Desde Austriahungría hacia Europa. Alfonso Lombana Sánchez
(Reckwitz, 2006, p. 708 y sig.). En estos cuatro grupos encajan todas las teorías culturales del siglo XX en agrupaciones que perfilan sus discrepancias, pero también su cercanía. Y, en todas ellas, «cultura» se concibe como un fenómeno aglutinador que actúa como espacio comunicativo del individuo. Los matices de cada uno son sin embargo los que mayoritariamente influyen a la hora de su explicación sin su aplicación. El estudio de la cultura aquí previsto es el heredero de las propuestas del postestructuralismo y se ve orientado en su esencia ante las necesidades pragmáticas en un concepto de «cultura» abierto y dinámico. Los postulados evitan por tanto el callejón sin salida de la imposibilidad de definir «cultura» y reorientan su atención a sus funciones e influencias, así como a su repercusión en la realidad. Aquí se explican por tanto las antes referidas «funciones vitales» de la Teoría de la Cultura, que entienden las preguntas de la actualidad como retos que deben resolver e interpretar con su instrumental metodológico (Jaeger, et al., 2011, p. X [vol. 2]). Con esta acepción, la Teoría de la Cultura asume una postura pragmática a la hora de hablar de cultura, esto es, una definición abierta, y presenta un concepto dinámico con el reto de hacerlo lo suficientemente flexible como para adaptarlo a las necesidades puntuales. En esta búsqueda se hace especialmente ostensible la posición intermediaria de la Teoría de la Cultura, que funciona como una intención expansiva y no como una disciplina tradicional.
Las definiciones pragmáticas de cultura articulan un discurso útil del concepto, pero no se comprometen en su definición estática. Andreas Reckwitz ha estudiado en su obra la compleja evolución de «cultura» y ha llegado así a un juicio de todas las definiciones presentando una propuesta generosa, amplia y lo suficientemente abierta como para garantizar su aplicación. La definición de Reckwitz se erige como la más correcta para explicar la noción de «cultura» en este estudio:
«Kultur erscheint [...] als jener Komplex von Sinnsystemen oder – wie häufig formuliert wird – von symbolischen Ordnungen, mit denen sich die Handelnden ihre Wirklichkeit als bedeutungsvoll erschaffen und die in Form von Wissensordnungen ihr Handeln ermöglichen und einschränken» (Reckwitz, 2006, p. 84).
«Cultura se erige como aquel complejo sistema conceptual o –según se formula frecuentemente– de órdenes simbólicos con los que los sujetos activos construyen con un significado su realidad y que permite y delimita a la vez su conducta en los órdenes del saber».
En la misma línea, Uwe Wirth habla de una «red»:
«Gewebe aus «Konjekturen und Projektionen», dessen Knotenpunkte Mythen, Metaphern, materielle Bilder, ideologische oder epistemische Weltbilder sind» (Wirth, 2008, p. 64).
«Tejido de conjeturas y proyecciones cuyos puntos de unión son mitos, metáforas, imágenes materiales y visiones universales ideológicas o epistemológicas».
En ambas definiciones se recoge un concepto que desde los años noventa venía manejando la Teoría de la Cultura, y que puede verse como la definición fundacional de Nünning de cultura:
«Gesamtkomplex von Vorstellungen, Denkformen, Empfindungsweisen, Werten und Bedeutungen […], der sich in Symbolsystemen materialisiert» (Nünning, 1995b, p. 179; Nünning & Sommer, 2004, p. 18)
«Complejo global de representaciones, formas de pensamiento, maneras de percepción, valores y significados que se materializan en sistemas simbólicos».
Reckwitz (2006, p. 84), Wirth (2008, p. 64) y Nünning (1995b, p. 179) arrojan tres definiciones complementarias que ejemplifican un mismo punto de partida, que es una connotación postestructuralista y una perspectiva histórica. Los tres son igualmente una definición semiótica y orientada del concepto de cultura, en cuya trascendencia se redescubre su cara social y mental, lo que se logra desplazando a un segundo plano la materialidad. Si recordamos parte de la motivación cultural, estas fueron precisamente sus intenciones fundacionales:
«Als eine geeignete Grundlage für eine kulturwissenschaftlich ausgerichtete Literaturwissenschaft bietet sich ein semiotischer, bedeutungsorientierter und konstruktivistisch geprägter Kulturbegriff an, demzufolge Kulturen nicht nur eine materiale Seite haben, sondern auch eine soziale und mentale» (Nünning & Sommer, 2004, p. 18).
«Como punto de partida idóneo para una Teoría de la Literatura culturalmente expandida se erige un concepto de cultura semiótico, intencionado en su significado y constructivista; según este, las culturas no tienen solamente una cara material, sino que presentan también una cara social y otra mental».
«Cultura» queda así expuesto como un concepto abstracto que define performativa y dinámicamente un espacio comunicativo y complejo.
Las tres propuestas de definición de «cultura» expuestas recogen las directrices de un concepto abstracto y teórico, pero lo hacen huyendo de la materialidad. Sin embargo, en ellas pasa desapercibida precisamente su vertiente práctica, esto es, la corroboración empírica de la existencia de cultura. «Cultura» es por tanto un concepto teórico inabarcable e inexplicable cognitivamente, del que paradójicamente podemos certificar empíricamente su existencia. La explicación del conjunto tan diverso resulta casi incomprensible, pues ciertamente sus «formas» son tantas que es casi imposible su síntesis. El estudio de la cultura se verá atrapado rápidamente en un camino sin salida de no orientarlo intencionadamente en una dirección. Precisamente por la ausencia de fragmentos culturales tangibles se han sucedido los desacuerdos y el naufragio de definiciones de cultura anteriores.
La cultura es un ente complejo, externo y conceptual, y su existencia reside únicamente en el ámbito de lo teórico. Si bien su existencia tiene una repercusión eminentemente práctica, todo cuanto tendremos de una cultura será únicamente su producción, esto es, sus proyecciones y manifestaciones mentales, sociales, prácticas, artísticas, etc. La relación de ambos, es decir, la definición de «cultura» a partir de «objetos culturales» que no son la cultura en sí sino solo su reflejo, plantea un problema singular que no se da en otras ciencias a la hora de seleccionar el material:
«Bei einer kulturwissenschaftlichen Logik der Forschung lässt sich ebenso wenig wie bei einer naturwissenschaftlichen klar zwischen der Ebene der Beobachtung und der Ebene der Theoriebildung trennen» (Wirth, 2008, p. 40).
«En la lógica de una investigación cultural no se pueden separar, como tampoco lo permiten las Ciencias Naturales, el estadio de la observación y el de la conceptualización teórica».
La situación que parece llevar a la aporía entre teoría y práctica cultural la resuelve Hans Ulrich Gumbrecht acuñando una diferenciación entre Sinnkultur («cultura mental») frente a Präsenzkultur («cultura presencial») (Gumbrecht, 2004), que responde con el concepto de «presencia» a la problemática aquí planteada. Las «presencias» son, en definitiva, una solución para denominar los productos culturales, los hechos y presencias tangibles, esto es, «las cosas de este mundo» (Gumbrecht, 2004, p. 11). El análisis de presencias «mundanas» reorienta los objetivos del estudio cultural y los aparta de las definiciones globales de «cultura» hacia la búsqueda de matices, rasgos, detalles de ellas mismas, y no de su totalidad.
La realidad empírica impide la definición científica fidedigna de cualquier cultura, pero no así su interpretación puntual a partir de las manifestaciones surgidas en ella, por ello todo estudio cultural será una hipótesis cultural. Este enfoque desdeña la comprensión global y total(itaria) de cultura y se centra más bien en sus aspectos singulares. De este modo, «cultura» sigue siendo un concepto teórico subyacente a los individuos del que su comprensión se reduce a su impacto:
«Eine Kultur selbst, sei es eine fremde, sei es die eigene, kann weder verstanden noch interpretiert werden, denn sie ist keine Handlung und kein Sinngebilde, vielmehr ein Rahmen, ein – mehr oder weniger dichter – Kontext solcher Phänomene» (Mecklenburg, 2008, p. 162).
«Cualquier cultura, sea extraña o propia, no puede entenderse ni interpretarse, ya que no es una conducta, sino una conceptualización, más bien incluso un marco o un contexto más o menos exhaustivo de estos fenómenos».
La aceptación de una cultura «teórica» deriva por necesidad en su aproximación siempre