Obras escogidas. Bécquer Gustavo Adolfo

Obras escogidas - Bécquer Gustavo Adolfo


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resplandecen y se transparentan quizás mejor que en ninguna parte de su obra en aquellas Cartas desde mi celda, que desde el monasterio de Veruela dirigió á sus amigos de Madrid. En ellas, su sentir y su pensar se explayan libremente, y fantasea enamorado de las tradiciones misteriosas, y piensa en el respetuoso culto debido á lo que fué, y pinta con profunda piedad á las muchachas añoneras, míseras y alegres á un tiempo, y vivifica su fe meditando en el templo vacío; y en el sencillo cementerio de pueblo, al pie de cuyas tumbas nacen espigas y amapolas, evoca sus dorados sueños de la muerte, á la que no llama, pero á la que no teme tampoco, como todas las almas grandes que merecen la vida.

      Quien escribió estas páginas admirables, de noble y sana idealidad; quien trazó con la misma pluma las quiméricas figuras de sus leyendas, hijas de un corazón todo fantasía, é iluminadas por la claridad de un alto símbolo poético, y quien dejó á su breve paso por entre los humanos esas divinas oraciones de amor que se llaman rimas, bien digno es del recuerdo que le hemos consagrado entre todos.

      En nuestro Parque está, cobijado por aquel gigantesco árbol, bóveda de un templo de la Naturaleza, bajo cuyas ramas majestuosas y tiernas á la vez, llenas de hojas que parecen lágrimas cuajadas en verdura, como expresiva representación y símbolo de lo que fué en la vida perenne estímulo del estro de nuestro gran poeta, se ve nacer el amor y se le ve morir.

      Pero ese monumento, bello conjunto de bronces y de mármoles, sobre los cuales cantarán los pájaros y brillará el sol; ese monumento, como todos los que se elevan para perpetuar la gloria de los hombres, no será sino mole fría y sin alma, esfinge muda, piedra tallada y bronce fundido sin sentido ni objeto, si de todo ello no fluye, como emanación natural, el creciente y amoroso culto á quien lo ha merecido. Sí: comprendedlo: si de hoy más la obra de Bécquer no ha de ir ganando corazones dormidos, hasta hacerse familiar y preciada entre todos nosotros, y si el surco ideal abierto en las almas por su espíritu peregrino ha de cegarse alguna vez, en lugar de ir haciéndose de día en día más hondo y luminoso, entonces ese monumento de que ahora nos congratulamos vendrá á ser como fuente seca, reducida á exorno del jardín en que luce, por su singular belleza escultórica, pero triste, porque su manantial exhausto le niega la risa del agua en cascada de plata, y estéril, porque no templa la sed de ningún caminante, ni baña y fecundiza la tierra, haciendo brotar y vivir nuevas flores.

      Vosotros, pues, los que amáis y cultiváis la vida del espíritu; los soñadores, que entre nieblas buscáis la luz celeste; los poetas, que fundís la idea y el sentimiento en una forma; los filósofos y los pensadores, alentados por el ansia no saciada nunca del saber de la vida; los artistas, que palpitáis de ilusión ante el lienzo blanco ó ante el barro informe; los hombres de ciencia, que investigáis constantemente en el misterio de la Naturaleza, persiguiendo nuevas verdades; los enamorados de Sevilla, de sus glorias, de sus tradiciones y costumbres; los que soñáis, en fin, con una patria más grande, y más noble, y más bella, debéis elegir entre todos los días del año el que mejor os plazca, para convertirlo en día de fiesta del espíritu; y en peregrinación fraternal, ir año tras año á llevar unas flores al monumento á Bécquer; que esas flores, ofrendadas con tan puro amor, renovarán perpetuamente en el corazón y en la mente de todos el culto á la poesía, y no se marchitarán en vano.

      Y ahora, esto dicho, vamos todos á visitar el monumento erigido al poeta.

      INTRODUCCIÓN

      Por los tenebrosos rincones de mi cerebro, acurrucados y desnudos, duermen los extravagantes hijos de mi fantasía, esperando en silencio que el arte los vista de la palabra para poderse presentar decentes en la escena del mundo.

      Fecunda, como el lecho de amor de la miseria, y parecida á esos padres que engendran más hijos de los que pueden alimentar, mi musa concibe y pare en el misterioso santuario de la cabeza, poblándola de creaciones sin número, á las cuales ni mi actividad ni todos los años que me restan de vida, serían suficientes á dar forma.

      Y aquí dentro, desnudos y deformes, revueltos y barajados en indescriptible confusión, los siento á veces agitarse y vivir con una vida oscura y extraña, semejante á la de esas miriadas de gérmenes que hierven y se estremecen en una eterna incubación dentro de las entrañas de la tierra, sin encontrar fuerzas bastantes para salir á la superficie y convertirse al beso del sol en flores y frutos.

      Conmigo van, destinados á morir conmigo, sin que de ellos quede otro rastro que el que deja un sueño de la media noche, que á la mañana no puede recordarse. En algunas ocasiones, y ante esta idea terrible, se subleva en ellos el instinto de la vida, y agitándose en formidable, aunque silencioso tumulto, buscan en tropel por donde salir á la luz de entre las tinieblas en que viven. Pero ¡ay, que entre el mundo de la idea y el de la forma existe un abismo que sólo puede salvar la palabra; y la palabra, tímida y perezosa, se niega á secundar sus esfuerzos! Mudos, sombríos é impotentes, después de la inútil lucha vuelven á caer en su antiguo marasmo. ¡Tal caen inertes en los surcos de las sendas, si cesa el viento, las hojas amarillas que levantó el remolino!

      Estas sediciones de los rebeldes hijos de la imaginación, explican alguna de mis fiebres: ellas son la causa desconocida para la ciencia, de mis exaltaciones y mis abatimientos. Y así, aunque mal, vengo viviendo hasta aquí, paseando por entre la indiferente multitud esta silenciosa tempestad de mi cabeza. Así vengo viviendo; pero todas las cosas tienen un término, y á éstas hay que ponerles punto.

      El insomnio y la fantasía siguen y siguen procreando en monstruoso maridaje. Sus creaciones, apretadas ya como las raquíticas plantas de un vivero, pugnan por dilatar su fantástica existencia disputándose los átomos de la memoria, como el escaso jugo de una tierra estéril. Necesario es abrir paso á las aguas profundas, que acabarán por romper el dique, diariamente aumentadas por un manantial vivo.

      ¡Andad, pues! Andad y vivid con la única vida que puedo daros. Mi inteligencia os nutrirá lo suficiente para que seáis palpables; os vestirá, aunque sea de harapos, lo bastante para que no avergüence vuestra desnudez. Yo quisiera forjar para cada uno de vosotros una maravillosa estofa tejida de frases exquisitas, en la que os pudierais envolver con orgullo, como en un manto de púrpura. Yo quisiera poder cincelar la forma que ha de conteneros, como se cincela el vaso de oro que ha de guardar un preciado perfume. Mas es imposible.

      No obstante, necesito descansar: necesito, del mismo modo que se sangra el cuerpo, por cuyas hinchadas venas se precipita la sangre con pletórico empuje, desahogar el cerebro, insuficiente á contener tantos absurdos.

      Quedad, pues, consignados aquí, como la estela nebulosa que señala el paso de un desconocido cometa, como los átomos dispersos de un mundo en embrión que aventa por el aire la muerte, antes que su creador haya podido pronunciar el fiat lux que separa la claridad de las sombras.

      No quiero que en mis noches sin sueño volváis á pasar por delante de mis ojos en extravagante procesión, pidiéndome con gestos y contorsiones que os saque á la vida de la realidad del limbo en que vivís, semejantes á fantasmas sin consistencia. No quiero que al romperse este arpa vieja y cascada ya, se pierdan, á la vez que el instrumento, las ignoradas notas que contenía. Deseo ocuparme un poco del mundo que me rodea, pudiendo, una vez vacío, apartar los ojos de este otro mundo que llevo dentro de la cabeza. El sentido común, que es la barrera de los sueños, comienza á flaquear, y las gentes de diversos campos se mezclan y confunden. Me cuesta trabajo saber qué cosas he soñado y cuáles me han sucedido. Mis afectos se reparten entre fantasmas de la imaginación y personajes reales. Mi memoria clasifica, revueltos, nombres y fechas de mujeres y días que han muerto ó han pasado, con los días y mujeres que no han existido sino en mi mente. Preciso es acabar arrojándoos de la cabeza de una vez para siempre.

      Si morir es dormir, quiero dormir en paz en la noche de la muerte, sin que vengáis á ser mi pesadilla, maldiciéndome por haberos condenado á la nada antes de haber nacido. Id, pues, al mundo á cuyo contacto fuisteis engendrados, y quedad en él como el eco que encontraron en un alma que pasó por la tierra, sus alegrías y sus dolores, sus esperanzas y sus luchas.

      Tal vez muy pronto tendré que hacer la maleta para el gran viaje. De una hora á otra puede desligarse el espíritu de la materia para remontarse á regiones más puras. No quiero, cuando esto suceda, llevar conmigo, como el abigarrado


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