Pensamientos y afectos en la obra de Elizabeth Jelin. Sergio Caggiano
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Marcela Cerrutti
La reflexión sociológica en torno a las inequidades de género tiene una larga y rica tradición en la Argentina y entre sus pioneras, sin duda, se encuentra Elizabeth Jelin. Desde hace varias décadas ha venido contribuyendo con sus estudios e interpretaciones a la discusión sobre las formas en las que se generan, expresan y reproducen las inequidades de género en distintos contextos sociales, así como el rol de las políticas públicas para mitigarlas. En este capítulo me propongo hacer un recorrido sobre una selección de estos aspectos. Como tal, es fuertemente subjetivo y parcial, pero hace foco en aquellos aspectos en los que considero abrió líneas de indagación e invitó a pensar de manera original y novedosa tanto en nuestro país como en la región latinoamericana en su conjunto.
Como puntos de partida a esta lectura comienzo identificando algunos rasgos subyacentes de su producción. El primero ha sido su constante y duradera curiosidad y pasión hacia las materias que abordó. Como ella misma reconoce,33 sus preocupaciones, sus temas de investigación, emergen en gran medida de la propia biografía vinculados a inquietudes y experiencias personales y el mundo público. Este aspecto, si bien no el único, la alejó de otros contextos de descubrimiento más signados por “modas” académicas, que no forzaron sus intereses (y a las que interpeló). Si bien la preocupación en torno a las inequidades de género y su expresión en la vida cotidiana de familias y unidades domésticas caracterizaban un clima de época de la reflexión feminista sobre los países en desarrollo a nivel global, sus aportes justamente se caracterizaron por efectuar puentes en los niveles de análisis micro, meso y macro. Asimismo, su inquietud hacia este campo de análisis fue animada por la propia experiencia personal de tener que hacerse paso en un mundo académico en el que los varones detentaban el poder en forma casi exclusiva, motivándola a definir un estilo propio para encontrar el lugar destacado que ha tenido en las ciencias sociales. En síntesis, sus propias experiencias personales se funden con un espíritu de época caracterizado por el despertar del feminismo en la región y la reflexión sobre las desigualdades de clase en sociedades periféricas.
El segundo aspecto que caracteriza la obra de Jelin ha sido su obstinado interés por comprender cómo opera el tiempo y las diversas temporalidades en los procesos de transformación social. Tiempo personal y tiempo histórico, biografías y generaciones, curso de vida y acontecimientos históricos; el tiempo afecta lo social de distintos modos y cualquier mirada que reduzca esta complejidad es como una pintura que no hizo uso de la perspectiva, incompleta y simplificadora. De este modo, el efecto del tiempo la motivó a desentrañar estos componentes de cambio social asociados a la pertenencia generacional, los momentos en los ciclos de vida individuales y la exposición a distintos contextos históricos. Para poder aprehender estas dimensiones desarrolló innovaciones metodológicas que permitieron de una manera sistemática abordar esta complejidad: el uso de historias de vida como forma de vincular cambio histórico y tiempo biográfico (Jelin, 1976; Jelin y Balán, 1979; Jelin, Llovet y Ramos, 1999).
Un tercer aspecto clave para comprender las desigualdades de género ha sido la centralidad de la familia y de la unidad doméstica. Sustantivamente el análisis sobre las actividades desarrolladas por mujeres en las unidades domésticas la condujo a problematizar y jerarquizar la mirada sobre una institución que resulta de escaso interés al feminismo: la familia. Familia y unidad doméstica, sus superposiciones y complejidades, su organización y funcionamiento, pasan a tener un lugar destacado ya no exclusivamente desde la etnografía antropológica, sino como materia de indagación sociológica que interpela la estructuración y dinámica de las sociedades capitalistas modernas altamente desiguales. Esta mirada sobre la unidad doméstica rechaza el reduccionismo inherente a la concepción que asocia ámbito doméstico con lo privado (femenino), en contraposición al ámbito público del poder y de la producción social (masculino); proponiendo otra a partir de la cual el mundo de la familia y de la unidad doméstica no puede ser entendido si no se lo pone en relación con el mundo de los servicios, de la legislación, del control social, de los marcos normativos, de las instituciones educativas y de la ideología (Jelin, 1984: 5).
En directa conexión con el anterior, el cuarto aspecto se vincula con el modo de concebir estas imbricaciones entre la familia y los ámbitos públicos de regulación y provisión de políticas de bienestar. Su mirada sobre los vínculos entre legislación, políticas de familia y prácticas rechaza toda unidireccionalidad, proponiendo un enfoque en el que las intervenciones pueden contribuir a moldear las prácticas sociales, como otras en las que, por el contrario, la realidad de las prácticas (familiares) van muy por delante de normativas y de las políticas.34 De este modo desenmascara el poder de las fuerzas conservadoras y de las elites en la concepción y diseño de marcos normativos y de políticas públicas que procuran moldear y regular formas aceptables de vida familiar y de relaciones de género (ideología familista y maternalista), como ha sido tradicionalmente el caso en América Latina. De este modo el Estado aparece como el ámbito de confrontación entre actores sociales y políticos.
Con estos puntos de partida seleccioné algunas de las múltiples contribuciones del pensamiento de Shevy que dan cuenta de nudos críticos presentes en los debates actuales en el campo del género, la familia y las políticas sociales, que son las que se presentan a continuación.
Familias, unidades domésticas y género
La familia ha sido sin duda un tema de reflexión muy relevante a lo largo de la trayectoria académica de Jelin. A través de su estudio, y entendida como locus intermedio de análisis entre los individuos y la estructura social, cuestionó cualquier visión que naturalizara sus funciones, organización y dinámica. En este sentido advirtió que el concepto de familia al que usualmente nos referimos y evocamos es una construcción social y cultural, anclada en procesos históricos y sociales, y por lo tanto heterogénea y cambiante. Cada sociedad elabora formas aceptables e inaceptables a través de las cuales resuelve la reproducción en un sentido más amplio y por ende existe una enorme diversidad en las formas de hacerlo tanto entre sociedades como dentro de una misma sociedad entre grupos y/o clases sociales. La familia se encuentra inmersa en una red de relaciones y sujeta a un conjunto de condicionantes. En sus propias palabras:
Proponemos una aproximación multidimensional a la familia que reclama por una consideración explícita de las condiciones materiales de la reproducción cotidiana y generacional, del sistema social de interacción, de las dimensiones simbólicas y culturales de la familia y el parentesco y de la dimensión política que está involucrada en las relaciones entre la familia y el sistema institucional más vasto. (Jelin, 1991: 10)35
De este modo, la familia conformada por lazos de parentesco es concebida como una institución social que regula, canaliza y confiere significados sociales y culturales a la sexualidad y la procreación. Constituye la base de reclutamiento de la unidad doméstica, en donde se desarrollan las actividades ligadas al mantenimiento cotidiano. Sus relaciones se guían por reglas y pautas sociales preestablecidas y sus comportamientos pueden orientarse por sentimientos de solidaridad, afecto y cuidado mutuo, pero también por cuestiones instrumentales e intereses que pueden derivar en conflictos y violencia.
La articulación entre individuos emparentados al interior de unidades domésticas propuesta por Jelin es compleja y resiste toda consideración esquemática o naturalizada sobre su funcionamiento, rechazando de plano la perspectiva funcionalista. Por otra parte, rompe con una mirada de la época que imprime a las estrategias de sobrevivencia familiares un enfoque unificado de intereses de los miembros, proponiendo otra que indaga sobre las prácticas diferenciadas y contradictorias, tanto dentro como fuera de las unidades domésticas. Por ello, las formas concretas a través de las cuales las unidades domésticas resuelven la reproducción –entendida tanto como reproducción biológica como cotidiana y social– constituyen la materia prima para examinar transformaciones sociales, ideacionales e institucionales.
Apelando a la historia, Jelin abordará las transformaciones en la división sexual del trabajo al interior de las unidades domésticas y los procesos que dan cuenta de la desvalorización de las actividades no remuneradas del hogar, aquellas tradicionalmente a cargo de las mujeres.36 En este recorrido, con su punto de inflexión en la separación física entre la