¿A qué huele en tu habitación? ¿Su hijo adolescente fuma hachís?. Daniel Marcelli
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A pesar de haber puesto el máximo cuidado en la redacción de esta obra, el autor o el editor no pueden en modo alguno responsabilizarse por las informaciones (fórmulas, recetas, técnicas, etc.) vertidas en el texto. Se aconseja, en el caso de problemas específicos – a menudo únicos— de cada lector en particular, que se consulte con una persona cualificada para obtener las informaciones más completas, más exactas y lo más actualizadas posible. EDITORIAL DE VECCHI, S. A. U.
Colección dirigida por Bernadette Costa-Prades.
Traducción de Nieves Nueno.
Diseño de la cubierta de Bruno Douin.
Ilustración de Jesús Gracia.
Titulo original: Qu’est-ce ça sent dans ta chambre?
© Editorial De Vecchi, S. A. 2016
© [2016] Confidential Concepts International Ltd., Ireland
Subsidiary company of Confidential Concepts Inc, USA
ISBN: 978-1-68325-066-1
El Código Penal vigente dispone: «Será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años o de multa de seis a veinticuatro meses quien, con ánimo de lucro y en perjuicio de tercero, reproduzca, plagie, distribuya o comunique públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la autorización de los titulares de los correspondientes derechos de propiedad intelectual o de sus cesionarios. La misma pena se impondrá a quien intencionadamente importe, exporte o almacene ejemplares de dichas obras o producciones o ejecuciones sin la referida autorización». (Artículo 270)
Introducción
El cannabis forma parte del mundo de los adolescentes, y los padres tienen que conformarse con esta circunstancia, ¡cualquiera que sea su opinión al respecto!
A los diecisiete años, al menos uno de cada dos chicos ha fumado ya un porro, mientras que a los dieciocho uno de cada cinco es consumidor habitual. Por lo tanto, son muchos los que prueban, y menos los que fuman con regularidad.
No importa: para los padres la inquietud siempre es grande, sobre todo porque demasiado pronto se creen desprovistos de toda función educativa, frente a ese semiadulto en el que se ha convertido su hijo. ¿Cómo reaccionar cuando se plantea la cuestión del porro porque el adolescente ha dejado a la vista huellas evidentes? ¿Qué decir cuando vuelve a casa con un aspecto extraño y se encierra en un comportamiento enigmático? ¿Hay que guardar silencio aun a riesgo de que el problema vaya creciendo? ¿Debe entablarse una discusión que puede llevar al enfrentamiento? ¿Tiene que imponerse la propia autoridad y arriesgarse a una ruptura? Son preguntas que se plantean todos los padres, con el temor de una evolución hacia la toxicomanía como trasfondo. Este miedo, a veces justificado, puede empujarles a adoptar actitudes poco adecuadas, como rehuir el problema o vigilar de forma constante a su hijo adolescente. Así, este reacciona, en muchos casos, con la oposición, el desafío y el aumento del consumo, y la familia se arriesga a encerrarse en un círculo vicioso que hará sufrir a todo el mundo.
Este libro tiene la ambición de responder a estas preguntas. Aporta lo esencial de la información útil para afrontar el problema del cannabis con lucidez, para que la legítima angustia de los padres no sea mala consejera. Propone elementos sencillos para permitirles dialogar abiertamente con su hijo. Da consejos concretos sobre la estrategia que debe adoptarse: ¿cuándo hablar? ¿cómo desmontar sus argumentos confusos? ¿cómo ayudarle a resistir? Recuerda a los padres la importancia de su función respecto a su hijo adolescente, aunque este parezca poner en duda su autoridad de forma permanente. También evoca las situaciones especiales, como el progenitor solo con un adolescente, el padre que a su vez es consumidor, etc.
Hoy en día, los adolescentes son individuos activos, curiosos, deseosos de hacer conquistas en un mundo abierto que ofrece múltiples experiencias. Pero también son sensibles y vulnerables, expuestos a un mundo a veces hostil o que trata de explotarles, y los padres siguen siendo sus mejores guías.
Capítulo 1
¿De qué hablamos?
Casi la mitad tanto de chicos como de chicas han fumado ya al menos un porro a los dieciséis o diecisiete años. El cannabis forma parte del entorno de los adolescentes de hoy en día. Para todos los padres de nuestro tiempo, es importante conocer el tema más allá de los mitos y los prejuicios: ¿qué producto es ese? ¿cuáles son sus peligros reales? ¿quiénes son esos adolescentes que fuman?
El cannabis en el universo adolescente
Hay quienes fuman el sábado por la noche y quienes se lían un porro todos los días; quienes sólo lo han probado una vez y los viejos adictos, pero todos hablan del tema… Según el Informe anual 2005 del Observatorio Europeo de las Drogas, el cannabis es la sustancia ilegal más consumida en Europa. Al igual que ocurre con otras drogas, los adultos jóvenes son los que registran las tasas de consumo más elevadas: entre el 11 y el 44 % de los jóvenes europeos de 15 a 34 años declaran haber consumido cannabis en alguna ocasión; entre el 9 y el 45 % de los europeos de 15 a 24 años han probado el cannabis, y las tasas de la mayoría de los países se sitúan entre el 20 y el 35 %.
Una estimación muy aproximada sería que 1 de cada 10 a 20 jóvenes europeos es consumidor de cannabis en la actualidad. El Reino Unido y España son los países con las tasas más elevadas.
Cabe destacar que todas las clases sociales se ven afectadas: tanto los barrios elegantes como los suburbios más modestos.
¿Omnipresente?
Efectuemos este pequeño cálculo: si se estima que a cada adolescente le ofrecen un porro dos veces al mes, eso suma 20 veces al año; ¡140 ocasiones de fumar durante los siete años de la ESO y el bachillerato! Y es una estimación baja. ¿Cómo no van a tener ganas de probarlo al menos una vez? Parece inocuo, sin peligro. El 80 % de los consumidores se aprovisionan con amigos, o con amigos de esos amigos; sólo el 20 % trata con camellos profesionales. El problema de esta comercialización entre «colegas» es que resulta tranquilizadora, facilita el paso a la acción y participa en la vulgarización de la sustancia en la mente de toda una franja de edad.
Sin embargo, el cannabis es una sustancia ilegal. En España, está prohibida la producción, la fabricación, el tráfico, la posesión o el uso de sustancias ilegales. Pero dicho uso, aunque prohibido y bajo estricto control, no constituye delito alguno, sea cual sea el motivo de dicho consumo, incluido el terapéutico.
La Ley de Seguridad Ciudadana sólo prohíbe y castiga con sanción administrativa el consumo de sustancias ilegales en lugares públicos, incluyendo el cannabis, por ser peligroso para la salud pública. Por lo tanto, solamente se considera delito el tráfico, es decir, la compraventa a terceros, motivo por lo que los consumidores suelen recurrir a la estrategia del autocultivo personal para su suministro. El problema radica en que no hay especificada la cantidad considerada para que el acto sea considerado de posesión y cultivo para uso personal o de tráfico, por lo que queda a la decisión subjetiva de un juez.
En conclusión, nuestro hijo adolescente podrá fumarse con toda tranquilidad un porro mientras lo haga a escondidas de la policía, en casa de un amigo o en su propio dormitorio, y hasta podrá atreverse a cultivar un poco de marihuana si así se lo permitimos…
Consumo muy distinto de un adolescente a otro
No basta con constatar que la mitad de los jóvenes fuman o lo han probado, ya que esta cifra oculta realidades muy dispares. Más allá de la etiqueta de «porrero», hay que distinguir entre el adolescente que se fuma un porro en una fiesta y el que lo hace para anestesiar su dolor moral.
♦ Consumo ocasional
Objetivamente, la mayoría de los jóvenes entran en esta categoría: fuman de vez en cuando, sobre todo el sábado, en una fiesta… La ocasión hace al ladrón. La calada de cannabis sustituye a la copa o se le añade para suscitar una suave euforia. Este consumo limitado del cannabis se denomina «recreativo» o «amistoso» y no tiene