Abogados de ficción. Walter Arévalo-Ramírez
la justificación de que la trata de esclavos solo podía ser suprimida mediante la fuerza del orden (Vargas Llosa, 2010, p. 51). Ante el creciente número de denuncias y acusaciones sobre las atrocidades de los grupos locales, la reacción del rey se caracterizó por el negacionismo de los hechos y la manipulación de la información, encaminados a crear una sensación de falsa legalidad de sus actuaciones (Bevernage, 2018, p. 209).
En este sentido, en un aparte de la novela, Casement entabla una conversación con un miembro de la Force Publique, a quien increpa por su manera de tratar a los grupos locales. Cuando el interlocutor le pregunta si realmente cree que los europeos llegaron a África para llevar la civilización, Casement le responde: “Ya no, lo creí por muchos años con la ingenuidad del muchacho idealista que fui” (Vargas Llosa, 2010, p. 101).
De acuerdo con la novela, un Casement arrepentido por su ceguera inicial frente a los horrores del colonialismo encuentra una oportunidad para redimirse de sus pecados de juventud como colaborador del colonialismo cuando, en su calidad de cónsul, es comisionado por la Cancillería inglesa para investigar los abusos de las autoridades belgas.4 Luego de viajar por el territorio del Estado Libre del Congo, Casement elabora un reporte para el Parlamento inglés en el que documenta y describe los crímenes atroces cometidos en contra de la población. Tras el revuelo que causó su informe sobre el Congo, Casement obtiene reconocimiento y prestigio, o como se dice en la novela, adquiere reputación como un “especialista en atrocidades” (Vargas Llosa, 2010, p. 154). Es precisamente por ello que, años más tarde, Casement es de nuevo designado por la Cancillería inglesa para investigar la situación humanitaria en otra zona de explotación del caucho, el Putumayo. Esta vez el foco de las pesquisas de Casement serían las actividades de la Casa Arana.
Los motivos del interés del Gobierno británico por investigar los abusos cometidos por la industria cauchera en la Amazonía obedecían a que en Inglaterra circulaba información sobre prácticas crueles cometidas en contra de la población indígena por parte de la Peruvian Amazon Company (PAC), que para ese entonces era una compañía que cotizaba en la bolsa de valores de Londres.
Además de establecer la posible responsabilidad de los directores ingleses de esta compañía, el interés del Gobierno británico residía en establecer la situación de algunos hombres de Barbados y, por ende, súbditos británicos, que habían sido contratados por la Casa Arana en calidad de capataces (Vargas Llosa, 2010, p. 149). Es necesario mencionar que la Casa Arana, fundada y dirigida por el peruano Julio César Arana, fue una empresa cauchera que operaba en el Putumayo y el Amazonas. La compañía fue acusada de cometer atrocidades contra las comunidades indígenas de esta zona para generar más ganancias a su operación comercial (Thomson, 1913). Esta empresa, que fue originalmente peruana, fue adquirida por accionistas ingleses, siendo incorporada bajo el nombre de Anglo-Peruvian Amazon Rubber Co (Uribe, 2013).
En las actividades caucheras de la Casa Arana, el sometimiento de los indios estaba justificado en la lógica de que su participación en esta actividad económica les permitía un encuentro con la civilización y, además, el acceso a bienes europeos a cambio del caucho recolectado. Al respecto, Julio César Arana señaló:
Yo entré en relaciones de negocios con las dichas colonias (del Putumayo) cambiando mercancías por caucho, comprando provisiones y haciendo avances, (hasta entonces) los indios (de estas riberas) habían resistido el establecimiento de la civilización en sus distritos… pero alrededor del año 1900 en adelante los indios se volvieron más civilizados, y un sistema de recolección del caucho por los indios (que intercambiaban) por mercaderías europeas surgió entre los indios y las colonias. (citado por Centro Nacional de Memoria Histórica [CNMH], 2014, p. 109)
Casement constató que en el Putumayo los indígenas estaban bajo un yugo empresarial, caracterizado por el maltrato atroz, para garantizar la explotación del caucho (Vargas Llosa, 2010, p. 173). En particular, durante su estancia en la Amazonía, fue testigo y pudo documentar el deplorable estado al que había sido reducida la población indígena mediante prácticas como la tortura y el tráfico de seres humanos.
Producto de sus investigaciones, Casement elaboró un informe para la Cancillería inglesa que retrataba la manera en que la explotación del caucho en la Amazonía por parte de una compañía inglesa era posible gracias a un modelo de explotación esclavista sustentado en la coerción y la violencia ejercidas en contra de la población indígena. Haber sido testigo de los estragos que el imperialismo europeo causó en África y América Latina hizo a Casement ser consciente de las condiciones de opresión en las que el Reino Unido mantenía sometida a su natal Irlanda. Irlanda fue invadida por los ingleses, cuyo poder se consolidó en el reinado de Enrique VIII. Desde este momento Irlanda sufrió la opresión por parte de la Corona inglesa hasta su independencia parcial en 1921 (Irlanda del Norte continúa siendo parte del Reino Unido).
Como le dice Casement a un interlocutor en un pasaje de la novela, la colonización en Europa era más refinada, pero no menos cruel (Vargas Llosa, 2010, p. 388). De este modo, la novela finaliza narrando la etapa en la vida de Casement en la que este se involucra con el independentismo irlandés, razón por la que a la postre sería acusado de traición y condenado a la pena de muerte.
La vorágine
El auge de la explotación del caucho a gran escala en Colombia ocurrió entre 1879 y 1945. El primer periodo fue entre 1879 y 1912 denominado la fiebre del caucho, mientras que el segundo tuvo lugar entre 1942 y 1945, paralelo a la Segunda Guerra Mundial. Durante la primera etapa, varias casas caucheras se asentaron en el Putumayo debido a las mejoras en el transporte, a la autorización para la explotación privada de bienes baldíos5 y a la consolidación de “pequeños centros y colonias” (Sierra, 2011).
En el ámbito literario, José Eustasio Rivera en La vorágine narra algunas de las atrocidades que ocurrieron durante esta época. Desde su publicación en 1924, las aproximaciones a La vorágine han valorado de manera diversa su carácter mítico y simbólico, su carácter documental autobiográfico y su carácter de denuncia social (Thomas, 1991, p. 97). Al respecto, se ha afirmado que, al hacer un recuento preciso con exactitud histórica de las condiciones inhumanas que provocó la fiebre del caucho en el territorio colombiano entre 1905 y 1920, la novela es también un valioso archivo histórico (Neale-Silva, 1939, p. 316).
La novela se desarrolla inicialmente en los llanos y después en la selva amazónica. El relato en los llanos se caracteriza por una “superabundancia de acción”, caracterizada por la sucesión vertiginosa de eventos (Neale-Silva, 1939, p. 319). Este sigue a Arturo Cova y a Alicia, una pareja que decide huir de Bogotá con rumbo hacia el Casanare luego de que ella no respetase un matrimonio arreglado por su familia con un viejo terrateniente. Acompañados de don Rafo, un antiguo compañero del padre de Cova, llegan a la fundación La Maporita, donde se encuentran con los demás personajes de la novela que también estarán presentes cuando el relato llegue a la selva: un matrimonio conformado por Griselda y Fidel Franco, propietarios de La Maporita, y Narciso Barrera.
Respecto de este último, si bien se menciona que Barrera está en los llanos en busca de personas para llevarlas a trabajar en las caucherías del Vichada, las menciones de la explotación cauchera en esta parte son escasas. Sin embargo, desde muy temprano, Rivera (1985) deja claro que esta hace parte del contexto histórico de la novela, al apuntar que las actividades en las fincas ganaderas estaban detenidas porque “ante el señuelo del próximo viaje a las caucherías ninguno pensaba en trabajar cuando estaba en vísperas de ser rico” (p. 26).
Cova y Fidel Franco penetran en la selva en búsqueda, respectivamente, de Alicia y Griselda, que se han ido con Barrera. Allí, el carácter de denuncia social de la novela adquiere preponderancia, principalmente a través de los relatos de cómo es la vida en las caucherías por parte de los personajes. Cova y sus acompañantes se van topando con distintos personajes en su camino hacia el Vichada. Por un lado, se encuentran con un viejo conocido de Franco, a quien acompañan varios indígenas. Son estos quienes les recomiendan a los viajeros no navegar por el río Inírida, puesto que río arriba se encuentran “caucherías y guarniciones. Trabajo duro, gente maluca, matan a los indios” (Rivera, 1985, p. 102). Los indígenas también les advierten que en el camino podrían encontrarse con prófugos de las caucherías