Los almogávares. David Agustí
cae herido en una de las contiendas. Al final, la lógica vence y el día 21 los sarracenos se rinden. Alfons entra en Ciutadella y se establece durante unos meses, hasta que la isla está debidamente repoblada. Es durante este periodo cuando se funda la ciudad de Mahón y cae la isla de Ibiza. El monarca convierte en esclavos a los prisioneros musulmanes, pero permite que los ricos paguen su libertad y se exilien a Túnez. La victoria sobre Menorca le propicia una ventaja inicial para llegar a un acuerdo en la conferencia de paz de Burdeos, pero el encuentro no llega a realizarse debido al repentino fallecimiento del papa Martín IV. Sin embargo, aunque la conferencia se hubiera llevado a cabo, la posición de Francia y de la Santa Sede continúa siendo la de no llegar a acuerdo alguno mientras Carlos de Anjou siga retenido como prisionero.
Eduardo de Inglaterra, siempre empeñado en convertirse en el mediador del conflicto, intenta llegar a un acuerdo de paz y pide a Alfons una entrevista en la localidad de Oloro, fronteriza entre Aragón y la Gascuña, el 27 de julio de 1287. Eduardo argumenta que el ejército catalán es más fuerte que el de la coalición de la Santa Sede y Francia, aunque no lo suficiente para una victoria definitiva. El monarca inglés ofrece la liberación de Carlos de Anjou a cambio de conservar las posiciones conquistadas por Alfons en Sicilia. Según el tratado, Carlos debe entregar como rehenes a tres hijos suyos y sesenta barones provenzales que juren fidelidad a Alfons y, además, al cabo de un año, entregar a su primogénito como rehén. Todo ello bajo la condición de una solución definitiva del conflicto si Carlos acepta una paz perdurable para Aragón y Sicilia. Si no cumple con estas condiciones, Carlos deberá volver al cautiverio, junto a sus hijos, y los sesenta barones permanecerán bajo el vasallaje de Altons. El monarca acepta el acuerdo, pero éste nunca llega a buen término porque Alfons nunca ha tenido intención de cumplirlo. El propio rey pide, durante la primera mitad de 1288, la abolición del pacto. Además, el nuevo papa, Nicolás IV, rechaza el pacto y Francia se prepara en Carcasona para la invasión de Cataluña. De este tratado se pasa a otro en octubre del mismo año, pero la situación no avanza. Las posiciones están estancadas y nada hace prever un desenlace rápido. Sin embargo, el equilibrio se rompe cuando Castilla sella una alianza con Francia. El rey catalán, siguiendo una vieja idea de su padre, instaura a Alfonso de la Cerda, prisionero desde que lo retuviera Pere el Gran, como rey de Castilla. Pero este ardid no surge ningún efecto, todo lo contrario, y Alfons se queda aislado políticamente por completo. El monarca se ve obligado a aceptar el acuerdo de paz que le ofrece la Santa Sede. En febrero de 1290 se firma el tratado de Tarascón, por el que Alfons debe viajar a Roma para pedir perdón por todas las acciones realizadas por su padre, Pere el Gran, y marchar en una cruzada contra los sarracenos en Oriente. Sobre la cuestión de Sicilia, Alfons se mantiene firme y no acepta enfrentarse a su hermano, pero el papa le obliga a hacer regresar a todos sus súbditos a tierras catalanas.
Mientras se suceden los problemas exteriores, la cuestión aragonesa que arranca con Pere el Gran continúa sin resolverse. Los aragoneses, agrupados en la Unión General, que ahora ya reúne todas las ciudades del reino, piden al monarca el control sobre la política exterior e interior, exigen el seguimiento de la política del rey sobre Cataluña y la obligación de que los valencianos adopten los fueros aragoneses; todo ello controlado por una delegación de nobles, caballeros y ciudades aragonesas. Alfons se niega en redondo, pero mientras permanece en Menorca los aragoneses se reúnen con los opositores al rey y deciden invadir Valencia. Alfons no con sigue doblegarlos ni con el uso de la fuerza, y entonces el monarca decide confirmar todos los privilegios de Aragón (28 de diciembre de 1287) con la imposición de jurar que nunca se atacarán los intereses aragoneses. Solo entonces Alfons recibe ayuda militar aragonesa para luchar contra Francia, aunque a cambio debe entregar una docena de castillos como ratificación de los privilegios jurados.
Después de superar todas las tensiones internas y externas, las fuerzas del soberano empiezan a fallar durante los preparativos de su enlace con Eleonor de Inglaterra. El monarca no puede realizar ni los más sencillos ejercicios de caballería ni celebrar las fastuosas fiestas de su boda y, finalmente, la muerte le llega la noche del 17 de junio de 1291. Los cinco años de reinado de Alfons no han modificado mucho la situación internacional dejada por su padre. En su testamento, entrega Aragón a su hermano Jaume de Sicilia, quien, sin embargo, no acepta la separación de las coronas de Aragón y Sicilia, por lo que accede a la Corona de Aragón, mientras deja a su hermano Federico como virrey de Sicilia.
El conflicto mediterráneo, al rojo vivo
Jaume II (Jaime II, 1291-1327) reina bajo una gran presión bélica y asimismo de refuerzo de la Corona, basado en el concepto de monarquía que dejó su padre y no en la que viene impuesta por su hermano. Con este propósito, llega a Barcelona el 13 de agosto de 1291.
Durante el juramento de los privilegios y libertades de Cataluña, Jaume II plasma un discurso equilibrado con el que pretende recuperar la Corona tal y como la dejó Pere el Gran, con la incorporación de la Corona de Sicilia. Cabe recordar que hasta este momento la monarquía catalano-aragonesa estaba en permanente lucha con el Reino de Castilla. El deseo de volver a tener bajo la Corona el Reino de Sicilia hace que Jaume II intente un pacto de amistad con Castilla.
El 29 de noviembre de 1291, en la ciudad de Monteagudo, se reúnen para hablar de paz Jaume II de Aragón y Sancho IV de Castilla. De las negociaciones surge un acuerdo que en principio favorece mucho más a Sancho que a Jaume. El monarca castellano asistirá con 500 lanzas al Reino de Aragón en el caso de un ataque de Francia y cede en matrimonio a su hija la infanta Isabel, de ocho años, al monarca catalán. Por el contrario, Jaume II debe ayudar a defender las fronteras castellanas de las constantes invasiones musulmanas y, no tan solo eso, también cede en el mantenimiento de las fronteras entre Aragón y Castilla.
El matrimonio de la infanta Isabel y el monarca catalán se celebra en Soria el 1 de diciembre del mismo año. La jovencísima infanta vivirá a partir de ese instante en la corte aragonesa para conocer las costumbres de su nuevo hogar hasta la consumación del matrimonio. Pero pronto Jaume II tiene que cumplir con el segundo de los pactos: su suegro le pide ayuda para reconquistar Tarifa. Así lo hace el rey aragonés, y Berenguer de Montoliu, persona de con fianza del rey, dirige varias galeras castellanas en la guerra de Tarifa.
Pero durante todo este periodo la Corona de Aragón continúa desgastándose con el conflicto mediterráneo. El ansia de retener Sicilia obliga a Jaume II a enfrentarse –otra vez la eterna cuestión– con Francia y con el papa. Pero esta vez Jaume da un giro a su modo habitual de hacer y aprueba que todas las negociaciones diplomáticas las dirija su suegro, Sancho IV. Este asume con gran firmeza la propuesta de su yerno con la intención de potenciar, a su vez, su reino internacionalmente. Sancho IV entra de lleno en esta historia: su ambición y la situación geográfica de Castilla hacen que Sancho no quiera enfrentarse a Francia, aunque la paz firmada con Aragón no le ayude mucho. Tiene que convencer al rey francés de que la paz con Jaume II de Aragón es totalmente necesaria para mantener los reinos cristianos intactos, ya que cabe la posibilidad de que los musulmanes ataquen Castilla y que Aragón se alíe con ellos. Felipe de Francia plantea entonces la posibilidad de que Sicilia vuelva a manos papales, y así Carlos de Anjou renunciaría a sus pretensiones aragonesas. Con este pacto, Sancho reforzaría su amistad con Francia, ésta recuperaría Sicilia, y Aragón no tendría conflictos en el Mediterráneo. Pero Jaume sigue con el empeño de retener la isla.
Sancho de Castilla consigue reunir a Jaume y a Carlos de Nápoles para llegar a un acuerdo. Antes de la reunión, y para mayor seguridad, Sancho ha dispuesto que los hijos de Carlos estén en manos de Jaume hasta la consecución de un pacto. La cita es en Logroño a finales de julio de 1293. Jaume II no se fía en absoluto de su suegro y entre vacilaciones sobre el pacto redacta un escrito secreto en el que cuenta que accede a todo lo que proponga Sancho debido a que se encuentra bajo coacción, pero que lo estipulado no tendrá ningún valor. Asimismo, se da cuenta de que tiene posibilidades de pactar con Carlos sin la molesta presencia de su suegro.
El monarca aragonés se reúne en diciembre de 1293, en la localidad de La Jonquera, con Carlos el Cojo, hijo de Carlos I de Anjou, con el que llega al acuerdo de que él renuncia a Sicilia y a cambio se casa con la segunda hija del rey francés, Blanca de Anjou, ya que el primer matrimonio con la hija de Sancho IV no se ha consumado. El pacto incluye también que su hermano Federico tenga una compensación territorial. Pero