Las Inmortalidades. Guido Pagliarino
por sus amos. Los tres habÃan sido despedazados horriblemente, pero mientras que los sirvientes estaban irremediablemente muertos, Villon se reconstituyó poco a poco hasta reaparecer incólume. Entretanto los delincuentes, con sus animales, habÃan empezado a explorar las demás habitaciones de la casa, con la probable intención de robar en ella. El propietario, armado con dos escopetas y dos pistolas que guardaba en un armario junto a la entrada, preso de una ira como no habÃa sentido en toda su larguÃsima existencia, mató en primer lugar a los tres dobermann que, habiendo advertido su olor, habÃan dejado a sus amos y corrÃan gruñendo hacia él para atacarle. Luego, ya ciego de rabia, llegando hasta los agresores, Villon habÃa asesinado a cuatro, uno tras otro. Los otros seis decidieron huir después de esto. Al reconocer el juez instructor la legÃtima defensa, Villon no habÃa sido condenado, mientras que los delincuentes sobrevivientes habÃan sido arrestados, juzgados y condenados. Sin embargo la impresión general ya era muy hostil a los inmortales. Asà que los medios, recogiendo y exprimiendo esa profunda aversión, habÃan presentado el episodio arrojando sospechas sobre Villon. Bajo una fuerte presión popular, apoyada por los propios medios, los lÃderes estatales habÃan decidido por fin la promulgación de una ley que autorizaba la concentración de todos los eternos en un lugar aislado. Esta norma, promulgada con un decreto del gobierno aprobado casi inmediatamente por el Parlamento, se habÃa aplicado de inmediato. Los eternos, al ser todos conocidos por la autoridad gracias al censo anterior, habÃan sido capturados uno a uno por fuerzas de la policÃa de paisano, que se les habÃan acercado individualmente con diversos pretextos o estratagemas: los policÃas les habÃan esposado firmemente y llevado a la cárcel, donde habÃan permanecido recluidos encadenados. Cuando fueron capturados los 1003 inmortales, sin que faltara ninguno, fueron transportados todos juntos, en realidad con todo el respeto posible y aprovechando las comodidades de abordo, sobre un gran hidroplano transoceánico y habÃan sido desembarcados y recluidos para siempre sobre el atolón coralino de Rapa Nui, más conocido como la Isla de Pascua, situado en el centro del PacÃfico, muy lejos de cualquier otra tierra, a más de 3.600 kilómetros al oeste de la costa de Chile y a 2.075 al este de las cuatro islas volcánicas del archipiélago Pitcairn, situado en el PacÃfico meridional. Sin embargo se habÃa concedido a los exiliados constituir sobre la isla su propio estado independiente. La comunidad serÃa completamente autosuficiente gracias a los nuevos recursos de esa isla, antes poco hospitalaria, que habÃa sido preparados por adelantado por el Estado mundial con los métodos fertilizantes más modernos y además debido a los aparatos y cyborgs para el cultivo y la producción industrial que la misma autoridad habÃa proporcionado a los exiliados. La supervivencia de los eternos también estaba garantizada por su número limitado y por el hecho de que eran estériles. En cuando a los poquÃsimos exponentes de la población nativa de Rapa Nui, no se les habÃa consentido permanecer allà y se les habÃa obligado a mudarse a la mayor de las islas Pitcairn, deshabitada desde hacÃa tiempo, también con altas indemnizaciones, pagadas en especie, que les habÃa asignado el Estado. Inmediatamente después del desembarco de los exiliados se habÃa colocado en torno y por encima de toda la isla un campo de fuerza, impenetrable materialmente, que impedÃa tanto a los eternos abandonar la isla como a los mortales acceder a ella. En particular, los ya difundidos aparatos del sistema Radiotransporte Instantáneo de Seres Vivientes, inventado una decena de años antes por los ingenieros Green y Berusci, capaz de radiotransportar seres humanos, animales y cosas, no se podÃa utilizar ni para entrar ni para salir, sin contar que, evidentemente, no se le habÃa proporcionado a los deportados, igual que no se les habÃa proporcionado embarcaciones ni medios aéreos.
Con el paso del tiempo, el mundo se habÃa olvidado de la existencia de los inmortales.
HabÃan sido las mismas autoridades las que habÃan ordenado ese olvido, eliminando de las memorias electrónicas cualquier noticia sobre ellos. Para la historia oficial, no habÃan existido nunca. Pero si durante un largo periodo ninguno habÃa oÃdo hablar nunca de esos 1003 eternos, el futuro sin embargo tenÃa guardado para ellos una reaparición clamorosa, la fama y⦠algo más. Pero hasta el nuevo advenimiento esencial, tendrÃa que producirse un acontecimiento cuya causa desencadenante estarÃa en la Tierra, pero sus consecuencias tendrÃan origen muy lejos de nuestro planeta.
Otto Bauer, quincuagenario catedrático de AstrofÃsica Posteinsteiniana en la Universidad Libre de BerlÃn (Freie Universität Berlin antes del triunfo de la lengua anglomundial y la desaparición de las lenguas nacionales), además de director del Ente de Investigación de la Vida Extraterrestre estaba a punto de acabar su lección:
â⦠y como ya sabéis por mi colega de TeorÃa de la Investigación y es aceptado comúnmente desde hace más quinientos años, ya en el siglo XX el filósofo de la ciencia Karl Raimund Popper habÃa establecido que toda teorÃa, para poder definirse como cientÃfica, debÃa poder ser falsada. AsÃ, por ejemplo, el psicoanálisis era filosófico pero no cientÃfico, porque el concepto de inconsciente, por definición, no es experimental y por tanto no se puede falsar cientÃficamente. Por el contrario, la hipótesis cosmológica geocéntrica era indudablemente cientÃfica, porque habÃa podido falsarse con certeza por Isaac Newton. A su vez, la teorÃa newtoniana era cientÃfica porque se reducÃa a un simple caso particular de la más amplia teorÃa einsteiniana y también esta última era cientÃfica en cuanto, y esto es lo que nos interesa en definitiva, fue refutada parcialmente por el Grupo Post-einsteniano de la Universidad de TurÃn, que, gracias al descubrimiento de las ondas ultrafotónicas, demostró en 2515, hace exactamente dos años, la posibilidad de superar, en teorÃa infinitamente, la velocidad de la luz. Y es también sobre la base de este descubrimiento de que gracias a las ondas ultrafotónicas acortamos enormemente los tiempos de las comunicaciones interestelares como espero poder contactar finalmente con una civilización alienÃgena.
Sonó el timbre de fin de la clase.
âNos vemos el próximo dÃa âhabÃa dicho el prof a modo de despedida y levantándose se habÃa dirigido a grandes pasos a su estudio.
Durante casi toda la hora habÃa estado nervioso porque, poco después de empezar la lección, su ayudante principal le habÃa advertido que habÃa llegado un mensaje de la Comisión de Financiación: casi seguro que era la decisión que esperaba desde hacÃa meses.
â¡Maldita sea!
Se habÃa oÃdo al docente en toda la planta:
â¡Burros fanáticos! ¡Esas ratas de sacristÃa, esos psÃquicos subdesarrollados creen que pueden mandar al diablo nuestra investigación! âBauer, cuyo rostro hacÃa un momento estaba completamente encarnado por la excitación, habÃa empalidecido después de acabar de leer el breve mensaje, luego se quedó sin palabras durante unos segundos, con la perilla leonada que le temblaba sobre el agudo mentón, y finalmente habÃa explotado. Le resultaban inconcebibles tanto la repuesta como la motivación: ¡además con letras mayúsculas, como para ofenderle!
Se rechaza la solicitud de fondos porque
EL PROYECTO ES MANIFIESTAMENTE ILÃGICO.
Fdo. El Presidente de la Comisión
- Prof. Dra. Marisa Zanti -
âYo la mato, a esa imbécil âhabÃa expresado entonces el desilusionado catedrático, desplomando su corpachón sobre la butaca de su mesa, siempre con la larga perilla temblando sobre su barbilla.
Su ayudante principal, dándose cuenta en ese momento, por su recuerdo de tantas otras crisis nerviosas de ese hombre irascible, de que la escasez de aire en los pulmones le habrÃa impedido que la