Curistorias de la Segunda Guerra Mundial. Manuel J. Prieto
privado, el Cóndor. Las bombas no explotaron.
Ese mismo año, varios oficiales alemanes planearon acabar con el Führer a la vez que se suicidaban. El plan era hacer explotar una bomba que portaban, cuando estuvieran junto a él. No lograron acercarse lo suficiente para asegurar el éxito y el plan fracasó.
En 1944, el Plan Valkiria, del que hablaba antes, estuvo a punto de tener éxito. Colocaron una bomba muy cerca de Hitler, a un par de metros, mientras este estaba reunido. Uno de los presentes en la sala tropezó con el maletín y lo movió. La casualidad quiso que finalmente quedara una gruesa y sólida pata de la mesa entre el maletín y Hitler.
A todos estos hay que sumar planes aliados para acabar con Hitler usando francotiradores, veneno, bombas, haciendo explotar su tren… Y después de todo, después de 42 planes infructuosos, acabó suicidándose cuando ya todo estaba perdido para su bando.
El vuelo de Rudolf Hess
Nacido en 1894, Rudolf Hess fue un militar y político muy relevante en la Alemania nazi. Conoció a Hitler en 1919 y no tardó en unirse al NSDAP, el partido político nacionalsocialista, participando en el Putsch de 1923 y compartiendo después de aquello celda con él. La relación entre ambos fue muy estrecha y Hess fue secretario del Führer, presidente del Comité Central Nazi, jefe del Partido Nazi, ministro de varias carteras… En el apogeo de su carrera política, estaba considerado el segundo hombre más importante de la jerarquía nacionalsocialista, por detrás exclusivamente de Hitler.
El 10 de mayo de 1941, Hess se despertó de un pequeño descanso, una siesta, después de comer y, tras visitar a su mujer y a su hijo, en torno a las 17:00, se dirigió a la pista de de Augsburgo de la Luftwaffe, el ejército del aire alemán, y voló en un Messerchmitt Bf110, que él mismo pilotó, rumbo a Escocia. Su avión fue detectado en varios momentos del viaje e incluso la RAF (Royal Air Force) trató de derribarlo, sin éxito. Finalmente, poco antes de las 23:00 se quedó sin combustible y saltó en paracaídas cerca de Glasgow. Se dañó un tobillo en el salto y un campesino le auxilió en tierra, antes de llevarle ante unos militares.
La historia de Hess es interesantísima y ha dado para muchas teorías y elucubraciones. La pregunta más obvia es: qué llevó a un personaje tan importante a volar hasta el enemigo en plena guerra. Hess, tras ser detenido, dijo conocer a un noble británico, el duque de Hamilton, pero este negó que tuviera asuntos pendientes con Hess, aunque se habían conocido en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936. Hess aseguró entonces tener una propuesta de paz para los británicos, realizada por el mismísimo Hitler. Los británicos no tomaron tal afirmación en serio y Hess fue encarcelado en la Torre de Londres. Allí permaneció hasta el final de la guerra. Según sus palabras, su objetivo era pactar con Reino Unido para poder olvidarse del frente occidental y centrarse en el oriental, en la lucha con la URSS.
Como decía, las teorías y explicaciones a este raro viaje son muchas y variadas. Quizás Hess intentaba avanzar el camino para crear en Reino Unido un gobierno afín a Alemania, quizás buscaba algo tan sencillo como salvarse, convencido de que perderían la guerra sus compatriotas… Tantas teorías, casi, como estudios sobre el asunto. Según parece, sí que había indicios de que el duque de Halmiton se había preparado para acoger el aterrizaje de Hess aquella noche en una pista en sus propiedades, lo que abona la idea de que el jerarca nazi iba a contactar con ingleses pro-alemanes en búsqueda de un camino común.
Al finalizar el conflicto mundial, Hess fue llevado por los vencedores de vuelta a Alemania, como criminal de guerra, fue juzgado en Nuremberg y condenado a cadena perpetua. Encarcelado en la prisión de Spandau, allí estuvo hasta su muerte en 1987, siendo desde 1966 el único preso de la famosa cárcel. El enigma de Hess se extiende hasta su fallecimiento, repentino, y que tanto pudo ser un suicidio como un estrangulamiento.
Cuando Hitler pensó que sus hombres no eran dignos de su nombre
Josef “Sepp” Dietrich fue un general de las Waffen-SS alemanas, nacido en 1892. Las Waffen-SS fueron las unidades de combate de las SS y una de sus divisiones fue la Leibstandarte SS Adolf Hitler. Dietrich era amigo personal de Hitler y uno de los pocos que llegó a conseguir la Cruz de Caballero con Hojas de Roble, Espadas y Diamantes.
En las últimas semanas de la guerra en Europa, en marzo de 1945, el ejército alemán lanzó la que sería su última gran operación: Operación Despertar de Primavera (Frühlingserwachen). Aquel postrer intento involucró a muchas unidades del ejército, entre ellas, la Leibstandarte, y resultó un fracaso. Hitler, enervado por el resultado de aquello en lo que quizás había puesto sus últimas esperanzas, emitió una orden que muestra su forma de pensar. Él esperaba que sus hombres, sus soldados, cumplieran, y no lo habían hecho según su análisis. Por lo tanto, no eran dignos de llevar su nombre, la Leibstandarte SS Adolf Hitler, entre otras unidades, le había defraudado, y el Führer emitió una sorprendente orden.
Aquella orden, que envió Hitler a Dietrich, pedía que todos los hombres de la Leibstandarte SS Adolf Hitler se arrancaran los brazaletes que identificaban su unidad, la división no era merecedora de tal nombre. El Führer pensaba que no habían luchado de acuerdo a lo que la situación demandaba y estaba furioso con ellos. De todos modos, según parece, Dietrich no se tomó aquella orden muy bien y no la acató. Sus hombres siguieron portando sus brazaletes, aunque también hay historias sobre cómo algunos sí se arrancaron sus brazaletes para enviárselos a Hitler e incluso que utilizaron orinales para almacenarlos.
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