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yacen múltiples representaciones, siendo que se trata de múltiples realidades que coexisten y que emergen por la confluencia de un sinnúmero de factores, humanos o no, orgánicos o no, que las componen y que interactúan entre sí, y la hacen posible gracias a las prácticas que en ellas se ejecutan. Desde el giro ontológico, se trata de exaltar la existencia per se de dichos mundos como realidades igualmente válidas, pero no superiores, en permanente interacción y sin construcción definitiva.
Janke: posontología
Aunque Janke no es un autor de primer orden, su planteamiento sobre la posontología tiene elementos que permiten inferir el horizonte de lo que sería la dimensión de lo posjurídico22. Su obra se divide en dos partes: la primera constituye una aproximación histórica en la que reconstruye la relación de la metafísica con el positivismo, para posteriormente explorar el ocaso de la ontología por el advenimiento del nihilismo. La segunda parte intenta definir los elementos sistemáticos de una posontología. A partir de la tensión entre el logos apofántico y la lógica categorial, Janke retoma lo que denomina la encrucijada entre verdad y existencia, que conduce al ser-expuesto-en-el-mundo como categoría sustancial, y lo cual se revela en toda su intensidad en situaciones límites y fundamentales que ponen de presente las posibilidades reales de la existencia.
La posontología, como la recoge Guillermo Hoyos en su introducción al libro de Janke23, tiene que ser entendida como una crítica a la hegemonía del discurso racional, que pretende reducir el análisis del ser a unas categorías lógico-científicas, relegando las posiciones mítico-religiosas y poético-estéticas, tanto o más relevantes –ya lo sugería Lukács– para la representación del ser. En ese sentido, la dimensión cotidiana –del mundo de la vida, como diría Habermas– no ha logrado ser recogida por la ontología, que la ha reducido a términos cuantificables del positivismo. Por ello, se requiere que dichas dimensiones no sean consideradas como res extensa, sino, por el contrario, como perspectivas legítimas de análisis de la realidad.
La posontología se enmarca, pues, en esa dirección, de manera análoga y sin estar estructuralmente comprometida con ella, en la crítica posmoderna a la modernidad. Es la contrastación radical de la ontología tradicional, que ha reducido el ser a lo “noético-instrumental-teleológico”24. De ahí por qué su crítica al positivismo, pero también al nihilismo, en la medida en que la ontología ha quedado cercada, ya por el discurso racional instrumental, ya por su anverso, el nihilismo, que ha renunciado a plantear cualquier alternativa.
La praecisio mundi desterró de la ontología el mito, el arte, la ética, la religión, aspectos donde reside la posibilidad de superación de la ontología. De ahí por qué la reivindicación de Hölderlin y su preocupación por el futuro, por la remitologización del mundo, que permita repoetizar al ser y, desde ahí, desentrañar su significado original. Esa es la tarea de la posontología que se plantea Janke: asumir el mundo como totalidad, no solo como cosa medible y cuantificable; escudriñar de qué manera en la poesía, en el arte, en la lengua, podemos rescatar, reinventar de nuevo la verdad de la existencia, el sentido perdido del ser.
Ahora, dentro de los elementos categoriales de la posontología se tiene que el lenguaje debe ser liberado de la razón instrumental para poder explorar los límites de la existencia misma del hombre como ser-expuestoen-el-mundo, que, al aventurarse y experimentar situaciones límite, halla nuevas verdades desde las que puede vislumbrar la realidad del ser, más allá de la razón apofántica. La fragilidad de la existencia humana que sentimos en esas situaciones límite permite evidenciar la finitud de la existencia y exaltar el carácter indeterminado e inestable del destino, y en esos intersticios podemos ir más allá de la ontología positivizada y descubrir la dimensión encubierta de la posontología en la incertidumbre, el dolor y la angustia, pero también en la sorpresa de la vida.
En ese punto, el tiempo, por supuesto, donde nos movemos en esa tensión entre finito e infinito, es el ambiente natural e insalvable en que debemos resolver esta encrucijada. Ahí es donde el ser expuesto que somos tiene que asumir su nueva perspectiva, con miras a superar las limitaciones que la ontología como res extensa le ha impuesto y proyectarse en lo mítico-poético-estético en búsqueda de los nuevos horizontes del ser25.
El ámbito de lo posfundacional
Ontologías políticas: más allá de la política
La pregunta por la ontología política
La relación entre pensamiento y política ya no puede ser entendida bajo el esquema de representación sujeto-objeto, en el cual el pensamiento (sujeto) se representa aquello denominado (política) y así mismo lo determina, lo certifica y lo subordina26. En ese orden de ideas, la ontología política pone de presente la necesidad de repensar la relación entre pensamiento y política desde el giro ontológico (apartándose, en su acercamiento, del esquema sujeto/objeto), que implica analizar dicha relación partiendo del lenguaje como mecanismo de indagación, para plantear la pregunta sobre cómo lo que es –en ese caso el pensamiento político– ha llegado a ser constituido como tal, lo que a su vez acarrea apartarse del estatuto teórico centralizado en lo ya dado como mera existencia inmanente.
Una vez desmontado el esquema de representación pensamiento-política, que terminaba subordinando a esta última, el problema que atañe desde el giro ontológico se plantea a manera de apertura y se enfoca en los discursos sobre el ser, en los cuales discurso y ser son diferentes, pero el abismo entre estos se disminuye para plantearse así una relación de copertenencia y de co-constitución recíproca. Desde este horizonte, no hay algo que exceda al ser ni que le sea idéntico.
Como consecuencia de lo anterior, la pregunta sobre el ser no parte de lo que ya está dado, por lo que su conceptualización o delimitación nunca es definitiva, pues el ser tiene un carácter contingente y dinámico, lo que exalta nuevamente su apertura. En ese sentido, se trata del ser tal y como es, a manera de posibilidad o imposibilidad, por lo que se afirma que el ser es cuasitranscendental. La imposibilidad del ser está sujeta tanto a un contexto histórico como a la tensión entre acontecimientos y discusiones teóricas que influyen sus condiciones de existencia.
Ahora bien, la razón por la que se hace referencia a una ontología política radica en que el término política es inacabado e inconcluso y se encuentra saturado de definiciones, pero al mismo tiempo “existe una falta que imposibilita esa saturación”27. En lo político siempre hay contradicción e inestabilidad; por esto, no hay una esencia última de la política, ya que depende de actos del pensamiento. Lo anterior es el punto de partida necesario para lograr una redefinición de la teoría crítica del pensamiento.
Castro-Gómez: ontología del poder
Castro-Gómez propone una alternativa a las “revoluciones sin sujeto”, que son la consecuencia inevitable de la teoría de Žižek, basada en la ontología de la incompletitud y la dimensión universal de la política, para exponer en su lugar un tipo de ontología política que propone el olvido del sujeto trascendental y opta por el poder como “una condición irrenunciable de la experiencia”28.
Castro-Gómez resalta la crítica que hace Žižek a la teoría foucaultiana. Para Žižek, el concepto de relaciones de poder foucaultiano las hace trascendentales y eliminan la resistencia y la lucha política, en tanto que estas últimas se encuentran inmersas en las dinámicas de dichas relaciones, así como el sujeto que, debido a la biopolítica y la disciplina, pierde su carácter trascendental. Este es el que pretende rescatar Žižek, al considerarlo actor fundamental