Averroes intempestivo. Rodrigo Karmy Bolton (coautor)
forma particular –es decir, singular– de la facultad de entendimiento. La caracterización del intelecto material sigue una línea desarrollada anteriormente por autores como Alejandro de Afrodisia o al-Fārābī, que considera que aquel constituye una receptividad absoluta y eterna. Hablamos de la última inteligencia emanada del mundo sublunar y que puede ser entendida como una especie de gran mente o lugar donde subsiste la posibilidad del pensamiento humano. Evidentemente, la comprensión del intelecto averroísta como mente o lugar son formas análogas que permiten entender una esencia de potencia abstraída de forma y materia que sostiene las formas posibles de pensar. La analogía como forma metafórica de comprender esta pura posibilidad, o este ente que es posibilidad de forma, fue advertido por Averroes, quien comprendía al intelecto desde las imágenes de la tabula rasa y el diáfano. Podemos apreciar que las posibilidades de esta potencia abstraída son las de un ente que constituye todo lo posible de ser abarcado sin identificarse con ningún ser en específico. Esto nos conduce a una primera metáfora ya que el intelecto material podría ser leído en una imagen del cuento El Inmortal de Borges:
Recorrí nuevos reinos, nuevos imperios. En el otoño de 1066 milité en el puente de Stamford, ya no recuerdo si en las filas de Harold, que no tardó en hallar su destino, o en las de aquel infausto Harald Hardrada que conquistó seis pies de tierra inglesa, o un poco más. En el séptimo siglo de la Héjira, en el arrabal de Bulaq, transcribí con pausada caligrafía, en un idioma que he olvidado, en un alfabeto que ignoro, los siete viajes de Simbad y la historia de la Ciudad de Bronce. En un patio de la cárcel de Samarcanda he jugado muchísimo al ajedrez. En Bikanir he profesado la astrología y también en Bohemia. En 1638 estuve en Kolozsvár y después en Leipzig. En Aberdeen, en 1714, me suscribí a los seis volúmenes de la Ilíada de Pope; sé que los frecuenté con deleite. Hacia 1729 discutí el origen de ese poema con un profesor de retórica, llamado, creo, Giambattista; sus razones me parecieron irrefutables.52
A partir del gesto anterior, ingresamos estéticamente en un ejercicio que resulta incluso fascinante al pensar. Pues, ¿qué otras imágenes de Borges podríamos asimilar a la comprensión de la potencia del intelecto averroísta? Enfocándonos en los dos aspectos correlacionados de la naturaleza del intelecto, la receptividad y la informidad examinemos qué metáforas se asimilan para explicar a la potencia del pensar mediante las imágenes que Borges concibe para la infinitud como una vastedad que todo lo abarca.
III. La receptividad absoluta
Como se ha podido apreciar, para Averroes, el intelecto material o potencia del pensar es la existencia de una receptividad absoluta. El autor propone a su intelecto como un ente carente de forma y de cambio, pues su ser es el ser de la receptividad absoluta de las formas o una potencia infinita e inagotable de los universales a actualizarse. Específicamente, el intelecto material es una matriz de las formas, pero se habla de su carácter de receptividad cuando se considera que la potencia del intelecto posibilita pensar algo, la forma, que es actualizada por los hombres en el acto de pensar las imágenes o formas. Cada vez que nos es posible el pensar, es porque se ha constituido un enlace del pensamiento de cada uno de nosotros con este intelecto mediante la imaginación. El intelecto material es la posibilidad de este juego imaginal con la mente humana pues es un espejo o diáfano, un dador de las formas que se constituye por el móvil de la imaginación que activa que tanto los primeros inteligibles como las restantes formas sean brindados al entendimiento. En tanto la imaginación y sus imágenes propician el movimiento del intelecto material, entendemos su pasividad o su capacidad de ser afectado (afectabilidad) eternamente por cualquier forma que se pondrá en acto. Es la idea de la tabula rasa de Aristóteles, que Averroes trabajará para entender que el intelecto recibe o sostiene a las formas sin mezclarse con estas y que podemos encontrar también sugerida en la noción de lo inmaterial pensante como un receptáculo infinito del que nos hablaba Plotino en las Enéadas al plantear que la materia del mundo inteligible es el ser inextenso, indeterminado e invariable pues, “no participa por su naturaleza de ninguna cualidad de las otras cosas.”53
Si la intelección es un eterno recepcionar de las formas, pero sin adquirir el ser de ninguna o sin identificarse nunca con una actualización singular, ella podría ser pensada desde la idea borgeana planteada en el cuento Pierre Menard autor del Quijote. Tradicionalmente, creemos que El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha es una obra de autoría de Miguel de Cervantes. Pero desde esta perspectiva, la obra del Quijote es una forma u imagen universal recepcionada en el intelecto material y es por esto por lo que puede ser actualizada en distintas épocas por hombres diferentes que acceden mediante la imaginación a un intelecto común. El intelecto material que recepciona las formas ha permitido que primero Cervantes haya escrito – o mejor dicho actualizado mediante su imaginación – dicha obra del siglo XVII y luego ha posibilitado que Pierre Menard pueda acceder a dicha forma del Quijote como texto literario, sin alterarla. Pierre Menard no tiene que ser el escritor español Miguel de Cervantes ni tampoco “conocer bien el español, recuperar la fe católica, guerrear contra los moros o contra el turco [u] olvidar la historia de Europa entre los años 1602 y 1918”54 pues puede acceder a la forma “Quijote” actualizándola en su mente singular. De ahí lo paradójico de la decisión de Menard de no reescribir ni copiar, sino que escribir la obra siendo él mismo o “mediante las experiencias de Pierre Menard.”55 Si consideramos la fórmula averroísta del intelecto como potencia recepcionante del pensar deja de ser por un momento tan solo una invención literaria que Pierre Menard no reescribe ni copia, sino que piensa y escribe el Quijote. Por otra parte, la concepción del intelecto como separado y común a los individuos permite que Menard sea tan autor del Quijote como Cervantes o que este se vuelva a escribir sin ser reescrito y sin tener la identidad de un autor específico. Sin embargo, una cuestión atractiva del cuento es la idea del Quijote de Pierre Menard como una obra que va alcanzando mayor perfección. Y, si bien ambos escritos del Quijote parecen idénticos en palabras y comas, y, “a pesar de los obstáculos, el fragmentario Quijote de Menard es más sutil e infinitamente más rico que el de Cervantes.”56 Esta sorpresa se debe a que una forma imaginal puede perfeccionarse en cada una de sus actualizaciones, pues nuestra capacidad imaginativa permite que actualicemos otros elementos, aspectos o detalles no considerados en la primera aproximación a la forma.
Para hablar del carácter de receptividad del intelecto material es recurrente considerarlo desde la imagen de la tabula rasa en la que se inscriben las imágenes pues “al igual que la tablilla sin ningún cambio es capaz de recibir y acoger una figura, del mismo modo el intelecto material – sin ningún cambio o transformación – es capaz de ser afectado y acoger todas las formas y los conocimientos posibles.”57 A esta idea del intelecto material configurado desde su naturaleza de recepción absoluta le es equiparable la imagen que recrea el cuento la Biblioteca de Babel:
No hay en la vasta Biblioteca, dos libros idénticos. De esas premisas incontrovertibles dedujo que la Biblioteca es total y que sus anaqueles registran todas las posibles combinaciones de los veintitantos símbolos ortográficos (número, aunque vastísimo, no infinito) o sea todo lo que es dable expresar: en todos los idiomas. Todo: la historia minuciosa del porvenir, las autobiografías de los arcángeles, el catálogo fiel de la Biblioteca, miles y miles de catálogos falsos, la demostración de la falacia de esos catálogos, la demostración de la falacia del catálogo verdadero, el evangelio gnóstico de Basílides, el comentario de ese evangelio, el comentario del comentario de ese evangelio, la relación verídica de tu muerte, la versión de cada libro a todas las lenguas, las interpolaciones de cada libro en todos los libros, el tratado que Beda pudo escribir (y no escribió) sobre la mitología de los sajones, los libros perdidos de Tácito.58
Sin embargo, más interesante resulta lo que nos presenta Borges en la versión anterior de este cuento, titulado La Biblioteca total. En este caso, mediante la misma concepción de una vasta biblioteca, se explora la posibilidad de concebir un lugar que contenga a todos los libros de la humanidad para concluir que esta extensión que maravilla es también una sorpresa que horroriza pues no necesariamente se trata de un receptáculo armónico sino más bien un incesante espacio del caos: “la vasta Biblioteca contradictoria, cuyos desiertos verticales de libros corren el incesante albur de cambiarse en otros y que todo lo afirman, lo niegan y lo confunden como una divinidad