Cuando el pipí se resiste. Stephane Dr. Clerget
divergentes no entren en la rivalidad de los adultos, sobre todo en el seno de la familia. No hace falta que aprender a controlar los esfínteres se transforme en un reto importante, ni que la madre y la abuela se sientan responsables del fracaso o el éxito del niño a la hora de hacer sus necesidades en el orinal. Después de todo, es su cuerpo, su historia, más que la de su madre o de su abuela. Además, se tiene que demostrar flexibilidad, e intentar conseguir sólo una cosa: el bienestar del niño. Cuanta más armonía se perciba en los adultos de su alrededor, más a gusto se sentirá el niño. Se tiene que favorecer en su aprendizaje todo lo que pueda confortarlo. Al fin y al cabo, si está muy allegado a su orinal y si necesita llevárselo a casa de la abuela porque eso lo tranquiliza, ¿por qué no?
Resolver los conflictos
Si realmente se niega a sentarse en el orinal y no se está quieto cuando está sentado, es inútil reñirlo. Quizá no está listo para el aprendizaje. Sin duda, no ve ningún interés en hacerlo dentro del orinal. Es normal, porque desde que nació ha llevado pañales. Son casi como una parte de sí mismo. ¡Si se dibujara seguramente también se representaría así vestido! Es fácil entender que no quiera renunciar a ello.
Además, significa decir adiós a esos momentos de complicidad que lo unen a su papá o a su mamá cuando lo cambian. Y, además, si es el único de la familia que utiliza un orinal, si no está en contacto con otros niños que también lo utilicen, eso no lo ayuda a entender lo que se espera de él. Algunos orinales son tan atractivos que parecen juguetes, y puede ser adecuado escoger uno más neutro. Además, mientras no se sienta motivado, es mejor abandonar este aprendizaje y retomarlo dos o tres meses más tarde. En efecto, si se convierte en objeto de conflicto, puede provocar a largo plazo una enuresis de oposición. Cuanto más insista, más se bloqueará el niño, sobre todo si se encuentra en el famoso período del no, muy frecuente en torno a los 2 años. No quiere ir al orinal. ¿Reclama su pañal? Pues, mala suerte, no le haga reproches, incluso aunque otras madres le digan que tendría que conseguirlo si su hermano ya controlaba los esfínteres a la misma edad. Después de todo, su cuerpo le pertenece y existen otros medios para que tenga ganas de dominarlo: animarlo a vestirse y comer solo, o ir en triciclo, subir al tobogán… Los juegos de agua también son muy útiles, porque no hay nada como llenar botecitos pequeños y vaciarlos, jugar con cañerías o hacer presas para entender cómo circula la orina en el cuerpo y querer controlarla. Pero si a pesar de todo eso su hijo sigue rechazando el orinal, también puede proponerle ir directamente al baño, como los mayores. Hoy en día, existen adaptadores que hacen que el váter sea más accesible para los niños. Se puede instalar un taburete para que pueda sentarse solo. ¿Por qué no intentarlo? Lo principal es ser flexible para que el aprendizaje del control de esfínteres se efectúe serenamente.
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