América ocupada. Rodolfo F. Acuña
La familia se quedó después junto a los cadáveres durante varios días, por temor a abandonar la casa. Más tarde, soldados norteamericanos se llevaron a los muertos. Josefina quedó mentalmente trastornada durante un tiempo.
Incluso hoy día los rangers exhiben su arrogancia insultando brutalmente a los mexicanos. Uno de los rangers más odiados era el capitán A. Y. Allee, que se retiró a fines de 1970. El relato de un periódico lo describía así:
Barrigón, bronco, con una cara como una papa quemada, Alfred Allee es el policía más controvertido del sur de Texas. El hijo de un ex-senador de Nuevo México –Dennis Chávez, Jr.– atestiguó ante un subcomité del departamento de agricultura que Allee es “un matón conocido, un enemigo profesional de los mexicanos cuyo lema es ‘primero dispara y luego pregunta”.29
Allee llevaba una pistola plateada y siempre estaba dispuesto a usar los puños. En una ocasión en que golpeó a un sospechoso, declaró que creyó que el hombre tenía un arma escondida y que, después de todo “solo lo golpeé una vez”. En 1967 Allee acabó con lo que él consideró una rebelión. Los seguidores de César Chávez organizaron una huelga contra los agricultores del valle en petición de mejores condiciones y salarios. Los rangers de Allee hostigaron y maltrataron físicamente a los huelguistas. El Consejo de Iglesias publicó una acusación en su contra, pero esto no lo detuvo; se jactó de haber sido acusado en repetidas ocasiones, pero sin haber sido nunca reprendido.30 Probablemente esto es cierto. Su trabajo consistía en proteger los privilegios políticos y económicos de los colonizadores. Con el uso de la violencia organizada mediante fuerzas como las de los rangers, los mexicanos eran mantenidos en su lugar.
Los sucesos de 1967 muestran con gran claridad que los rangers habían cambiado muy poco sus reacciones hacia los mexicanos. McMurtry, un no chicano, informa acerca de la reacción de los anglo-texanos a la huelga:
No se hace uno popular aquí [en el sur de Texas] sugiriendo que los mexicanos tienen derecho a algo más que aire, frijoles y leche de cabra. Las disputas con la mano de obra agrícola en 1967 –disputas en las que los Texas Rangers representaron un sospechoso papel– lo demuestran claramente. Conozco a un granjero, un hombre que emigró recientemente desde el Valle a la Meseta, que estaba sinceramente asombrado por el hecho de que los mexicanos estuviesen comenzando a querer casas en las que vivir. Las tiendas de campaña y los remolques, cincuenta centavos por hora y una cabra gratis cada una o dos semanas ya no les satisfacían. Habían empezado a considerarse seres humanos, actitud que llenaba al patrón de asombro y vago desasosiego. Cuando los mexicanos llegan a tales aberraciones en Texas, es hora de llamar a los rangers.31
LOS BARONES LADRONES DE TEXAS
Los Texas Rangers facilitaban el continuado sometimiento de los mexicanos a través de un puñado de hombres brutales y sin escrúpulos que corrompían a las autoridades locales y estatales, convirtiendo la democracia en una burla. Para lograr sus fines, asesinaban a sus opositores, robaban sus casas y se apropiaban de su ganado. Para comprender cómo sucedía esto debemos considerar la vida del mexicano en Texas antes de la llegada del gringo. Américo Paredes describe esta vida en el Valle del río Grande:
En los días anteriores a los proyectos de irrigación de la zona de río arriba, el bajo río Grande era un cinturón verde y fértil, limitado al norte y al sur, por áridas planicies, situado a lo largo de un río que, como el Nilo, irrigaba y fertilizaba la tierra próxima a sus riberas y periódicamente llenaba incontables lagunas, conocidas como resacas y esteros.32
Antes de 1848, esa zona alimentaba muchos miles de cabezas de ganado. Poseía ciudades, tales como Laredo, Guerrero, Mier, Camargo y Reynosa que habían sido fundadas antes de 1755. Paredes describe la vida del mexicano de la frontera:
La sencilla vida pastoral que llevaba gran parte de la gente de la frontera propiciaba una igualdad natural entre los hombres. Se ha escrito mucho acerca de la influencia democratizadora de una cultura del caballo. Más importante era el hecho de que en la frontera el propietario de la tierra vivía y trabajaba en ella. Casi no había división entre el propietario y el vaquero, que a menudo, además, estaba emparentado con él. La sencillez de la vida que llevaban, tanto el patrón, como el empleado también ayudaba a que sintieran que no eran dos clases distintas de hombres, aun cuando uno fuera más rico que el otro.33
El valle daba sustento a comunidades autosuficientes que cultivaban maíz, frijoles, melones y verduras. También tenían ovejas y cabras. El comercio entre los pueblos de ambos lados del río ayudaba a unirlos. No se trataba de empresas altamente organizadas ni de grandes utilidades a las que los anglos estaban acostumbrados y consideraban productivas. Si empleamos los patrones tecnológicos de Estados Unidos, la economía del valle era subdesarrollada.
Si bien la vida entre los mexicanos de las demás secciones de Texas no reflejaba exactamente el estilo de vida de los pueblos del río Grande, sí se le parecía mucho. La vida estaba más próxima de un ritmo comunitario que del estilo individualista de la civilización angloamericana. La destrucción de esta cultura y esta civilización se convirtió en un fetiche para el colonizador. El mexicano en Texas tenía una cultura establecida y un estilo de vida que llenaba sus necesidades, y estaba apoyado y complementado por su sistema político y económico. La ocupación anglo estaba proyectada para sustituir, tanto su estilo de vida como estos pilares económicos y políticos. Irónicamente, aunque los pilares fueron destruidos por los angloamericanos en forma muy similar a como destruyeron los bosques, los mexicanos se aferraron tenazmente a sus tradiciones, que estaban literalmente arraigadas al suelo. La destrucción del sistema político y económico mexicano le arrebató el control de su movilidad económica y determinó su papel y su estatus social. La forma en que los angloamericanos conquistaron su posición de dominio es impresionantemente similar a todo lo largo del suroeste. En el Valle del río Grande, el prototipo del “barón ladrón” era Charles Stillman.
Stillman llegó al valle en 1846 e inició un centro comercial en un campo de algodón al otro lado del río y frente a la ciudad mexicana de Matamoros. En solo cuatro años la ciudad de Brownsville se desarrolló. Esta ciudad estaba llena de almacenes, embarcaderos y un floreciente comercio con México. Este florecimiento elevó los precios de la tierra y atrajo a más angloamericanos, que llegaron sin sus familias y estaban dispuestos a capitalizar la prosperidad.
Un número importante de los recién llegados eran veteranos de guerra que aún recordaban el pasado y veían a los mexicanos como a una raza conquistada. Sentían que los mexicanos no habían hecho nada para mejorar la tierra, y que se beneficiaban de la ocupación angloamericana. Estos hombres no reconocían los títulos de propiedad de los mexicanos y sentían pocos escrúpulos en despojarlos. Argumentos raciales y de origen justificaban sus argucias. Al principio, Stillman y otros temían que el estado de Texas pudiera proteger los derechos mexicanos a las tierras, de modo que trataron de separar el valle del resto de Texas, con el fin de crear su propio estado. Jugaron con los sentimientos regionalistas de los mexicanos y lograron que estos apoyaran su proyecto. Este grupo contaba con poderosos aliados en el Congreso, como Henry Clay y William Seward. Los separatistas estaban dirigidos por Richard King, James O’Donnell, Charles Stillman, el capitán Mifflin Kenedy y Sam Belden, todos ellos miembros prominentes de la élite privilegiada. Sus planes de separación demostraron ser innecesarios porque pronto resultó evidente que el estado de Texas apoyaba las usurpaciones angloamericanas.
Charles Stillman era de Nueva Inglaterra, descendiente de comerciantes puritanos. Las condiciones en el valle y la confiada naturaleza de los mexicanos resultaron un paraíso para él. Empleó medios nada escrupulosos para lograr ganancias anuales de 50 000 dólares. Su negocio estaba situado en una tierra que no le pertenecía; las tierras en torno a Brownsville eran propiedad de los descendientes de Francisco Cavazos. Después de 1848, el título de la familia Cavazos era conocido como Concesión del Espíritu Santo. Stillman quería esa tierra, pero no quería pagar por ella. Premeditadamente creó confusión en tomo al derecho de propiedad. Colonos sin tierras se instalaron en la posesión de los Cavazos y reclamaron su propiedad. Basaron su acción en sus derechos de veteranos, así como por ser colonos sin tierra. Estos actos violaban el Tratado de Guadalupe Hidalgo y su Declaración de Protocolo; sin