Las Sombras. Maria Acosta
section>
MarÃa Acosta
Las sombras
Secretos del pasado
Este libro es una obra ficticia. Nombres, personajes, organizaciones y lugares son fruto de la imaginación de la autora. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
LAS SOMBRAS
Copyright © abril 1998 MarÃa Acosta DÃaz
Facebook: https://www.facebook.com/escritoraTraductora/?ref=bookmarks
Blog: https://mariacostadiaz.blogspot.com/
Email: [email protected]
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida mediante cualquier tipo de sistema mecánico y/o electrónico sin la autorización previa del Editor, a excepción del uso de pequeños párrafos con fines publicitarios o de reseñas.
Primer volumen de la serie
Klauss-Hassan
Agradezco a mis padres, Manolo y Chenta, que ya no están conmigo, el apoyo que me han dado en todos estos años, a mi hija MarÃa, que tantas tonterÃas y locuras me ha aguantado, a su marido Nico, que soporta a una suegra un poco locuela con paciencia. A todos ellos gracias por todo el apoyo que me han dado en los momentos difÃciles.
A ellos va dedicado este primer libro de las aventuras de Klauss-Hassan, de su compinche Francesco dalla Vitta y de sus enemigos Carla, la veneciana, y sus amigos.
Prólogo
-Bien, ahora que todo ha terminado cuéntenme detalladamente cómo fueron capaces de meterse en semejante lÃo âdijo el comisario Soler
Antes de responder medité cuidadosamente qué es lo que le iba a decir y cómo, no era nada fácil explicar la historia de las sombras y las consecuencias de aquella aventura que habÃa comenzado con una broma de borrachos. Resultaba difÃcil ordenar las ideas, sobre todo teniendo en cuenta que eran casi las cinco de la madrugada y llevábamos más de dos dÃas sin dormir. El comisario Soler era un hombre simpático que nos habÃa llevado a su casa para que pudiéramos descansar pero también era policÃa y querÃa conocer la verdad; viendo que nadie querÃa hablar desapareció durante unos instantes, se oÃan ruidos en la cocina. Encendà un cigarrillo a pesar de la garganta seca y la boca pastosa. Cuando al fin regresó lo hizo trayendo una bandeja con café para todos y una serie de recortes de periódico:
-Esto nos ayudará a reconstruir toda la historia-dijo mostrándonos una noticia fechada dos meses atrás.
SE CUMPLE UN MES DE LA MISTERIOSA DESAPARICIÃN DE CUATRO JÃVENES EN MADRID
Madrid, 24 de julio.- La policÃa sigue buscando a los cuatro jóvenes que desaparecieron hace cuatro semanas en el madrileño barrio de Chueca; al menos allà fueron vistos por última vez. La policÃa ha facilitado una descripción de ellos basada en la información dada por los vecinos y amigos de los jóvenes; todo aquél que pueda ayudar en la aclaración del caso debe llamar al siguiente número de teléfono 743-78-25 de Madrid o bien a la comisarÃa más cercana:
Teresa GarcÃa Olavide, 20 años; 1,75 de estatura, morena, vestÃa en el momento de la desaparición pantalón vaquero recto, camiseta azul marino y cazadora vaquera con ribetes rojos en mangas y cuello.
SofÃa Castro Souto, 22 años; 1,75 de estatura, morena, vestÃa pantalón vaquero ajustado, camiseta blanca con dibujo en negro del grupo musical AC-DC y cazadora vaquera.
LuÃs Barros Sánchez, 23 años; 1,80 de estatura, moreno, vestÃa pantalón vaquero de color negro, camisa a rayas rojas y blancas y cazadora vaquera negra.
Ricardo GarcÃa Olavide, 22 años; 1,75 de estatura, moreno, vestÃa pantalón vaquero ajustado blanco con rayas azules, camiseta roja y cazadora vaquera.
Todos calzaban zapatillas de deporte y tenÃan el pelo corto.
La noche de San Juan
Lo Ãbamos a pasar en grande. Los tres últimos dÃas habÃamos estado ocupados organizando la Noche de San Juan; todos los años celebrábamos esta fiesta. Como nuestra economÃa no era demasiado boyante decidimos hacer una colecta; SofÃa se ofreció a comprar todo lo necesario. Por la tarde irÃamos a casa de Teresa donde nos encontrarÃamos con Ricardo, Paul e Irene. Era mediodÃa, habÃamos metido todo en una bolsa de deportes y salimos a tomar unas cañas por el barrio antes de la comida; telefoneamos a unos amigos ya que habÃan dicho que, probablemente, llevarÃan sardinas para asar. No estaban en ese momento asà que nos dirigimos a la Plaza del Dos de Mayo, rulamos casi una hora de bar en bar; volvimos a llamarles y esta vez contestó Carlos:
-¿Vais a venir esta noche? Vaya, lo siento; bueno, si os animáis estaremos en la Plaza de Lara. Hemos comprado cuatro litros. Si no aparecéis os llamaré la próxima semana; hasta luego.
-¿Qué han dicho, LuÃs? ¿No van a ir? âpreguntó SofÃa.
-No, Arturo se ha puesto malÃsimo; ya sabes como es: ayer salieron de marcha y hoy tiene una resaca tamaño king size. Me han dicho que si ven que mejora quizás se acerquen pero no es seguro.
-Bueno, vamos a comer, luego podemos salir a tomar unas copas para que el cuerpo se vaya acostumbrando a la marcha.
Volvimos a casa. Estábamos poniendo el mantel cuando llamaron al timbre: era Eduardo que venÃa a ver a SofÃa por no sé qué historias de una reunión que tenÃan la próxima semana. Esta chica no paraba; siempre de aquà para allá asistiendo a mesas redondas y conferencias convocadas por asociaciones que no conocÃa nadie. Ella disfrutaba como una loca. Le abrà la puerta:
-¿Está SofÃa?
-Pasa, Ãbamos a comer.
-Pondré otro plato; esta noche vamos a saltar la hoguera y beber queimada, ¿te apuntas?
-No lo sé, puede âcontestó Eduardo âtengo que hacer unas cuantas visitas esta tarde y no tengo ni idea cuándo terminaré.
-¡Bueno, sÃ! ¡Hasta las cuatro de la madrugada vas a andar de reuniones! ¡No fastidies!
Allá tú, lo vamos a pasar bomba. A las doce nos plantaremos en la plaza y seguro que hasta las cinco de la madrugada estaremos de jarana. Si te apetece ya sabes lo que tienes que hacer. Vamos a comer.
SofÃa y Eduardo se tiraron lo menos dos horas hablando de solidaridad y revolución, yo intervenÃa de vez en cuando, aún asà alucinaba por un tubo. Según lo habÃamos planeado salimos a beber algo después de que Eduardo se fuese todo espÃdico a una serie de reuniones que le hacÃan moverse de un extremo a otro de Madrid. SerÃan las diez de la noche cuando cogimos el petate y nos dirigimos a casa de Teresa. No estaba todavÃa por lo que nos acercamos al âBotasâ a rocanrrolear un rato. Tomamos un par de birras y metimos cien pelas en la máquina de bolas; SofÃa se puso como una moto jugando. Esta chica es la hostia, parece que hace gimnasia cuando se lÃa con los âflippersâ. Volvimos a casa de Teresa, quizás ya habÃan regresado nuestros amigos. Las ventanas estaban iluminadas y tocamos al timbre para que nos abrieran:
-¿Quién es?
-LuÃs y SofÃa.
-Subid, Paul e Irene aún no han llegado.
La casa en la que entramos es un viejo edificio de Lavapiés al que han reformado por dentro. Ellos viven en el primer piso, lo cual es una suerte sobre todo no habiendo ascensor. La puerta está entornada asà que entramos y cerramos detrás de nosotros; Teresa está en la cocina abriendo una botella de vino y Ricardo está en la sala buscando