Tecnologías educativas para la inclusión. Matilde Bolaño García
de la información y la comunicación (TIC), con los múltiples beneficios que representa su incorporación en el aula porque permiten que los estudiantes se conviertan en constructores de su propio conocimiento, se hace necesario que el docente sepa seleccionarlas y emplearlas adecuadamente según las características y necesidades del educando, para que de esta manera logre desarrollar sus habilidades cognitivas o, mejor aún, para la inclusión de los participantes con necesidades educativas diversas.
Adicionalmente, el desarrollo de sistemas computacionales ha generado diversas aplicaciones multimedia con elementos que cobran gran importancia, como lo es la interactividad; dicha característica proporciona un vínculo entre el usuario y la máquina, el cual, visto a nivel pedagógico, es un gran adelanto. Esta nueva forma de comunicación por medio de las tecnologías constituye un significativo aporte para realizar un aprendizaje que posibilite una respuesta mutua entre el participante y el medio. Respecto a lo anterior, Quinaucho Boada (2020) afirma que “las tecnologías han transformado el funcionamiento de la sociedad, permitiendo la interacción y el trabajo colaborativo entre los miembros de la comunidad educativa, así como la instantaneidad al acceder a información de manera inmediata” (p. 15).
Según Aparicio Gómez (2018), a los docentes la incorporación de las TIC a la sociedad del conocimiento ha permitido una evolución en los diferentes escenarios educativos, interactuando y trabajando colaborativamente, logrando en los estudiantes mejoras en sus habilidades cognitivas, adaptarse al contexto tecnológico. En este último, tanto el entretenimiento cotidiano como los contenidos de interés público generan nuevas alternativas para las actividades tradicionales, dando lugar a un mecanismo de múltiples desarrollos y competencias de crecimiento significativo.
Cacheiro (2018) establece que las TIC en la educación implican un alto poder de motivación, interés y la atención por las tareas del saber, siempre y cuando se utilicen de manera adecuada; por otra parte, la eliminación de la barrera espacio-temporal impulsa la cualificación autónoma y colectiva, puesto que sirven para un aprendizaje con intercambio de información y conocimiento constante a través del feedback. Sobre lo anterior, Velasco Sánchez et al. (2018) expresan que el uso de materiales educativos digitales, incentiva a que el estudiante construya habilidades digitales para la búsqueda eficiente y selección adecuada de la información.
Entre tanto, Castro Araya et al. (2020) dicen que el diseño y desarrollo de materiales educativos computarizados sería de gran utilidad para el proceso de enseñanza, puesto que el alumnado aprende poniendo en práctica sus habilidades en contexto real. La incorporación de los recursos educativos computarizados es un logro importante que hoy por hoy se emplea en las instituciones educativas donde los docentes adelantan sus clases con su implementación, apoyados en las diferentes teorías pedagógicas.
Es así como la tecnología facilita la interdisciplinariedad en la educación y es empleada por las comunidades educativas para favorecer el proceso de conocimiento y, con ello, dinamizar múltiples métodos educativos, sociales, económicos y científicos, intercambiando de manera constante una nueva cultura, posicionándose como medio eficaz en el proceso formativo. A propósito, Román-Graván et al. (2020) manifiestan:
Los sistemas educativos más destacados han permitido un posicionamiento en la defensa de una atención que apuesta al respeto de la diversidad humana (…), donde no se oculta las dificultades para superar las barreras que impiden acceder a las tecnologías (p. 9).
En la medida en que el entorno primario sea más estimulante, mayores conexiones positivas se desarrollan en el niño, permitiendo mayores beneficios en el desarrollo físico, social, emocional y cognitivo (Hernández Cataño et al., 2020).
Desde el referente práctico, el uso de las tecnologías ofrece a los estudiantes nuevas maneras de acceder al conocimiento de manera interactiva y colaborativa dentro de la dinámica de aula, cambiando sus roles, ya que pasan de ser receptores pasivos a agentes activos de su propio aprendizaje. Por lo anterior, Rebellón et al. (2019) invitan a implementar las herramientas multimedia interactivas como esas tecnologías que posibilitan interactuar de manera lúdica, “para motivar y propiciar conocimientos en los estudiantes” (p. 16).
En el caso del docente, el uso de estas herramientas para su praxis pedagógica pone en evidencia la necesidad de aprender nuevos conocimientos tecnológicos y aplicarlos en el aula, implicando con ello un cambio de rol en el que el punto de partida es la cualificación, así como la reflexión sobre la labor hecha en función de las competencias requeridas para este mundo globalizado. Es por ello por lo que los países se preocupan en materia de política pública para que accedan a una educación inclusiva y con calidad.
No obstante, no todos pueden tener acceso a recursos tecnológicos, bien sea por razones económicas, de vulnerabilidad, diversidad, entre otros aspectos; o cuentan con la tecnología, pero requieren las habilidades y competencias para su uso y aprovechamiento. En este sentido, tanto la inclusión como la exclusión dan lugar a situaciones que no son convenientes para la implementación de herramientas tecnológicas.
Guzmán Duque y Gutiérrez Rojas (2018) hablan “tecnologías sociales”; es decir, aquellas que apuntan a la inclusión social, la participación y la emancipación social, siendo consideradas como construcciones colectivas orientadas a resolver problemas de la sociedad a través de la interacción, el conocimiento y las iniciativas de las propias comunidades locales que posibiliten la inclusión social, la autonomía, el desarrollo sostenible y la transformación social.
A partir de estas ideas sobre las “tecnologías sociales”, surgieron iniciativas al desarrollo en el ámbito europeo de cohesión social, que centraliza “a partir de los derechos sociales, la existencia de una relación intrínseca entre la inclusión social y la provisión de mecanismos de integración y plena pertenencia a la sociedad” (Sojo, 2017).
Al igual que la cohesión social, también han crecido iniciativas orientadas al bienestar colectivo, como las políticas inclusivas, que repercuten en dinámicas comunitarias enfatizando en la autonomía de las personas, construyendo valores para la promoción de una sociedad sin discriminaciones y con espacio y oportunidades para la diversidad.
La educación enfrenta diversas tendencias nacidas de la globalización. La modernización de las políticas públicas del país, basada en la inclusión social, exige transformaciones sobre conceptos, métodos y estrategias de intervención, enfocadas en el perfeccionamiento de habilidades adaptativas. Es decir, políticas pensadas en la educación como un proceso integral más allá de conocimientos teóricos y del desempeño académico, que se acercan a la idea de que es posible contar con condiciones educativas equiparables y disfrutar el aprendizaje.
Sobre este aspecto, el Ministerio de Educación Nacional —MEN— (2016) define la inclusión social como las acciones realizadas para lograr que grupos excluidos por sus condiciones de vulnerabilidad o desigualdad puedan ejercer su derecho a la participación y sean tenidos en cuenta en las decisiones que les involucran.
Es innegable la evolución formativa sobre la atención de las niñas y niños que cuentan con capacidades excepcionales alrededor del mundo; en el caso colombiano, las modificaciones son evidentes en el abordaje teórico y metodológico de la intervención educativa. Ainscow (2001) indica que se ha constatado poco éxito en la promoción de estudiantes provenientes de la educación especial hacia escuelas regulares, debido a las pocas posibilidades de integración de estos escolares con el nuevo entorno. Incluso, la denominación de escolares “de integración" o “de inclusión” en vez de solamente “escolares”, como el resto de sus compañeros, constituye una barrera para el fin real, sin contar que otros elementos del contexto tampoco patrocinan la inclusión, como el espacio físico y los recursos de aprendizaje. En este sentido, Santos Fabelo y Pérez Díaz (2020) citan textualmente el Plan Nacional de Educación Especial de México, donde queda explícito que hay que evitar este tipo de discriminación en los centros educativos:
La Educación Especial debe impartirse hasta donde sea posible en los centros ordinarios del sistema educativo general, sólo cuando resultara absolutamente imprescindible se llevará a cabo en centros específicos, debiendo configurarse la estructura y régimen de estos centros de forma que faciliten la integración de sus alumnos en centros