Las Investigaciones De Juan Marcos, Ciudadano Romano. Guido Pagliarino
año 793,14 estos habÃan decidido, de buena fe, «para honrar al Señor», matar a «Saulo el Hereje». Advertido a tiempo por sus amigos habÃa huido con su ayuda haciéndose bajar por la noche en una cesta de las murallas de la ciudad. Se habÃa refugiado en Jerusalén, en la casa de una hermana casada con la cual habÃa vivido cuando habÃa enviudado, antes del viaje a Damasco. Luego se habÃa dirigido a casa de Marcos, donde, como sabÃa desde antes de conocer a AnanÃas, vivÃan los dirigentes de la Iglesia: no tenÃa más que una carta que le recomendaba como muy buen y fiel cristiano. HabÃa ofrecido su obra de evangelizador al jefe de los apóstoles, Pedro, y a Jacobo Bar Alfeo, que se habÃa afianzado como el principal en la dirección de los cristianos de Jerusalén, siendo a menudo el primero en ir a otros lugares de Palestina y a la ciudad de AntioquÃa de Siria. A pesar de la recomendación del buen AnanÃas, Saulo habÃa encontrado mucha desconfianza: su referente era conocido por los directores de la Iglesia, pero la carta podÃa haber sido falsa. Solo Bernabé se habÃa mostrado convencido y habÃa intercedido con vigor, consiguiendo hacer desaparecer el recelo de los demás. Al hablar bien en griego, Saulo habÃa empezado a predicar la nueva de la resurrección de Jesucristo en los lugares de más tránsito, delante del templo, a aquellos judÃos helenistas que tenÃan como único idioma esa lengua. Sin embargo, no tuvo éxito. Peor aún, suscitó en ellos tal hostilidad que también ellos, como los hebreos de Damasco, trataron de matarlo. No lo consiguieron porque el apóstol, por un contratiempo, no habÃa pasado ese dÃa por la calle en la que, ocultos, le esperaban armados. Sin embargo, algún hermano en la fe habÃa oÃdo noticias del fallido atentado y habÃa advertido a Pedro. Asà que Saulo habÃa sido conducido en secreto, por Bernabé y par de personas más en función de escolta, a Cesarea MarÃtima y de ahà embarcado a su ciudad natal, Tarso. Allà habÃa permanecido durante cuatro años evangelizando, primero a los hebreos en la sinagoga y luego a los gentiles. Como todos sabÃan en la ciudad que era ciudadano romano, se habÃa mantenido relativamente seguro: por lo menos aquà nadie habÃa tratado de matarlo. Algunos convertidos por Saulo, trasladados a Roma, habÃan llevado allà el cristianismo, incluso antes de que llegara Pedro años después.
En el 798,15 Bernabé se habÃa reunido con Saulo en Tarso y habÃa partido con él de vuelta a AntioquÃa, cuya comunidad de seguidores de Jesús, ya conocida comúnmente como «los cristianos», coordinaba por encargo de Pedro.
CapÃtulo VI
HabÃan pasado diecisiete años desde la muerte del padre de Marcos y quince desde el nacimiento de la Iglesia y al emperador Tiberio le habÃan sucedido en el trono de Roma el mucho más abominable CalÃgula y su tÃo Claudio.
El deseo del joven de hacer justicia con el asesino de su padre, muy vivo en los primeros tiempos, se habÃa atenuado poco a poco en el tiempo, que, aunque no induce al olvido de los seres queridos muertos, deja en cierto momento que los recuerdos afloren solo de vez en cuando y de forma atenuada. Fue entonces cuando inesperadamente, hacia el final del año 798,16 Marcos habÃa tenido el inquietante sueño del padre que salÃa de la fosa y le exhortaba a visitar su tumba y a buscar a quien le hubiera matado: ese sueño habÃa sido tan real como para inducirle a considerarlo una visión enviada por Dios. El dolor por la pérdida del padre se habÃa vuelto tan intenso casi como el dÃa en el que habÃa llegado la carta de Bernabé con la funesta noticia.
En la Biblia y en la tradición oral judÃa, el sueño, cualquier sueño, tiene una gran importancia: induce a ver la realidad bajo una luz más clara, revelando cosas que durante la vigilia aparecen en la penumbra o quedan encubiertas. Pero mucho más importante es el sueño en el que hablan, a veces visibles y a veces no, personajes angélicos o personas difuntas, todos considerados mensajeros de Dios: desde el sueño de Jacob de la escalera que unÃa Cielo y Tierra transitada por ángeles al profético de su hijo José, a los también proféticos de Daniel, hasta aquellos modernos de José, padre putativo de Jesús y otros seguidores del Nazareno, entre los cuales estaba Saulo Pablo de Tarso. Los acontecimientos antiguos y los nuevos, la espera del MesÃas y su venida estaban ligados por ese hilo onÃrico que, por otro lado, en la vida cotidiana, conectaba, según el sentir general, la dura realidad terrena con la eterna Fiesta celestial, manifestando enseñanzas y desvelando voluntades divinas para las cosas cotidianas.
Asà Marcos, convencido de que el padre le habÃa hablado realmente por orden de Cristo, aunque no llegando a pedir el bautismo a su suegro ni a privarse de sus bienes como los cristianos, habÃa empezado a trabajar con Pedro como secretario y, conociendo bien el griego y el latÃn, como intérprete y escriba.
Un par de semanas después del sueño se habÃa producido otro hecho extraordinario que Marcos habÃa considerado como anunciado por su visión onÃrica. Acababa de empezar el año nuevo, siempre bajo el reinado del emperador Claudio, cuando habÃa llegado una carta de Bernabé en la que el apóstol anunciaba su llegada junto a Saulo: vendrÃa con dos carros con vituallas provenientes de una colecta en especie realizada en AntioquÃa en ayuda de la Iglesia madre, que en ese momento tenÃa grandes necesidades debido a una carestÃa general en todo el imperio y particularmente grave en Jerusalén, donde los alimentos en venta eran muy escasos. Manifestaba además la intención de emprender con Saulo una gira misionera que pasarÃa por diversas ciudades y la esperanza de que el primo Marcos, de quien conocÃa sus capacidades prácticas, les siguiese a AntioquÃa y de allà los acompañase en el viaje como ayudante administrativo.
Pedro habÃa llamado a su yerno y le habÃa dicho:
âHijo mÃo, ¿entones me privarás de tu ayuda?
â¿He hecho algo mal? âSe habÃa preocupado Marcos.
âNo, todo lo contrario. En hecho es que Bernabé hará con Saulo una gira de evangelización en muchas ciudades, entre ellas Perga, donde está sepultado tu padreâ¦
â⦠¿Perga?
âBueno, sÃ, y tu primo quiere que le acompañes junto a Saulo como secretario y administrador y tendrÃas la posibilidad de visitar la tumba de tu padre âPedro no conocÃa el sueño de Marcos porque su yerno se lo habÃa reservado para sà y, por tanto, considerando la gran fatiga y los graves peligros del viaje y temiendo que fuera reacio a aceptar, estaba tratando de convencerlo.
Marcos, con el corazón agitado por la emoción, habÃa entendido por el contrario la invitación de Bernabé como una señal del Cielo, en sintonÃa absoluta con lo que ahora se revelaba como una profecÃa. AsÃ, con enorme pasión, habÃa aceptado de inmediato.
âAh, no, ¿eh? âhabÃa escuchado sin embargo a su madre, cuando esta habÃa sabido su próxima partidaâ: ¡Es un viaje lleno de peligros! Sabes muy bien que no me hace ninguna gracia que des vueltas por el mundo: ¿no te basta con lo que le sucedió a tu padre?
âDeberé visitar también el sepulcro antes o después, ¿no te parece? âle habÃa respondido Marcos con tono severoâ. ¿Qué hijo serÃa si lo ignorara toda la vida? Y además deberÃas saber bien que Cristo no quiere cobardes. Mamá, deja de entrometerte.
La mujer habÃa inclinado la cabeza.
CapÃtulo VII
La nave, que habÃa zarpado de Seleucia, cerca de Antioquia, hacia la isla de Chipre, provincia senatorial romana, después de 155 millas de fácil navegación gracias a las corrientes normalmente débiles en esa zona del mar, habÃa atracado en el puerto de Salamina, primera etapa del viaje misionero. Bernabé, Saulo y Marcos se habÃan alojado en casa de un hermano en la fe, miembro de la pequeña comunidad cristiana en