Problemática jurídica posdoctoral: Debates iusfilosóficos, iusteóricos y iusdogmáticos. Óscar Mejía Quintana
del sujeto y la lucha y resistencia política al plantear que las relaciones de poder son permanentes, deslocalizadas y tejidas en red, por lo que escapar de estas no es posible, e impulsa así la resignación al sistema capitalista. Sin embargo, de acuerdo con Castro-Gómez, en Foucault es posible encontrar una alternativa a las relaciones de poder, que se concreta en los antagonismos tomados de la voluntad de poder nietzscheana, según la cual, en dichas relaciones existe una lucha constante por dominar y gobernar la fuerza ajena, lo que indica que los antagonismos están presentes siempre, de manera implícita, en las relaciones de poder.
La relación agonística de las fuerzas no opera como instancia fundamental, pero estas sí preceden a cualquier organización política y social y se encuentran en permanente posibilidad de emerger. La fuerza que es capturada cuenta con un cierto margen de libertad que le permite ejecutar acciones de desgobierno frente a la fuerza homogeneizadora, lo que implica que dicha posición dominante nunca es definitiva y que, en ese sentido, la sociedad no es una construcción terminada. El carácter ontológico de los antagonismos radica en la existencia permanente de los mismos dentro de las relaciones y prácticas de poder que actúan sobre la cotidianidad del sujeto.
Ahora, según Castro-Gómez, Žižek acierta cuando evidencia el poco trasfondo que le dio Foucault a la relación entre lucha política y antagonismo y a estos como mecanismos para actuar en contra de las redes de dominación. Para lograr lo anterior, señala el autor, será necesario ahondar en la diferencia ontológica.
Desde la diferencia ontológica se pretende plantear un nuevo horizonte de análisis de los acontecimientos, que parta de la diferencia que existe entre lo político y la política. Lo político hará referencia a aquel campo que funciona como filtro definitorio de la política, que, por su parte, alude a las instituciones, discursos y prácticas cuyo propósito es organizar el comportamiento humano. Dentro de este panorama, el antagonismo cobra una importancia fundamental en la medida en que instituye no solo la dimensión social, sino la política misma, razón por la cual la política no pretende la eliminación del antagonismo, sino una redistribución del poder.
En ese orden de ideas, los antagonismos son la única instancia fundamental posible, definitorios de sentido, que se materializan en el ámbito de las relaciones y prácticas sociales, pero cuyo carácter no puede ser establecido a priori ni ser una instancia fundamental de determinación, dada su contingencia y dinamismo; sin embargo, ello no evita la fijación de órdenes de sentido temporal derivadas de parámetros sedimentados.
Desde la diferencia ontológica se trata de establecer lo social como contingente, dadas las relaciones de fuerza que en esto operan y que se caracterizan por el antagonismo. Debe tenerse claro que, dado el estatuto ontológico del antagonismo, no es posible llevar a cabo la emancipación total y definitiva, ya que siempre surge una fuerza opositora que lo impide. Para Castro-Gómez, estos son los insumos que permiten a los teóricos postular una teoría de la democracia.
Pospolítica y subpolítica
Crítica de la pospolítica: ĐiĐek
La pospolítica es una política que afirma dejar atrás las viejas luchas ideológicas para recaer en la administración y gestión de expertos de la manera más eficiente posible. La pospolítica moviliza todo el apartado de expertos, trabajadores sociales, asociaciones, etc., para asegurarse de que las reivindicaciones de un determinado grupo se queden en una reivindicación puntual. La posmoderna pospolítica es una forma de negación de lo político29.
El orden liberal-capitalista es un orden policial en el sentido de que neutraliza la dimensión propiamente traumática del acontecimiento político para mantener un orden en el que cada parte tiene un sitio asignado. El orden liberal-capitalista niega la verdadera política, bajo la efectiva estrategia de la pospolítica, que acude al modelo de la negociación empresarial y que actúa como forma de negación del acontecimiento político, en el cual el multiculturalismo juega un papel fundamental clasificatorio y de legitimación de la actividad política, que solo se entiende valiosa cuando no ataca el perfecto sistema liberal. Entonces, la consecuencia lógica del multiculturalismo es la radicalización de la diferencia cultural, encubierta en la supuesta tolerancia y reconocimiento que se construyen bajo postulados estrictamente occidentales.
Para Žižek, con la pospolítica se despolitiza la economía y se direcciona la lucha política hacia el reconocimiento de identidades culturales, al desplazar la importancia de las batallas en contra de la desigualdad social, la lucha de clases, el modo de producción y acumulación (causas emancipadoras que deben ser defendidas con ardor por la izquierda marxista), para centrarla en el dispositivo multicultural de la tolerancia, que no es sino una treta del capital para desactivar la contestación al orden económico-político imperante en estos momentos. Politizar las distintas luchas particulares dejando intacto el proceso global del capital resulta, sin duda, insuficiente. Para hacer frente a este cierre sofocante, la salida es analizar y cuestionar la omnicomprensividad y supuesta tolerancia de la pospolítica, para permitir que lo excluido se convierta en una nueva forma de subjetivación política.
Beck: la subpolítica
La preocupación de Beck es la forma en que ha cambiado lo político en la segunda modernidad: producto de una sociedad cosmopolita, genera un futuro abierto en la sociedad, la estatalidad y la política, y da origen a varios interrogantes a los que el propio Beck intenta dar respuesta30. El diagnóstico final de la política ya no es válido desde la mirada nacional, que se olvida de la contingencia política; por esto, en su lugar opuesto se plantea la mirada cosmopolita que presenta un panorama de globalización de la contingencia basada en la estrategia de la gran política, la desespacialización del Estado, la transnacionalización, las coaliciones estatales múltiples, el riesgo global, el entrelazamiento del interior y el exterior –de ganancia-ganancia–, la cosmopolitización del derecho y la cosmopolitización regional. El aspecto central de la nueva teoría crítica enseña que la mirada nacional siempre lleva a plantear, de manera irremediable, el fin de la política y de la contingencia global de lo político que la mirada cosmopolita diagnosticaba31.
Radicalizando a Luhmann, sin duda es Beck quien más ha problematizado el carácter de esta nueva sociedad global. Para Luhmann, la sociedad de los sistemas sociales autorreferentes, dada su naturaleza autopoiética, hace frente a las contingencias estructurando sentido a partir de su lógica propia, sin considerar como referente sustancial las necesidades del entorno, lo que le permite a Beck caracterizarla como la sociedad del riesgo, donde toda estructura contra/frente al riesgo-contingencia abre un frente de azar no estructurado que somete a la sociedad de sistemas a una permanente dialéctica entre la contingencia y el caos.
De esta tensión infiere Beck un diagnóstico impactante que relativiza las sesgadas lecturas weberianas en torno al advenimiento de la modernidad como un proceso lineal y progresivo, prácticamente sin conflictos. La teoría de la modernidad reflexiva pone de presente no solo la tensión que polariza a la modernidad, sino la contradicción misma que la desgarra: la modernidad se ve confrontada por una contramodernidad, creando con ello un universo político donde pugnan entre sí dos caras de un mismo proceso histórico, social y político y donde al proyecto de modernidad se opone la modernidad reflexiva, que tiene una pretensión antisistémica; a partir de allí, Beck fundamenta lo que denomina la “reinvención de lo político”32.
La invención de lo político es para Beck el final de la teoría de sistemas, el reconocimiento de que la política se inventa por encima o por debajo de los sistemas y de que esta no existe ni puede existir en la burbuja sistémica en que Luhmann pretendiera –pese a todas sus revisiones– instalarla cómodamente33. El surgimiento no solo de nuevas subjetividades –Baudrillard y Touraine ya lo han registrado34–,