La fuerza de la esperanza. Lázaro Albar Marín

La fuerza de la esperanza - Lázaro Albar Marín


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      La fuerza de la esperanza

      Camino de plenitud

      Lázaro Albar Marín

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      © SAN PABLO 2021 (Protasio Gómez, 11-15. 28027 Madrid) Tel. 917 425 113 - Fax 917 425 723

      E-mail: [email protected] - www.sanpablo.es

      © Martín, Lázaro Albar

      Distribución: SAN PABLO. División Comercial Resina, 1. 28021 Madrid

      Tel. 917 987 375 - Fax 915 052 050

      E-mail: [email protected]

      ISBN: 9788428561853

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      Cristo Resucitado,

      fuente de la gran esperanza

      de la humanidad,

      deseamos alcanzar el cielo,

      participar de tu gloria,

      en un amor eterno

      y en una fiesta

      que no tenga fin

      DIOS, LA FUENTE DE NUESTRA ESPERANZA

      Quiero hacer

      un canto de esperanza,

      y decir al mundo que Dios

      es la fuente de nuestra esperanza.

      Quiero cantar, gritar,

      y pregonar a los cuatro vientos

      que no podemos vivir sin esperanza,

      porque hay un Dios que nos ama

      y es la fuente de nuestra esperanza.

      Quiero saltar de gozo,

      alegrar los corazones de todos

      con el bálsamo

      de la virtud de la esperanza,

      porque tenemos un Dios

      que nos acompaña,

      que es fuente de vida,

      la fuente de nuestra esperanza.

      Quiero decir a los apocados,

      a los tímidos, a los miedosos,

      que todo será transformado,

      si se tiene fe en el Dios

      que levanta nuestra esperanza.

      Quiero alegrar el corazón

      de los que viven en la oscuridad,

      en la duda o confusión,

      cansados de la vida,

      envueltos en miles de dificultades,

      y siendo impacientes no esperan nada,

      porque Dios tiene para ellos

      una palabra de esperanza.

      Si te falta el trabajo,

      si eres inconstante en tus luchas,

      si estás triste o angustiado,

      si tienes miedo al compromiso,

      si te falta amor y paz,

      y abres tu corazón,

      puede brotar en ti la esperanza.

      Y quiero mirar siempre más arriba,

      ir más allá de los simples sueños

      para alcanzar los grandes ideales,

      porque creo en un Dios

      que es la fuente de nuestra esperanza.

      Sí, conozco esa fuente

      cuya agua corre y corre por todo mi ser,

      porque allí en las aguas más profundas

      brota la sabiduría de quien tiene a Dios,

      y sabe que Dios es nuestra gran esperanza.

      Prólogo

      El libro que tienes entre manos pretende ser un instrumento de la Nueva Evangelización. El papa Francisco en su Exhortación apostólica Evangelii gaudium nos alienta a vivir y extender la alegría del Evangelio, una alegría que no está sino en Cristo Resucitado y el poder de su amor, fundamento de toda esperanza. Nuestra cultura actual está padeciendo un drama profundo que el autor, el P. Lázaro Albar, conoce de primera mano tanto por su labor pastoral en Campamento (Cádiz) como por su experiencia ya dilatada en retiros y convivencias de restauración espiritual. Bien puede afirmar el autor con el Santo Padre: «El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. Esa no es la opción de una vida digna y plena, ese no es el deseo de Dios para nosotros, esa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado»[1].

      De esta realidad cruda y cruel ha brotado la crisis que ha herido al corazón humano. Y así se habla de crisis económica, crisis de valores, crisis política, crisis de fe. El paro, la pobreza, la corrupción, la violencia, crean una sensación de vértigo, miedo, impotencia e incluso desesperación. Pero el cristiano, que sabe que todo esto es consecuencia del pecado de un modelo de hombre sin Dios, no pierde la esperanza y sabe que solo Dios puede levantar al hombre de su miseria.

      Esto es lo que el autor, el P. Lázaro Albar, ha deseado expresar con sencillas palabras: escribir unas reflexiones que hablen de esperanza, de que el hombre agarrado a Dios es capaz de salir adelante, de recuperar fuerzas, de realizar lo imposible. Si el hombre cuenta con Dios todo puede cambiar, la más espantosa realidad convertida en un árido desierto puede ser transformada en un maravilloso vergel o en un precioso oasis de manantiales de agua de vida. Por eso este libro quiere ser un grito a esta sociedad y a este mundo cuya tierra pisamos, para que levante la mirada al Dios que no deja de amarnos, que se preocupa profundamente de sus hijos, y que en su Hijo Jesucristo tiende su mano a todo aquel que le abre su corazón y recibe el Espíritu Santo.

      La esperanza es el gran motor de la vida, unida profundamente a la ilusión. Dios Padre está lleno de ilusión por nosotros y nos quiere comunicar su proyecto por medio de su Espíritu Santo. Sobre la certeza de su Amor invencible el hombre moderno puede construir su vida asumiendo la fatiga del camino por la grandeza de la meta y la compañía del Dios-con-nosotros a lo largo de él. Como dijo el papa emérito Benedicto XVI en su Encíclica sobre la esperanza: «Necesitamos tener esperanzas –más grandes o más pequeñas– que día a día nos mantengan en camino. Pero sin la gran esperanza que ha de superar todo lo demás, aquellas no bastan. Esta gran esperanza solo puede ser Dios, que abraza el universo y que nos puede proponer y dar lo que nosotros por sí solos no podemos alcanzar»[2].

      Invito al lector a dejarse guiar en esta búsqueda por el autor que sin duda le ayudará a encontrar a aquel que es «el Camino, la Verdad y la Vida», la esperanza que no defrauda: Cristo Jesús.

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