Los almogávares. David Agustí
1294 es nombrado pontífice Bonifacio VIII, gran precursor de la paz.
Meses más tarde el pacto de paz se hace realidad. El 25 de junio de 1295, en la ciudad de Anagni, cercana a Roma, se llega a un acuerdo de paz entre la Santa Sede, Nápoles, Francia y la Corona de Aragón. Durante la reunión en Anagni el papa anula el anterior matrimonio, de Jaume con la infanta Isabel de Castilla, al no consumarse el matrimonio y acepta el compromiso entre Blanca de Anjou y Jaume II de Aragón. La dote que Carlos da a su hija es de cien mil marcos. Jaume II devuelve a manos pontificias el Reino de Sicilia, re tira a todos sus súbditos de la isla y libera a los hijos de Carlos el Cojo. Para compensar a Aragón de la pérdida de Sicilia, el papa entrega Cerdeña y Córcega a Jaume II. El pacto se extiende a la paz con Francia; Carlos de Anjou renuncia a sus pretensiones a la Corona de Aragón y el reino balear de Mallorca es devuelto al tío de Jaume II, el rey Jaume de Mallorca, pero con la condición de que este último acepte el vasallaje a la Corona aragonesa.
El pacto resulta insultante para los sicilianos, que se reúnen en su Parlamento e intentan convencer al monarca aragonés que se desdiga del tratado. Pero el monarca está más pendiente de resolver su futuro matrimonio con Blanca de Anjou. Finalmente, después de las nupcias celebradas el 25 de octubre de 1295, el monarca decide recibir a los embajadores sicilianos, que le trasladan las resoluciones acordadas en el Parlamento. Los embajadores protestan las decisiones tomadas por el rey, pero este les hace caso omiso. Por esta razón deciden regresar a Sicilia, sabiendo que ahora están dirigidos por sus antiguos enemigos, los Anjou.
Bonifacio VIII, al darse cuenta de lo sucedido, decide enviar a Jaume II una carta recordándole que debe cumplir los pactos y, además, lo nombra capitán general de la Santa Iglesia Romana (2 de enero de 1296). El papa envía una embajada pontificia a Sicilia para empezar a gobernar, pero los sicilianos les niegan la entrada y son expulsados de mala manera solo con pisar puerto. El papa no puede controlar la situación y escribe una carta al hermano de Jaume, Federico, para reiterarle su voluntad de casarlo con Catalina de Courteux, emperatriz de Constantinopla. Todo ello no sirve para nada: el único camino que deciden tomar los sicilianos, y con ellos Federico, es el enfrentamiento abierto. Los sicilianos rechazan de pleno el tratado de Anagni y coronan rey a Federico el 25 de marzo de 1296. Este, mediante una misiva a su hermano Jaume, le solicita la adhesión a su nombramiento. Pero Jaume, demasiado atado por el tratado de Anagni, no puede ayudarle y reitera su compromiso a Bonifacio VIII. Es el inicio de una cruenta guerra entre hermanos y gentes de una misma nación.
Federico inicia su reinado con pretensiones expansionistas y un fuerte ejército que comienza a cosechar éxitos. El papa advierte del peligro a Jaume II y le presiona para que colabore en una guerra contra Sicilia. Al principio Jaume se niega alegando el coste del conflicto armado que aún mantiene con Castilla. Pero el papa le hace una oferta que no puede rechazar: aprovechando el enlace matrimonial de Roberto de Anjou con la infanta Violante, hermana del monarca aragonés, le corona rey de Córcega y Cerdeña (4 de abril de 1297) y le obliga a participar en la contienda contra los sicilianos. Finalmente, Jaume accede a un pacto de paz con Castilla para así poder enfrentarse a su hermano. A pesar de ello, el papa no se fía de las verdaderas intenciones de Jaume. El soberano aragonés, bajo la bandera de la Santa Sede, se prepara para atacar a Federico, pero este, anticipándose, ataca las galeras de su hermano. Durante el verano de 1298, Federico consigue grandes victorias y que las tropas catalanoaragonesas se retiren. Pero Jaume de Aragón no es un monarca que se rinda fácilmente y un año más tarde decide volver a la acción. Junto a los genoveses, consigue rápidas victorias, siendo la definitiva la de cabo de Orlando (julio de 1299). Pero pese a ser el vencedor, Jaume II de Aragón se limita a realizar un canje de prisioneros con Federico y abandona la isla. Esta postura abona la idea de Bonifacio VIII de que el rey catalán es un traidor.
Por su parte, Federico reanuda la contienda, pero ahora se enfrenta a un antiguo colaborador, Roger de Llúria. Este, de origen siciliano, se había de cantado del lado papal en el momento en que el Parlamento de Sicilia no aceptó el tratado de Anagni. Roger de Llúria inflige una severa derrota a Federico en Ponza (1300). Sin embargo, Federico no se rinde, decide impulsar un nuevo ejército y contrata a personajes de relevancia militar y de experiencia marítima. Uno de ellos es Roger de Flor, que pocos años después se con vertirá en el protagonista de la mayor aventura militar catalana. El rey Carlos intenta reunir más fuerzas para atacar Sicilia y pone al frente del ejército a su hijo Felipe, príncipe de Tarento. Felipe recibe un duro castigo en Falconara (diciembre de 1300) por el ejército capitaneado por Roger de Flor y cae mal herido y prisionero de los sicilianos. La guerra continua con sucesivos fracasos y victorias de ambos lados, pero sin perfilarse un horizonte final.
La ambición de un joven guerrero
La larga guerra de casi seis años consigue que los dos monarcas enfrenta dos, Federico de Sicilia y Carlos de Nápoles, piensen en establecer un tratado de paz. Aunque también es posible que ambos lados ya hubieran mantenido contactos con anterioridad, lo cierto es que ambos monarcas se reúnen en Caltabellota (Italia). El 31 de agosto de 1302 se firma el tratado de paz. Por este acuerdo, Carlos de Nápoles renuncia a sus pretensiones sobre Sicilia, reconoce a Federico como rey de la Trinacria (antiguo nombre de Sicilia), pero –según una fórmula de Bonifacio VIII– solo en vida de éste, ya que luego el reino pasará a manos de Carlos II de Nápoles, hijo de Federico con Eleonor, hija de Carlos de Nápoles; mientras, Federico debe abandonar las tierras ocupadas en Calabria.
La paz de Caltabellota deja sin ocupación a un joven guerrero cuya ambición será la que logre la verdadera expansión mediterránea de la Corona catalano-aragonesa, Roger de Flor. Hijo de un halconero del emperador Federico II de Alemania y de madre italiana, Roger nace en la ciudad de Brindisi. Muy joven, a los ocho años, queda huérfano y es recogido en una nave de la todopoderosa orden del Temple. Allí, el frailesoldado templario Vassall le enseña todos los conocimientos sobre las armas y la navegación; de hecho, a los quince años ya es reconocido como un experto nave gante. Poco después es asimismo aceptado dentro de la orden y nombrado fraile-sargento. Se le concede la capitanía de una de las galeras más pode rosas del Temple, “El Halcón”. Con esta nave, participa en la evacuación de la derrotada ciudad de San Juan de Acre (actualmente Akko, en Israel), donde salva heroicamente a muchas mujeres del ataque de los turcos. Sin embargo, la derrota final conlleva que los defensores cristianos sean acusados de negligencia y tampoco se escapa de ello Roger de Flor. El gran maestre del Temple le acusa de apoderarse de las grandes riquezas de la ciudad abatida; es despojado de todos sus bienes, de sus cargos y buscado para ser encarcelado, aunque logra escapar y se dirige a Génova. Una vez allí, decide que su experiencia y su fortaleza pueden prestar servicio al rey Federico de Sicilia y, además, mientras esté al servicio de Sicilia queda a cubierto de las posibles persecuciones del Temple.
El monarca siciliano acoge con gran satisfacción la ayuda de este joven aventurero templario. Roger no le defrauda y rápidamente consigue grandes victorias demostrando sus habilidades estratégicas por mar y tierra. Su experiencia le permite realizar incursiones como corsario por las costas catalanas e italianas y de esta manera obtiene importantes botines. Durante estos años hace grandes amigos que más tarde serán sus compañeros en la larga aventura oriental; Berenguer de Entenza o Guillem Galcerán son algunos de estos personajes, pero si hay uno que asombra y llena de admiración y de amistad a Roger de Flor es Ramón Muntaner. Nacido en Perelada, en el norte de Cataluña, Muntaner no solo se unirá a Roger de Flor en su expedición hacia Oriente, sino que se convertirá en la persona de su máxima confianza y en autor de la narración de tan extraordinaria aventura.
Cada día que pasa, Roger aumenta su prestigio militar y personal. El rey le nombra vicealmirante de Sicilia y lo convierte en el máximo responsable de las tropas sicilianas. Su gran personalidad le hace ganar adeptos; su audacia le permite incluso asaltar naves de amigos suyos y arrebatarles todas las riquezas, pero dejándoles cartas de débito con la promesa de que al finalizar el conflicto les devolverá el dinero.
Pero cuando la guerra llega a su fin, todo el esfuerzo y la prominente carrera militar de Roger de Flor quedan abortados por la firma de la paz de Caltabellota. La evidente victoria de Federico no satisface a Roger; él es un soldado, al igual que sus guerreros. ¿Cómo van a vivir en tiempos de paz? Esta duda y el hecho del restablecimiento de las relaciones entre el Papado y Federico no