¿Por qué los buenos soldados hacen cosas malas?. Giovanni Alberto Gómez Rodríguez
Jurídica Mario Alario D´Filippo, Universidad de Cartagena, 2019, vol. 11, No. 21.
Contenido
EL EJÉRCITO Y EL MILITAR EN LA POSTMODERNIDAD
Capítulo 1. Investigaciones precedentes
Capítulo 2. Descripción objetiva del Ejército y el militar en la postmodernidad
Capítulo 3. Descripción subjetiva del militar postmoderno
Capítulo 4. Violencia y uso de la fuerza en la postmodernidad
PARTE II
LA TRANSGRESIÓN MORAL
Capítulo 1. Fundamentación de la transgresión moral
Capítulo 2. Tipos ideales y casos
Capítulo 3. La transgresión moral de primer orden: “matar y torturar”
Capítulo 4. La transgresión moral de segundo orden: “el daño colateral”
PARTE III
IMPLICACIONES DE LA TRANSGRESIÓN MORAL
Capítulo 1. Responsabilidad ante la transgresión moral
Capítulo 2. Consecuencias de la transgresión moral
Epílogo
Bibliografía
Hannah Arendt identificó y describió “el problema de la conciencia” en los militares nazis causado por la obediencia irreflexiva y la renuncia a la capacidad humana de pensar y juzgar —reconocer la diferencia moral en las acciones—. Sin estas actividades de la conciencia, el mal se hizo pasar por el bien y el Holocausto fue posible. Hoy sabemos que los argumentos de Arendt que propugnan poner en suspenso el poder y la autoridad son, más que una teoría, una necesidad para las instituciones y los hombres que aspiran a erradicar o, al menos, limitar la comisión de actos inhumanos e injustos. Aunque existen diferencias notables entre las condiciones y las circunstancias de la Segunda Guerra Mundial y la guerra global contemporánea —de indistinción entre guerra y paz—, el problema de la conciencia de los militares descrito por Arendt sigue vigente. En la postmodernidad, los ejércitos occidentales incurren en transgresiones morales relacionadas con el ejercicio de la violencia y el uso de la fuerza.
Con el propósito de comprender este problema general e identificar sus expresiones actuales, hemos seguido la lógica que subyace tras la evaluación de riesgos, procedimiento establecido en el planeamiento operacional de la doctrina militar. Esta vía de aproximación poco común en los asuntos éticos —por lo general dogmáticos y normativos— satisface nuestro propósito de evidenciar las circunstancias y determinaciones presentes en los casos de fracaso moral de los militares postmodernos,1 además de responder a la necesidad de definir el marco de referencia infringido con las conductas a fin de dar cuenta de porqué los buenos soldados hacen cosas malas.
Indiscutiblemente, esto remite en primera instancia a la reflexión sobre la naturaleza del ser humano y los asuntos internos con los que batalla de manera constante,
El verdadero problema no es cómo es por naturaleza el ser humano, si bueno o malvado, porque lo fuera de una forma u otra, poco podríamos hacer para cambiarlo siendo algo intrínseco a su naturaleza; lo que sí podemos hacer es estudiar las situaciones que favorecen el predominio de la bondad, las capacidades altruistas del ser humano, para evitar las situaciones que favorecen lo contrario, que despiertan los monstruos abominables que llevamos potencialmente dentro.2
La exigencia de identificar principalmente el marco de referencia quebrantado, hace referencia a la teoría ética (deontológica, consecuencialista, de las virtudes, deontología de umbral y perspectiva de la moral) que, en función del contexto sociocultural o institucional, es aceptada como reguladora de las conductas. No obstante, no basta con estos referentes, también se deben incorporar otras directrices y relaciones necesarias para que las decisiones del soldado en el campo de combate se funden en los principios que estructuran su profesión y puedan ser juzgadas de forma pertinente. Es el caso de las teorías políticas “de la guerra” —pacifismo, idealismo o teoría de la guerra justa— y otras de data reciente —como Just Peacemaking Theory y éticas de la guerra y de la paz—. Unas y otras son constitutivas del modelo denominado ética militar profesional (EMP).
Consideramos pertinente referirnos brevemente a la teoría ética que encontramos adecuada para el contexto postmoderno y las misiones particulares y críticas que los ejércitos conducen. Siguiendo a autores que han indagado acerca de la EMP, encontramos varias alternativas: enfatizar la ética de las virtudes, identificar y reconocer la adopción de una o de algunas de las teorías simultáneamente, o diluir por completo el antagonismo y apelar a una integración factible de las teorías. No obstante, la mayoría de las teorías éticas implican deficiencias y son inadecuadas para el contexto de operaciones contemporáneo (esto último se desarrolla en el capítulo 3 de la primera parte).
La ética deontológica, al universalizar el deber, impone estándares comunes que no aplican a todas las culturas ni tiempos. Es el caso de prácticas como la esclavitud, que parece increíble que haya sido consentida en el pasado, o las relaciones homosexuales entre adultos antes reprobadas y aceptadas en la actualidad, o la poligamia, el trabajo infantil y la restricción sobre la mujer que, aunque la sociedad occidental no tolera, otras sociedades sí. El consecuencialismo, por su parte, promulga la búsqueda del mayor beneficio para el mayor número de personas; sin embargo, también justifica la comisión de daños para evitar males mayores (la bomba atómica es un ejemplo); de ahí que algunos autores consideren que el consecuencialismo es una ética que no atiende a la bondad de los sujetos de acción y de sus acciones, sino que hace balance de los óptimos estados del mundo. Por otra parte, la ética de las virtudes, propicia y atractiva para el estamento militar, opera generando una esfera normativa exclusiva a la cual deberían adherirse todos sus miembros; no obstante, el estándar puede ser ilusorio, impositivo y autoritario, lo que fácilmente la conduce a colisionar con los valores sociales.
Entre tanto, la teoría ética que consideramos consistente con las exigencias de un modelo de ética militar profesional para los ejércitos de hoy, es la denominada perspectiva de la moral o de la praxis de Martin Rhonheimer, en la medida que supera las limitaciones antes señaladas. Este enfoque sostiene que no es necesario diferenciar entre teorías de la bondad de la voluntad (deontología) y teorías sobre la corrección del actuar (consecuencialista), pues una ética bien fundamentada debería reunir en una sola operación la bondad de la voluntad y la corrección del actuar:
En cada una de las acciones concretas que elegimos en virtud de un juicio de la razón siempre está en juego todo nuestro ser como hombres: nuestra orientación a lo “bueno para el hombre”.