¿A qué huele en tu habitación? ¿Su hijo adolescente fuma hachís?. Daniel Marcelli

¿A qué huele en tu habitación? ¿Su hijo adolescente fuma hachís? - Daniel Marcelli


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caído en la enfermedad si no hubiesen probado esta sustancia? No se ha demostrado nada, aunque parece ser que, efectivamente, el consumo de cannabis acelera el desencadenamiento de este trastorno mental. También es cierto que los jóvenes esquizofrénicos fuman en mayor número que el promedio de adolescentes, seguramente porque el THC les permite calmar las primeras manifestaciones ansiosas de la enfermedad, lo que no significa, por supuesto, que el cannabis sea un medicamento contra la esquizofrenia: ¡lejos de eso!

      En realidad las causas de la esquizofrenia todavía son poco conocidas y sin duda son múltiples (causas genéticas o ambientales). Por ello, resulta tan vano querer designar al cannabis único culpable como querer eximirlo.

      En concreto, más allá de todas estas consideraciones, que pueden evolucionar o ser relativizadas por futuros estudios científicos, las familias deben tener en cuenta sobre todo dos aspectos esenciales: no, el cannabis no vuelve loco a nadie; sí, un joven que presenta accesos delirantes bajo el efecto del hachís debe consultar a un psiquiatra sin demora.

      Lo esencial

      ♦ Hoy en día, el cannabis forma parte del universo de los adolescentes y los adultos jóvenes, y los padres deben tenerlo en cuenta en su actitud.

      ♦ El cannabis es una sustancia psicoactiva, al igual que las demás drogas ilegales, pero también como el alcohol y el tabaco, que son legales. Por lo tanto, el concepto de droga suave no tiene ninguna utilidad; sólo debe considerarse la forma de consumo.

      ♦ La dependencia física es mínima, pero el riesgo es una adicción psíquica y una falta de motivación crónica que perturban toda la vida del adolescente.

      ♦ Es obligado establecer la diferencia entre experimentación, bajo consumo, uso autoterapéutico y toxicomanía.

      Capítulo 2

      ¿Por qué fuman?

      El cannabis es un producto «simpático» objeto de un discurso ambiguo en la sociedad y en las familias. Como sustancia proscrita que permite transgredir las prohibiciones o enfrentarse a los padres, y objeto compartido en un ambiente amistoso entre adolescentes, el cannabis lo tiene todo para gustar a los jóvenes.

      Un fenómeno social y un producto «simpático»

      ¿Cuál es la imagen del fumador de porros hoy en día? Ya no es el melenudo un tanto bobo de los años setenta, ni el rasta al estilo Bob Marley de los ochenta. Un vistazo rápido a la televisión o al cine muestra que las representaciones del fumador de cannabis son bastante positivas: jóvenes ejecutivos dinámicos en pleno éxito social que se lían un peta para relajarse (sus padres fumaban un habano), adolescentes desenvueltos que provocan con graciosa insolencia a las autoridades… Definitivamente, el fumador se sitúa entre los personajes simpáticos y «enrollados» que saben disfrutar de la vida. Subrayemos de paso una hipocresía que no engaña a los jóvenes: las autoridades no caen en el ridículo de perseguir a un productor de cine por «incitación» o «presentación del consumo de un estupefaciente desde un punto de vista favorable», pero envían a policías con perro sabueso a las aulas…

      ¿Cómo explicar que las representaciones del fumador sean tan positivas? Aventuremos algunas hipótesis. En primer lugar, los discursos dominantes mediáticos y culturales son elaborados por una generación de cuarentones y cincuentones más bien burgueses que han conservado la nostalgia por sus años jóvenes de fumetas contestatarios. Si no reniegan de sí mismos, les resulta difícil satanizar un producto por el que conservan cierta ternura, sobre todo si no desdeñan fumarse aún un porrito de vez en cuando… (véase el capítulo 7).

      Además, los valores adolescentes han invadido los discursos comerciales. Un producto consumido por el 50 % de los adolescentes es por fuerza rentable desde el punto de vista del marketing. Por ello, no es raro que la publicidad aproveche los códigos y los símbolos del cannabis para vender yogures o prendas de vestir. Así, nos proponen «colocarnos» con los petit-suisses o nos ofrecen un buen «viaje» con un videojuego…

      El cannabis es objeto de un doble discurso social y familiar: se trata de una sustancia prohibida, pero se encuentra en cualquier esquina; es peligrosa, pero toda la familia se ríe de buena gana cuando el canuto sirve de recurso cómico en el cine o en la televisión.

      Otra contradicción: los padres piden a su hijo adolescente que no fume cannabis pero ellos mismos son esclavos de sus cigarrillos…

      ♦ Sonreír y… descifrar

      Ante la valoración cultural del cannabis, los padres tienen que hallar un discurso coherente sobre el cannabis, dentro de nuestra sociedad, sin transformar el canuto en tema tabú, ya que se harían eco de la hipocresía ambiental con el riesgo de agravar los deseos de transgresión. Deben seguir riéndose de todo con sus hijos adolescentes, incluso del cannabis, pero no de cualquier forma. Basta pensar, por ejemplo, en destacar que se ríen de la broma sobre el costo, pero también de lo ridículo de los personajes atontados por el canuto. Un ridículo que, por otra parte, los autores cómicos pocas veces dejan de subrayar. El intercambio entre padres y adolescentes a partir de las representaciones del cannabis en la televisión, y en general acerca del conjunto de las imágenes presentadas por los medios de comunicación, es un auténtico acto educativo. Se invita al adolescente a descifrar la sociedad, a no ser ni fácil de engañar ni pasivo frente a los mensajes de todo tipo que se dirigen a él (a todos nosotros). En definitiva, se le invita a criticar la sociedad en lugar de transgredir sus prohibiciones.

      ♦ El cannabis, ¿en armonía con la adolescencia?

      Los adolescentes entran en este tipo de contradicciones. Como son muy sensibles a la mentira, rápidamente encuentran en la hipocresía que les rodea una justificación para sus deseos de infringir las reglas.

      La prohibición relativa al cannabis se ve ridiculizada con tanta frecuencia en nuestro universo cultural que el adolescente se deleita fumando con objeto de burlarse también él del mundo entero. En definitiva, el canuto le permite dinamitar una sociedad cuya hipocresía le repugna. Por consiguiente, el cannabis posee todo lo necesario para agradarle.

      Fumar es transgredir, desafiar a la sociedad

      Al tiempo que su cuerpo se transforma y su perímetro social se amplía, el adolescente se descubre capacidades inéditas: iniciativa, seducción, fuerza… Como es natural, intenta averiguar hasta dónde puede llegar. Un adolescente que no se atreve a doblar la esquina y que permanece en caminos trillados se adentra ya en una vía estrecha. El niño se ha conformado con el universo ofrecido por sus padres, pero el adolescente debe salir a descubrir el mundo. Cuando se les pregunta por sus motivaciones, con ocasión de diversas encuestas públicas de salud, los adolescentes responden: «Lo hago para ver de qué va» o «para tener una experiencia». Y ese deseo de ver que, en principio, atestigua una buena salud mental les lleva, como es lógico, a mirar más allá de los límites. Esta curiosidad asociada con la emoción del peligro, una sensación nueva, es uno de los principales resortes de la transgresión durante la adolescencia.

      En su conquista de diversiones, ideas y sensaciones, el adolescente prueba de paso lo que está o no autorizado a hacer: alcohol, cigarrillos, hachís… Todo lo que la sociedad prohíbe a los niños y reserva a los adultos le atrae de modo particular, a él, que se sitúa entre ambas categorías.

      ♦ Transgresión valorada

      A los jóvenes se les ofrecen diversas vías de transgresión: el absentismo escolar, el robo en el supermercado, los riesgos físicos, el sexo… Pero la mayoría de los adolescentes no son idiotas y evitan perjudicarse de modo demasiado grave.

      Así, el hecho de ser expulsados del instituto, acabar en comisaría o hacerse daño no les atrae mucho. ¿Y el sexo? En realidad, hoy en día ya no es ninguna transgresión… En cambio, el cannabis – y el alcohol— les ofrece perspectivas más interesantes. Estas sustancias no son demasiado peligrosas, al menos eso creen ellos, pero resultan lo bastante


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