Desde Austriahungría hacia Europa. Alfonso Lombana Sánchez
otras, la metáfora de «cultura como texto», que con la intención de trabajar en el potencial de la producción cultural ha abierto un eje sistemático para la comparación interdisciplinar, expansible en un futuro como «modelo textual». Ello ha hecho posible determinados ejes para la comprensión y fundamentos semiótico-culturales interdisciplinares, además de las conexiones transversales relacionadas con ellos (Bachmann-Medick, 2004, p. 303). En paralelo a la nueva ciencia surgida en el cambio de siglo se encuentra la tradición de los estudios de Humanidades (primera opción). Entre ellos se pueden contar también los Estudios Culturales (Cultural Studies), que se diferencian tanto de las ciencias culturales como de la Teoría de la Cultura por su contenido e intención. En el mundo anglosajón se había venido tejiendo desde años antes un mismo entramado crítico similar acerca de las Humanidades. Este proceso cristalizó sin embargo antes (más exactamente en 1964) en el Centre for Contemporary Cultural Studies de la Universidad de Birmingham. Se trataba de un proyecto con un punto de partida similar en su interés cultural y su intento renovador de las Humanidades, que desembocó en los Cultural Studies como una disciplina autónoma (During, 1999), diferente a la Teoría de la Cultura actual. Es inexacto emparejar los Cultural Studies con la Kulturwissenschaft, por eso es necesaria su diferenciación, ya que los estudios culturales que de aquí surgieron no son, para nada, equivalentes a la Teoría de la Cultura (Assmann, 2011, p. 30). Los Estudios culturales, además, adolecen por lo general de una orientación política que se percibe no solo en su génesis fundacional, sino que se aprecia también en muchos de sus resultados orientados según los criterios de poder, política e ideología, entre otros (Friese, 2011, p. 475 y sig.). Por el contrario, la Teoría de la Cultura (segunda acepción) ha sabido responder sencillamente a la demanda de la realidad exigiendo un cambio en el concepto de Humanidades atendiendo a evitar siempre los posibles sincretismos, también con la disciplina (Humanidades):
«Die Geisteswissenschaft macht Zeugnisse von Kultur und Kulturen zu Objekten, die als Erscheinungsweisen des Geistes zu deuten und zu verstehen sind. […] Die Kulturwissenschaft tendiert strukturell zum Pluralismus des Kulturellen, die Geisteswissenschaften zum Einheits- und Ganzheitsmodell des einen menschlichen Geistes» (Graevenitz, 1999, p. 98).
«Las Humanidades hacen de la cultura testimonios y convierten las culturas en objetos que pueden interpretarse y comprenderse como maneras posibles de la manifestación del espíritu. La Teoría de la Cultura tiende estructuralmente al pluralismo de lo cultural, mientras que las Humanidades abogan por un modelo unitario y total de un espíritu humano concreto».
De esta manera, el giro cultural deja además de ser un hecho casual para convertirse en un acontecimiento intrínseco de las Humanidades (Müller, 1999, p. 574). Por ello también, la intención del presente estudio se corresponde con la segunda de las opciones expuestas, el concepto programático (Nünning & Nünning, 2008b, p. 5).
Hay que fijar en la década de los noventa el que se puede considerar a escala europea como el gran apogeo de la Teoría de la Cultura al margen de ideologías. Posiblemente fueran Harmut Böhme y Klaus R. Scherpe los primeros en formular explícitamente dicha problemática y dedicarle un volumen íntegro (Böhme & Scherpe, 1996). En su artículo introductorio pueden verse las bases de toda una reflexión que desbordará el entorno científico con sucesivas publicaciones a este respecto, y así lo certificó también la publicación de Bachman Medick (2009). Idénticamente a lo acontecido en torno a 1900, volvemos a tener con el cambio de siglo rumbo al XXI una resurrección de la intensa discusión alrededor de «cultura». Esta resurrección cultural goza de una más compleja sistematización científica y de una enorme repercusión gracias a su éxito y vitalidad sorprendentes. Sin embargo, la reciente investigación sobre cultura se ha visto obstaculizada por la vinculación exacta de definiciones pasadas. Una torrencial dedicación a esta temática, con su consecuente «radicalización postmoderna», planteaba a finales del siglo XX un escenario casi indescriptible. Hasta tal punto llegaba esta «saturación», que el estudio de cultura había empezado a derivar en una aporía.
La introducción de Uwe Wirth es una aportación clave a esta cuestión (Wirth, 2008), así como su selección de textos, donde tenemos nuevamente a autores «clásicos» como Vico en compañía de representantes actuales. A lo largo de treinta y cinco contribuciones vemos cómo la cultura ya no es en su esencia únicamente un objeto de estudio, sino que actualmente más bien se ha redirigido la atención hacia sus manifestaciones y sus discursos. La definición de cultura esbozada bajo el amparo de la Teoría de la Cultura apunta por tanto a una definición orientada, en definitiva, una cultura entendida ya desde los años noventa como complejo imaginario (Nünning, 1995b, p. 179) y definida como un entramado de conjeturas y proyecciones (Wirth, 2008, p. 64). A Andreas Reckwitz se debe también una de las definiciones canónicas de la disciplina en este sentido (Reckwitz, 2006, p. 84), la que habla de la Teoría de la Cultura como una programática cultural. En el intento de revisión de las «Humanidades», Reckwitz entiende la Teoría de la Cultura como una aplicación científica subordinada a la definición intencionada de cultura actual (Reckwitz, 2011); esta visión, paradójicamente, se basa en corrientes que vivieron su «apogeo» a comienzos del siglo XX, ergo fenomenología, hermenéutica, estructuralismo y semiótica, pragmatismo y filosofía del lenguaje (Reckwitz, 2011, p. 7). Se trata por tanto de un concepto de cultura holístico, dinámico, abierto y comunicativo con el que afirmar que el objeto de trabajo de las teorías de cultura no es la cultura en sí, sino manifestaciones materiales en un contexto cultural:
«Die Kulturwissenschaft untersucht Materialität, Medialität, Strukturen und Geschichte von Kulturellem und Kulturen, um zu sehen, wie Geistiges produziert und konstruiert wird» (Graevenitz, 1999, p. 98).
«La Teoría de la Cultura investiga materialidad, medialidad, estructuras e historia de lo cultural y de las culturas para observar cómo se produce y cómo se construye la actividad intelectual».
En este sentido, por tanto, y a pesar de sus diferentes evoluciones, puede tenderse una línea directa entre Teoría de la Cultura y las Ciencias Culturales surgidas en 1900.
Sin embargo, la misión de la Teoría de la Cultura no es únicamente «teórica», sino también práctica, ya que su estudio está repleto de cuestiones antropológicas relacionadas con la experiencia, la lengua, la forma de vida, la validez (Geltung), la identidad y la historia (Jaeger, et al., 2011). El voluminoso manual de la Teoría de la Cultura (Jaeger, et al., 2011) considera estas siete realidades como el punto de articulación de la Teoría de la Cultura. Este estatus antropológico es compartido por Teoría y Ciencia de la Cultura, pues ambas parten de un mismo origen, aunque en su aplicación posterior deban verse por separado. Del concepto de cultura como civilización (tercera opción) se da por tanto un cambio en la noción de cultura (segunda), de donde surge una nueva «ciencia», y en paralelo evolucionan las Humanidades, entre las que cabe incluir también los Estudios Culturales (tercera). Hay que ser cuidadosos a la hora de la definición de las Kulturwissenschaft(en) y diferenciar Teoría de la Cultura de Ciencias Culturales y Estudios Culturales, pues sus fronteras terminológicas y conceptuales resultan difíciles de definir. El espíritu de este trabajo se enmarca dentro de la segunda definición (Teoría de la Cultura), ya que bebe de una voluntad programática expansiva de la propia disciplina (Teoría de la Literatura), y lo hace buscando para ella una apoyo compatible más allá de los límites evidentes específicos, por lo que demuestra a su vez una orientación interdisciplinar.
Teoría de la Cultura
Desde Geisteswissenschaften heute (Frühwald, et al., 1991) hasta nuestros días, la investigación académica ha dedicado grandes esfuerzos a perfeccionar la metadisciplina de la Teoría de la Cultura, dejando atrás las «Ciencias Culturales» de 1900 y los «Estudios Culturales». Lamentablemente, no se ve una dedicación explícita a la Teoría de la Cultura en la bibliografía en lengua española. Sí ocupan por el contrario un lugar los Estudios Culturales (CCSS) (Pulido Tirado, 2003) o las tendencias postestructuralistas más cercanas a la Teoría de la Literatura Cultural, entre ellas las visiones antropológicas de la literatura (Blanch, 1995) o el Nuevo Historicismo (Penado & Pontón, 1998). Justamente el escenario contrario nos encontramos con los estudios en lengua alemana, donde percibimos en