invitan a la paz” (459).
12 Casi comenzando Prejuzgados. Ante la ley, (Derrida 2011) leemos: “la estructura impresentable de la ley de leyes no nos dispensa de juzgar [...] nos prescribe presentarnos ante la ley y responder a priori de nosotros ante ella, que no está allí” (18). Más adelante: “porque no reposa sobre nada, porque no se presenta [...] por eso el juicio es paradójicamente ineluctable” (21). Y todavía más adelante, a propósito de la relación entre la altura y lo sublime, en la que está el guardián erguido ante la ley, el representante de la ley, leemos: “Porque la ley es lo prohibido. Nombre y atributo. Tal sería el terrorífico double-bind de su tener-lugar propio. Ella es lo prohibido: eso no significa que prohíba, sino que está prohibida ella misma, un lugar prohibido. Ella se prohíbe y se contradice poniendo al hombre en su propia contradicción: no se puede llegar hasta ella, y para tener relación con ella, se debe interrumpir la relación. Se debe no entrar en relación sino con sus representantes, sus ejemplos, sus guardianes” (52). En cuanto al “como si” de la Ley. Cf. Derrida 2003. Cf; Rancière 2004.
13 Este universalismo ha sido observado recientemente por Balibar. Cf. Balibar 2016, 28; Barnett 2001.