El misterio de Riddlesdale Lodge. Дороти Ли Сэйерс
por sus entretenidas charlas y doctas conferencias sobre el tema.
En este volumen de sus Obras escogidas encontrará el lector cinco muestras latentes del ingenio prodigioso de esta escritora inglesa, que tan merecida fama ha alcanzado entre los aficionados a la buena novela policíaca y de misterio.
Datos personales
WIMSEY, Peter Death Bredon, D. S. O.; nació el año 1890; hijo segundo de Mortimer Gerdd Bredon Wimsey, decimoquinto duque de Denver, y de Honona Lucasta hija de Francis Delagardie, de Bellingham Manor, Hants.
EDUCADO EN Eton College y Balliol College, de Oxford (primer premio en Historia). Sirvió como mayor en la Kine Brigada, durante la guerra de 1914–1918.
AUTOR DE Notas sobre la colección de incunables, El vademécum del asesino, etcétera.
AFICIONES: La criminología, la bibliofilia, la música y el cricquet.
CLUBS: Marlborough, Egotists'.
RESIDENCIAS: 110 A Piccadilly, W.; Bredon Hall, Duke's Denver, Norfolk.
ARMAS. Sable, tres ratones corriendo, plata; cresta, un gato doméstico en disposición de saltar, limpio.
LEMA: Lo que mi capricho[1] me manda.
Nota biográfica
Comunicada por Paul Austin Delagardie
Miss Sayers me pide que llene ciertas lagunas y rectifique algunos errores que existen en su relato de la carrera de mi sobrino Peter. Lo haré con sumo gusto. Aparecer públicamente en letras de imprenta es ambición de todo ser humano, y me mostraré modestamente adecuado a mi avanzada edad para actuar como una especie de leal servidor a la gloria de mi sobrino.
La familia Wimsey es muy antigua…, demasiado antigua a mi parecer. El padre de Peter no hizo más que una cosa sensata en su vida: aliar su exhausta estirpe a la vigorosa sangre franco-inglesa de los Delagardie. Aun así, mi sobrino Gerald, actual duque de Denver, no es más que un estúpido propietario inglés, todo músculos, y mi sobrina Mary fue lo suficientemente frívola y tonta para casarse con un policía y borrarse del mapa. Peter sale a su madre y a mí, lo declaro con orgullo y satisfacción. Es todo nervio y acción, cierto; pero eso es mucho mejor que ser un cerdo y un bobo como su padre y hermano, o un simple manojo de nervios como Saint George, el hijo de Gerald. Por lo menos ha heredado la inteligencia de los Delagardie, que sirve de salvaguardia al desafortunado temperamento de los Wimsey.
Peter nació en 1890. Su madre, por esa época, se atormentaba ya mucho por la mala conducta de su marido (Denver siempre fue un libertino, aunque he de confesar que el escándalo grande no estalló hasta el año del Jubileo), y sus preocupaciones tal vez influyeran sobre el infante. Peter era un niño con aspecto de camarón descolorido, muy inquieto y travieso, siempre demasiado inquisitivo para su edad. No poseía nada de la robusta belleza física de Gerald, pero desarrollaba lo que yo puedo muy bien llamar una especie de gracia corporal: más maña que fuerza. Tenía pies rápidos para el balón y manos diestras para el caballo. También poseía el valor del mismísimo demonio: esa inteligente clase de valor que huele el peligro antes que se produzca. Cuando pequeño sufría espantosas pesadillas nocturnas. Con gran consternación de su padre, tuvo desde su más tierna infancia verdadera pasión por los libros y la música.
Su primera época escolar no fue muy afortunada. Era un niño demasiado refinado, por lo que no es de extrañar que sus compañeros le apodaran Flimsey[2] y le trataran como un monigote. Como extraña autoprotección, hubiera podido aceptar su situación y degenerar en mero bufón, si uno de sus profesores de deporte, en Eton, no hubiera descubierto en él un brillante e innato jugador de cricquet. Tras eso, claro está, todas sus excentricidades se aceptaron como rasgos de ingenio, y Gerald sufrió el terrible golpe de verse desplazado por su hermano menor, que, de la noche a la mañana, se convirtió en una personalidad más destacada que él. Cuando alcanzó el sexto curso, Peter había conseguido transformar su aspecto: atleta, alumno destacado, arbiter elegantiarum…, nec pluribus impar. El cricquet contribuyó mucho a ello. La mayoría de los antiguos alumnos de Eton recordarán al “gran Flim” y su victoriosa actuación contra el equipo de Harrow…; pero tengo que decir en mi favor que yo le llevé al mejor sastre, guié sus primeros pasos en Londres y le enseñé a distinguir un buen vino de uno malo. Denver no se ocupaba apenas de él. A sus complicaciones personales se añadían las de Gerald, que se conducía como un imbécil en Oxford. En realidad, Peter no estuvo nunca en buena armonía con su padre; era crítico cruel de las calaveradas paternales, y el cariño hacia su madre tenía efecto destructivo sobre su sentido del humor.
No es preciso decir que Denver no era hombre que tolerase en sus hijos debilidades semejantes a las suyas. Le costó mucho dinero sacar a Gerald de su aventura de Oxford y deseó con toda su alma que su segundo hijo se inclinase hacia mí. En efecto, a los diecisiete años, Peter vino a mi encuentro por su propia voluntad. Le traté como hombre mundano. En París le puse en manos de personas de confianza, aconsejándole que llevara a cabo sus asuntos sentimentales como asuntos corrientes y que procurara que terminaran siempre con benevolencia por ambas partes y generosidad por la suya. Justificó mi confianza. Yo creo que ninguna de las mujeres que ha conocido haya tenido quejas de él, y dos por lo menos de ellas se han casado con personas de la realeza (de la oscura realeza, lo admito, pero realeza al fin y al cabo). De todas formas, insisto sobre mi concesión de crédito; sin embargo, considero ridículo dejar la educación social de un joven a la casualidad.
El Peter de esta época era encantador, franco, modesto, bien educado y espiritual. En 1909, consiguió una beca para seguir en Balliol los cursos de Historia, y debo confesar que se hizo casi intolerable. El mundo estaba a sus plantas y empezó a darse importancia. Se hizo afectado, exageraba los modales oxfordianos, empezó a llevar monóculo y aireó mucho sus opiniones, tanto dentro como fuera de la Unión, pero debo hacerle justicia confesando que jamás trató de tomar un tono protector con su madre ni conmigo. Peter se hallaba en el segundo curso cuando Denver se mató en una cacería y Gerald le sucedió en el título de duque. Gerald mostró más sentido de la responsabilidad de lo que yo esperaba en la administración de sus propiedades; su peor equivocación fue casarse con su prima Helen, una niña mojigata y presuntuosa, tonta de los pies a la cabeza. Peter y ella se detestaban cordialmente; claro que siempre podía refugiarse con su madre en Dower House.
Fue durante su último año en Oxford cuando Peter se enamoriscó de una jovenzuela de diecisiete años y olvidó, de golpe y porrazo, todo lo que había aprendido. Trató a esta pequeña como una criatura ideal, y a mí como un monstruo depravado y viejo que le había hecho indigno de tocar tal delicada pureza. No negaré que formaban una pareja adorable…, todo blanco y oro… Un príncipe y una princesa de leyenda, decían las gentes. Hubiera sido más lógico hablar de una historia de locos. ¿Qué hubiera hecho Peter a los veinte años con una esposa que no tenía talento ni carácter? Afortunadamente, los padres de Bárbara consideraron que la muchacha era demasiado joven para casarse. Peter terminó, pues, sus estudios con los sentimientos de un sir Eglamore cuando mató su primer dragón. Depositó sus diplomas a los pies de su dama como si se tratara de la cabeza del dragón y abordó resueltamente los largos trabajos que debían poner a prueba su virtud.
Estalló la guerra… Por supuesto, este joven idiota quería casarse antes de marchar al frente, pero sus escrúpulos le hicieron muy maleable. Le indicaron que, si volvía mutilado, Bárbara sería víctima de una injusticia. Peter no había pensado en eso. La locura del sacrificio hizo presa en él y se precipitó a casa de su prometida para devolverle su palabra. Yo no intervine en eso. El resultado me agradaba bastante, pero desaprobaba los medios empleados para obtenerlo.
Se comportó muy bien en Francia. Excelente oficial, era muy querido de sus soldados. En 1916 vino de permiso con el grado de capitán y encontró a Bárbara casada con un comandante que había cuidado en un hospital y cuyo lema era tratar bárbaramente a las mujeres. Fue un golpe duro para Peter. La muchacha no había tenido valor de prevenirle de antemano.
Se casó precipitadamente cuando
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