Relacion historial de las misiones de indios chiquitos que en el Paraguay tienen los padres de la Compañía de Jesús. Fernández Juan Patricio
con estos remedios mejoría, dieron de mano á los antiguos médicos burlándose de sus fraudes y engaños y execrando la crueldad que habían usado contra las mujeres.
Son de temperamento ígneo y vivaz más que lo ordinario de estas naciones, de buen entendimiento, amantes de lo bueno, nada inconstantes ni inclinados á lo malo, y por esto muy ajustados á los dictámenes de la razón natural, ni se hallan entre ellos aquellos vicios é inmundicias sensuales de la carne que á cada paso se ven y se lloran en otros países de gentiles ya convertidos. Su estatura es por lo ordinario más que mediana; las facciones del rostro no desemejantes de las nuestras, aunque el color es de aceituna, con que fácilmente se distinguen de los europeos; en pasando de veinte años se dejan crecer el cabello, y quien le tiene mejor y más grande, tiene sobre los otros una cierta hermosura señoril; no crian barba, sino tarde y poca. Cuanto al vestir, los hombres andan totalmente desnudos; las mujeres traen una camiseta de algodón que llaman Tipoy, con mangas largas hasta el codo y lo demás del brazo desnudo; los caciques y los principales usan también de este vestido, aunque un poco más corto. Adornan el cuello y las piernas con muchas sartas de ciertas bolillas que parecen á la vista esmeraldas y rubíes de que también usan para hacer sartas de cascabeles en los días más festivos. Horádanse las orejas y el labio inferior, del cual cuelgan plumas de muchos colores, y de éste traen pendiente un pedazo de estaño; llevan también en la cintura una bellísima faja de plumas muy vistosas por la diversidad y proporción de los colores. Son de ánimo valeroso, guerrero y bien dispuestos en lo personal para el manejo de las armas, una de las cuales es la flecha, en que son muy valientes y diestros; y para prueba y señal de su destreza, traen colgadas muchas colas de animales y plumas de pájaros que han cazado: otra de sus armas es la macana ó maza, que es de una madera muy dura y pesada en forma de palas, con que se juega en Europa á la pelota, solo que es más larga, en el medio es gruesa y por los lados aguda como la espada para poder pelear de cerca.
No tienen gobierno ni vida civil, aunque para sus resoluciones oyen y siguen el parecer de los más viejos. La dignidad de cacique no se dá por sucesión, sino por merecimientos y valor en las guerras y en hacer prisioneros á sus enemigos á quien asaltan sin otro motivo más que por quitarles algún pedazo de hierro ó por alcanzar fama y nombre de valerosos en la guerra.
De genio totalmente contrario, son las naciones vecinas que viven pacíficas y quietas en sus confines y por eso les es de terror y espanto la milicia de los Chiquitos, los cuales, después de hacerles esclavos de guerra como si fueren sus parientes en sangre, ó muy amigos, los casan muchísimas veces con sus mismas hijas, aunque su matrimonio no se puede llamar tal porque no es indisoluble; los particulares no se pueden casar sino con una sola mujer, bien que pueden echarla de casa cuando se les antoja y tomar otra. Solamente los caciques toman dos y tres mujeres, y éstas, aunque sean hermanas, las cuales no tienen otro empleo que cocer la chicha, corriendo por cuenta de los maridos el recibir y hospedar á los forasteros y servirles con esta bebida que hacen de maíz, mandioca y otras frutas; en el color se da algún aire al chocolate y en los efectos es muy semejante al vino.
La ceremonia que usan en sus casamientos es como sigue: Ningún padre dará su hija á marido, si éste no ha hecho antes alguna proeza; por eso, el que se quiere casar, sale antes á caza, y muertos cuantos animales puede, da la vuelta con un centenar de liebres, y sin hablar palabra las pone á la puerta de la mujer de quien está enamorado, y por la calidad y cantidad de la caza, juzgan los parientes si la merece por esposa.
La educación de sus hijos es en todo conforme á su tosquedad bárbara, dejándolos vivir sin temor ni respeto de los parientes, hechos señores de sí mismos, soltándoles las riendas para que corran á donde la disolución y fervor juvenil de los años los arrastra.
Viven pocos juntos como república sin cabeza, que cada uno es señor de sí mismo, y por cualquier ligero disgusto se apartan unos de otros.
Las casas no son más que unas cabañas de paja dentro de los bosques, una junto á otra sin algún orden ó distinción; y la puerta es tan baja que sólo se puede entrar á gatas, causa porque los españoles les dieran el nombre de Chiquitos; y ellos no dan otra razón de tener así las casas sino que lo hacen por librarse del enfado y molestia que les causan las moscas y mosquitos, de que abunda extrañamente el país en tiempo de lluvias, y también porque sus enemigos no tengan por donde flecharlos de noche, lo cual sería inevitable si fuese grande la puerta; fuera de ésta, no tienen otro ajuar que una estera bien débil que al más leve soplo del aire se cae.
Los libres y solteros, que después de los catorce años ya no viven más con sus padres, viven todos juntos en una casa, que no es otra cosa sino una enramada descubierta por todos lados, la cual sirve también, en tiempo de sus visitas y cumplimientos, para recibir y alojar á los forasteros que vienen de otras partes, á los cuales regalan con lo mejor del país y con aquella su apreciada bebida, y acude todo el pueblo para festejar y participar, junto con los forasteros, del refresco; pero antes conjuran al demonio para que no venga á perturbar la alegría del festín; la ceremonia es salir algunos de ellos de la choza y, con grandes exclamaciones, dar en el suelo con las macanas.
Sus festines y banquetes suelen durar dos ó tres días y noches enteras, poniendo su mayor magnificencia y explendor en la copia y fortaleza de aquel su vino, cuyos humos al punto se les suben á la cabeza y los privan de aquel poco juicio y sexo que antes tenían, por lo cual sus fiestas y alegrías acaban en riñas, heridas y muertes, porque los rencores y odios guardados y encubiertos ó disimulados mucho tiempo en lo más secreto del corazón por cobardía y temor, brotan y salen fuera en estas ocasiones y vienen á las manos con furia.
Después los forasteros, en agradecimiento, los convidan y llevan á sus rancherías, correspondiendo con el mismo trato, cumplimientos y bárbara cortesanía, y éstas son todas sus andanzas y peregrinaciones. Bien que aunque no tengan forasteros á quien festejar y banquetear, son entre sí muy frecuentes los convites á beber la chicha; y este ha sido el único y no leve impedimento que se ha hallado en la vida política, y reducidos por medio del santo bautismo al gremio de la Iglesia, siendo cosa muy cierta y verdadera que fustra docentur in fide, nisi ab eis removeatur ebrietas, que de ellos y de las otras naciones de estas Indias escribió el doctísimo y sapientísimo obispo el ilustrísimo señor don Alonso de la Peña Montenegro[IV.].
Por eso nuestros Misioneros pusieron todo esfuerzo desde los principios en exterminar y arrancar este vicio, y juntamente aquellos festines y banquetes; usaron de muchos medios, ya suaves, ya severos, de romper los cántaros, reprenderlos, derramarles la chicha y deshacer sus brutales juntas, cosa que les provocaba á cólera y á venganza á aquellos bárbaros, que se enfurecían y exasperaban tanto, que muchas veces echaron furiosamente mano á las macanas y á las flechas para matarlos.
Quiso Nuestro Señor, finalmente, premiar sus industrias y santo celo, desterrando y arrancando del corazón de aquellos bárbaros vicio tan arraigado, mediante los sudores y virtud (como es constante opinión entre nosotros) del P. Antonio Fideli, italiano, que fué el primero que murió en esta apostólica empresa, por Marzo de 1702, consumido de las fatigas y trabajos que padeció en cultivar esta nueva viña del Señor.
Después de su muerte dejaron del todo estos pueblos la embriaguez y las demás bárbaras costumbres, mudanza por cierto de la mano del Altísimo, pues aun entre cristianos más cultivados se ve todos los días que los dados á la embriaguez, es necesario un milagro de la gracia divina para que le dejen; pues ¿cuánto más sería necesario para estos bárbaros que le habían mamado con la leche?
Su distribución y repartimiento del tiempo es el siguiente: Al rayar el alba se desayunan, y juntamente tocan ciertos instrumentos de su música, semejantes á las flautas, hasta que se seca el rocío, de que se guardan como nocivo á la salud; de aquí van á trabajar, cultivando la tierra con palos de madera, tan dura, que suple la carestía de arados ó azadones de acero; trabajan hasta el medio día, y entonces se vuelven á comer. Lo restante del día gastan en paseos, visitas y cumplimientos y en brindis y meriendas, en señal de amor y amistad; anda alrededor un jarro ó vaso de chicha, de que todos toman un sorbo, y también se ejercitan en muchos juegos deleitables y caballeros. Uno, entre otros, es semejante al de la pelota de Europa. Júntanse muchos en la plaza con buen orden, echan al aire una pelota,