Relacion historial de las misiones de indios chiquitos que en el Paraguay tienen los padres de la Compañía de Jesús. Fernández Juan Patricio
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Relacion historial de las misiones de indios chiquitos que en el Paraguay tienen los padres de la Compañía de Jesús
VOLUMEN I
ADVERTENCIA PRELIMINAR
Ya los PP. Backer y Carayón han trazado, aunque no con la debida extensión, las biografías del autor de este libro y del P. Jerónimo Herrán que lo sacó por primera vez á luz, por lo que creemos excusado repetir lo que de todos los americanistas y personas á quienes pudiera interesar, es tan sabido.
Si las vidas de los dos insignes Misioneros son bien conocidas, no sucede lo mismo con la obra que sacamos nuevamente á luz, pues ha llegado á hacerse tan rara, que es punto menos que imposible el hallar un ejemplar de la edición príncipe.
Poco hay que decir respecto al valor histórico que este libro encierra, después de lo que han dicho las respetables autoridades que se han ocupado de él; sólo se ha de añadir que el P. Fernández, en las descripciones, pintura, detalles de la vida íntima, supersticiones, usos y costumbres de los indios Chiquitos, encuéntrase, por el vigoroso relato que nos da y el colorido exacto con que pinta las escenas, á la altura de los más graves historiadores. Inapreciables y de indiscutible mérito descriptivo son los retratos que nos hace de los principales caciques de los Guaraníes, Zamucos, Manacicas, Morotocos y Chiriguanás. Bajo este punto de vista y como manantial inagotable de datos biográficos, creemos que es obra de sumo interés; en los encuentros que unas tribus de indígenas tienen con otras, en el relato de las terribles y grandiosas luchas que entre sí sostienen los caciques, así como el de las solemnes, lucidas y pintorescas fiestas de aquellos idólatras, á nuestro humilde juicio hay poquísimos escritores de su mismo género, que, tratando asuntos análogos, le aventajen.
Este libro es más leído en el extranjero que en la nación en cuya lengua se escribió, pues corren varias ediciones, en alemán, latín, italiano, etc., que se imprimieron poco después de su aparición en Madrid.
Véase el título de la edición publicada en alemán: Erbauliche und angenehme Geschichten derer Chiquitos, und anderer von denen Patribus der Gesellschafft Jesu in Paraquaria neube kehrten Volker… Wienn, P. Straub, 1729. Volúmen en 8.º con frontis grabado, seis hojas preliminares sin numerar, 744 páginas y siete hojas de índice. A esta traducción alemana, que fué hecha por un Padre de la Compañía de Jesús, acompaña la obra del P. Acuña, Nuevo descubrimiento del gran río de las Amazonas, que ya publicamos y forma el tomo II de esta Colección.
Título de la edición italiana: Relazione istorica della Nuova cristianitá degl'Indiani detti Cichiti… Tradotta in italiano da Gio. Bat. Memmi, della Compagnia di Gesú. Roma. Ant. de'Rosi, 1729. En 4.º
He aquí el título de la edición latina: Historica relatio de Apostolicis missionibus patrum soc. Jes. apud Chiquitos, Paraquaria populos… hodie in linguam latinam translata ab alio ejusdem soc. Jes. sacerdote. Aug. Vindelicorum, M. Wolff 1733. Es en 4.º mayor y consta de 19 hojas preliminares sin numerar, 276 páginas y 49 para el índice.
El elocuente hecho de haber sido trasladada á estos idiomas, aun cuando no tuviese las innumerables bellezas que en ella se hallan, bastaba, á nuestro parecer, para ser merecedora del honor de la reimpresión. En cuanto á ésta, hemos tratado que salga de nuevo en absoluto igual (salvo la ortografía, que se ha modernizado) á la príncipe, que apareció en Madrid en sendo volumen en 4.º, por el impresor Manuel Fernández, en 1726.
En general son raras las obras referentes á América anteriores á 1750; mas las relativas al Paraguay no ceden, en punto á escasez, á ninguno de los libros que tratan de las demás regiones del continente americano.
Madrid 8 de Abril de 1895.
AL SERENÍSIMO
SEÑOR DON FERNANDO
PRÍNCIPE DE ASTURIAS
Señor:
La pequeñez del don desalienta mucho á quien ofrece; esto es común; pero en quien ofrece (como yo) á aquel respeto, de cuya magnitud nada queda capaz de llamarse grande, falta desde luego este motivo al temor reverente y se excitan todos los que hay para el cariño respetoso. Entre los astros, unos nos parecen grandes y otros pequeños, cuando precisamente ponemos en ellos los ojos; lo mismo sucede entre los montes; y entre éstos, algunos, por su agigantada elevación, se han grangeado sin disputa el título de altísimos; pero en dejándose ver la luciente majestad del sol, y en poniendo la atención en la desmedida altura del cielo, los astros todos son pequeños y los montes dejan de ser gigantes. El sol, sólo en la Escritura Sagrada, tiene el renombre de grande, luminaré mains y sólo el cielo es alto, entre los que saben que respecto de él todo el orbe de la tierra se debe considerar como un punto.
¿Quién puede dudar que hay estimables preciosidades en la naturaleza, curiosas máquinas en el arte, sutilísimas invenciones del ingenio, eruditas y profundas operaciones de la ciencia, y hermosas y floridas composiciones de la retórica y de la poesía? Entre todas estas cosas, se hallarían muchas muy grandes, consideradas en sí; pero al elegir entre ellas alguna que ofrecer á V. A., nada se hallaría, no sólo grande, pero ni aún digno de emplear vuestro Real ánimo, mayor que todo. Entonces lo más precioso parecería despreciable, la curiosidad, desaliño, la sutileza, tosquedad y barbaridad la erudición. Se hallaría la ciencia ruda é ignorante, muda la retórica y la poesía balbuciente. Tanto minora siempre, aun á lo más excelso, la comparación con lo sumo.
Y no obstante la innegable verdad de este principio, yo me atrevo, señor, á llamar grande lo que os ofrezco. Hoy pongo yo en vuestra alta comprehensión los trabajos de los Jesuitas, en la espiritual conquista de las desconocidas, incultas y bárbaras provincias del Paraguay, en el país que llaman de los Chiquitos. Ved aquí ya, señor, lo que con toda verdad puede llamarse grande, aun puesto á los Reales piés de V. A. y á vuestra vista; para lo que les bastaba al saberse mantener con el nombre de trabajos y fatigas, contra todo el golpe de la dicha, que les ocasiona el haber llegado á vuestra noticia y merecer vuestra atención piadosa. Prueba es esta que no necesitaba de otra alguna, y más cuando en nombre de los demás Jesuitas puedo confiadamente decir yo que fuera de la gloria de Dios, que debe ser en ellos (como hijos de Ignacio), el primer timbre de sus empresas, esta sola felicidad los hace y los hará arrojarse gustosos al casi inevitable tropel de los riesgos, y á la fatiga inmensa de tan continuados afanes. Mucho padecen, señor, como en esa sucinta relación se puede ver brevemente; pero les llena de un gozo indencible y de un consuelo inexplicable, el ver á costa de sus sudores, hijos de Dios, los que eran esclavos del demonio, y felices vasallos de un Príncipe como V. A. los que padecían una miserable libertad en la indómita servidumbre de su desdicha. Ya son deliciosos jardines del Rey del cielo, las enmarañadas selvas de la idolatría, y ya delicadas flores y tiernas plantas que produce y adelanta el riego evangélico, se atreven á recrear divertidamente vuestros primeros años, si antes pudieran asustar y asustaban temerosamente los años más endurecidos.
No habrá quien niegue (si ha tenido alguna vez la dicha de veros) que les quita lo más de la realidad á los afanes y fatigas la fortuna apetecible de llegar á vuestra presencia, que aunque por lo común son descorteses los males y poco atentos los trabajos, hay dichas de tan superior esfera, á quien no se atreve su osadía, y se deja vencer, aunque precisada su obstinación, de su grandeza. En la realidad, ya desde hoy, somos los Jesuitas del Paraguay dichosos, aunque en esa relación que os presento, fuesen todavía como fatigados. Y no ellos solos, que también los que al nacer hijos de la predicación evangélica, se cuentan al mismo tiempo hijos vuestros, por sujetos á vuestro apetecible imperio, ni les queda más á que aspirar, ni harán nueva felicidad que apetecer. Por las puertas de la gracia de Dios verdadero entraron dichosamente á la del Príncipe más poderoso y más amable (que de otro modo no fuera posible) y ya que no tuvieron la dicha de nacer españoles para nacer vasallos de tanto Príncipe, tuvieron la inestimable fortuna de que los españoles Jesuitas (que creo que lo son dos veces) los hiciesen renacer para hacerlos lograr en una muchas felicidades.
Vuelvo á decir, señor, que es grande lo que os ofrezco, aun ofrecido á V. A., á cuya vista sólo los trabajos, afanes y fatigas de los Jesuitas en cualquiera línea, pueden ser grandes, y en esta, del mayor aprecio de vuestra alta estimación. Y vuelvo á decir que basta esta sola prueba para desempeño de mi proposición que en otro