Cuando el pipí se resiste. Stephane Dr. Clerget
Que sus padres, que esperan impacientes lo que sale del orinal, le den tanta importancia a algo sucio, cuando en general no les gusta mucho que juegue con barro o que se ponga de papilla hasta arriba. Y a menudo oye: «¡No hagas eso, te vas a ensuciar!». Lo mejor es explicarle que sus excrementos no son ni buenos ni malos. Es simplemente una materia que su cuerpo ya no necesita. Por ejemplo, puede decirle: «el pipí es agua que limpia el cuerpo y que se va cuando el cuerpo ya no la necesita.» Además, al niño no le cuesta demasiado entender que el agua que bebe saldrá transformada en orina. Basta sólo con ver el éxito de las muñecas que hacen pipí. Qué placer darles de beber para ver cómo la expulsan después. A través de ese juego, el niño puede comprobar así algo que constata todos los días en sí mismo. También se interesa mucho por el destino de sus excrementos que expulsa en el baño. ¿En qué se convierten? ¿Desaparecerán para siempre? Usted sólo tendrá que tranquilizarlo, mostrarle las cañerías del váter y explicarle que su pipí se transformará en agua y su caca llegará a la tierra para abonarla. Los niños que viven en el campo saben muy bien que el abono es útil para que crezcan las plantas. El pequeño de la ciudad tiene que aprenderlo: lo que sale de él puede ser muy útil para la naturaleza.
Palabras para decirlo
Sin duda, no es fácil reprimir las reacciones de rechazo respecto a lo que nos parece sucio. Sobre todo si nosotros mismos hemos recibido una educación muy severa sobre la limpieza. Inconscientemente, tenemos tendencia a copiar nuestro comportamiento del de los que nos criaron. Pero al menos podemos intentar distanciarnos de ese modelo del que nos hemos impregnado, cuidando nuestro lenguaje. Es mejor evitar decirle al niño que empieza a ir al orinal frases como «¡Cuidado, es caca!», o bien «Pronto serás limpio», lo que podría darle a entender que antes no lo era. Es preferible utilizar expresiones como «Ahora mandarás a tu pito», «Controlarás tu cuerpo», incluso «Qué bien, ahora podrás aguantarte y podrás hacer pipí cuando tú quieras». Quizá esto suene un poco «sabelotodo», pero ¿acaso no es también una forma de mostrarle que a partir de ahora formará parte de los mayores?
Lo esencial
• ¡Cuidado con las palabras! Cuando se le dice a un niño que tiene que ser limpio, eso deja entender que antes era sucio. Y el niño sabe que a los adultos no les gusta la suciedad.
• Aprendiendo a controlar sus esfínteres, el niño descubre sobre todo la autonomía, más que la limpieza.
• Los niños necesitan tocarse el cuerpo para apropiarse de él. Asimismo, quieren tocar sus excrementos, que son como una parte de sí mismos. Nada sorprendente pues, aunque debamos explicarle que tiene que renunciar a esto porque no dejan de ser desechos.
• En lugar de decirle que el pipí y la caca son sucios, es mejor hacerle entender que son materias de las que el cuerpo se deshace, porque ya no las necesita.
Capítulo 2
Control de esfínteres de día
Lo mejor es no proponerle el orinal al niño hasta que alcance la madurez física y psíquica necesaria para controlarse. En efecto, aprender a controlar los esfínteres demasiado pronto y con demasiada rigidez puede favorecer la enuresis.
Menos exigencia que antes
Hace unos veinte años, cuando había que lavar los pañales de tela y cuando había más niños en todos los hogares, las madres tenían prisa por ver a sus pequeños hacer sus necesidades en el orinal. Así, se aprendía antes a controlar los esfínteres y a menudo era un aprendizaje más limitativo para el niño, al que a veces se obligaba a estar sentado durante horas esperando a que expulsara sus excrementos. Hoy en día, con los pañales desechables y casi impermeables, todo es mucho más fácil. Tan fácil, incluso, que los padres se sienten menos motivados para que su hijo aprenda a controlar los esfínteres. En algunos casos, incluso, se tiene la impresión de que este aprendizaje se deja de lado, ya que nadie piensa en el interés del niño. Nadie… excepto la escuela, que rechaza admitir a niños que no sepan controlar los esfínteres. Así pues, en algunos casos aislados, se encuentran de pronto siguiendo sesiones de aprendizaje del control de esfínteres de manera intensiva unos días antes del inicio de las clases. Es una lástima llegar a este punto, porque el niño necesita atravesar esta etapa hacia la autonomía con total serenidad, sin sentirse presionado por el tiempo.
¿Deseo de los padres o deseo del niño?
De ese modo, el período de los pañales tiende a eternizarse, mientras que en otros tiempos se deseaba que fuera lo más corto posible. Se tenía prisa por educar al niño a controlar los esfínteres ante todo. Tanto es así que a menudo oímos a nuestras madres y abuelas afirmar con orgullo: «¡Mi hijo, cuando tenía un año, ya no llevaba pañales!» Una afirmación no muy exagerada… ¿Pero a qué precio? Es cierto que a fuerza de estar sentado en el orinal, el niño acababa por hacer sus necesidades, pero ¿a qué edad era verdaderamente capaz de sentir que necesitaba hacer pipí o caca e ir él mismo al baño? En efecto, un niño de un año no ha alcanzado todavía la madurez física necesaria para controlarse. Su cerebro aún no puede dar las órdenes a sus esfínteres, sus músculos circulatorios, que al apretarse, piden que salga la orina y las materias fecales. Y además, eso le supera un poco, ya que aún le gusta que le cuiden, le limpien y todavía no siente el deseo de ser mayor de ese modo. Sólo a partir de los 15-18 meses empieza a ser capaz de comenzar a retener su orina o a defecar cuando siente que su vejiga o su intestino están llenos. Pero cuidado, aprender a controlar los esfínteres no se hace en un día. A veces se necesitan varios meses.
A cada cual su ritmo
La edad para empezar a controlar los esfínteres puede variar mucho de un niño a otro. Del mismo modo que no aprenden a andar ni a hablar al mismo tiempo, no todos son capaces de controlar los esfínteres a la misma edad. Entre los 2 y los 4 años, aproximadamente, la mayoría de niños se vuelven continentes, primero de día, después por la noche, y no sirve de nada compararlos unos con otros. Y aunque su hermana mayor, María, controlara los esfínteres de día a los 20 meses, eso no implica que haya de pasar lo mismo con su hermanito Kevin. Y si a los 2 años todavía está muy apegado al pañal, es inútil forzarlo para que lo abandone, ni tampoco alarmarse por ello. No, no tiene ningún retraso, ni es menos espabilado que su hermana. Simplemente es diferente. Lo que cuenta es ponerle en el orinal el día que esté listo. ¿Cómo saber si un niño está listo? Primero observándolo. Para que pueda aprender a «hacerlo» en el orinal, basta que sea capaz de andar hasta este, bajarse los pantalones y sentarse solo. También es preciso que sea lo bastante mayor para sentirse a gusto una vez sentado, con los pies en el suelo, en una posición estable y equilibrada. Es imposible pedirle que controle los esfínteres si no domina bien su cuerpo. Un niño pequeño que no sabe subir y bajar solo de la escalera del tobogán, ni jugar agachado o golpear un balón, no domina la parte baja de su cuerpo y en general no es capaz de llegar a controlarse. Su deseo de autonomía también tiene que tenerse en cuenta. Si no le gusta jugar solo, si reclama sin parar que alguien lo lleve a cuestas, existen pocas posibilidades de que esté preparado para abandonar el pañal. Además, es importante que sepa hablar y que pueda mostrar su interés por el tema. Si pronuncia a menudo las palabras «pipí», «caca», «orinal» y empieza a señalar cuando ha mojado el pañal, es sin duda que está preparado para pasar esta nueva etapa. Y lo hará todavía con mayor placer si atraviesa una etapa en la que quiere que sus padres estén concentos, o si los ve interesados por sus progresos. Si no parece motivado, está más bien en una etapa de oposición o afectado por el nacimiento de un hermano o tensiones familiares, es mejor esperar algunos meses. Después de todo, no hay ninguna prisa a esa edad y no existe ninguna ventaja para el niño para que controle los esfínteres a los 18 meses más que a los 2 años o 2 años y medio.
¡Adiós al pañal!
Si hay que esperar a que sea el momento adecuado para el niño, también hay que esperar a que sea el momento adecuado para los padres. En efecto, este tema exige paciencia y constancia por parte de estos, y tienen que acompañar al niño y aceptar que no se dejarán llevar, aunque tengan que lavar la ropa más a menudo. Habrá que evitar los períodos en los que están desbordados de trabajo, estresados o cansados,