Las Sombras. Maria Acosta

Las Sombras - Maria Acosta


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como fuisteis capaces de lanzaros a una aventura tan incierta y peligrosa.

      -La culpa la tuvieron los ácidos –apunta Teresa –yo no lo había comido, lo reservé para más tarde y luego me olvidé de él, me di cuenta de que todo aquello era real por eso mismo.

      Sofía es especialista en meter la pata, de buena nos hemos librado en el bar. Realmente el tío se pasó llamándola heavy de mierda pero luego ella remató la jugada llamándole cabrón y colocándole un mini de cerveza por sombrero. Menos mal que se armó un barullo de mucho cuidado y nos pudimos escaquear antes de que llegase la pasma. Ponemos rumbo a Chueca, siempre a la búsqueda de un bar abierto. Está chapado todo. Luís y Ricardo se paran a mear en una esquina:

      -¡Tanta cerveza y priba es la hostia!

      -¡Mira tronco, allá hay otro tipo igual que nosotros! –dice Ricardo.

      -Es un dibujo en la pared –dice Sofía.

      -¡Que va! Es un tipo –digo yo.

      -No parece que se mueva –observa Luís mirando de reojo.

      -Yo creo que es un dibujo –insiste Sofía.

      -¡Ya está! No podía aguantar más.

      -Ya habéis acabado, ¿no?, vamos a ver aquello de cerca, parece muy real –digo.

      La confusión sobre lo que estamos viendo es debido a que aquel rincón se encuentra mal iluminado y a que nosotros estamos relativamente lejos como para distinguir lo que significa aquella sombra. Curiosos, nos acercamos. Sofía tenía razón, es un dibujo:

      -¡Está chachi dibujado! –dice Luís –desde lejos parece un tío, ¿verdad?

      -Sí, está dabuten, parece que está trepando, ¿no? –dice Ricardo acoplándose a la sombra y colocando manos y piernas en la misma posición que en la pared –desde allá y con esta piedra que tiene delante parecía que estaba meando. ¿Sabes dónde me gustaría estar ahora?

      -No –contesta Luís.

      -En Coruña, en la playa de Riazor. Allí he visto un dibujo como este.

      Nada más pronunciar estas palabras desapareció. No había bebido tanto como para tener visiones y, si ni siquiera me había tomado el ácido, no podía ser una alucinación producida por él. Realmente Ricardo se había volatilizado. El resto de la banda se estaba riendo pues creían que todo era una broma del cachondo de Ricardo:

      -Este tipo está colgado, ahora va y se abre –dice Sofía.

      -Vamos a jugar unos chinos mientras se decide a venir, estará en algún bar; ¿qué nos jugamos? –pregunta Luís.

      -¿Quién paga la próxima ronda si encontramos un sitio abierto?

      -Guay.

      Cuando están a punto de comenzar la tercera partida aparece por la esquina opuesta a la que nos encontramos, tan campante, como si no hubiera ocurrido nada, y yo estoy segura de que hace un momento lo vi esfumarse delante de mis narices:

      -¡Pasa tronco! –grita Luís.

      -¡Eh!

      -¡Joder tío! ¿Dónde te habías metido? –pregunta Sofía mientras le ofrece un cigarrillo de esos sin filtro que fuma ella.

      -Me ha debido pegar un subidón increíble porque cuando me he dado cuenta me encontraba en una tasca gallega que hay cerca de aquí y que no conocía.

      -¿Una tasca gallega? –se extraña Luís.

      -Sí, ¿qué flipe, no?, por allí a la izquierda, la primera calle que cruza.

      -No recuerdo ver ninguna por la zona que me dices –digo yo.

      -Pues yo me acabo de beber un vino allí, además un Ulla, y tenían tapas de cocina, chachi que sí –insiste Ricardo.

      -Pues vamos allá; unos vinitos vendrán de putamadre-dice Sofía impaciente como siempre en estos casos, cuando hay papeo y priba de por medio. Yo no me lo acabo de creer, pero no cuento a nadie mis sospechas. Así que guiados por Ricardo vamos en busca de la taberna:

      -¡Estaba aquí! –dice.

      -Pues ya ves que esto es un solar abandonado –digo yo, casi convencida de que no íbamos a encontrar el lugar donde él había estado hace un momento.

      -Me habré equivocado de calle, a lo mejor es la siguiente…Tampoco. Tengo que dar con el bar, seguro que está por aquí cerca, sólo tardé un par de minutos en llegar a donde estabais vosotros.

      Damos vueltas por las calles próximas pero nada. Ricardo no se lo explica, mi teoría, aunque parezca increíble, es que esa sombra, de alguna manera, es capaz de que la gente viaje en el espacio con sólo desearlo. Los otros no se enteraban de nada con el moco que tenían; al final decidimos ir a dormirla cada uno a su queli quedando para comer al día siguiente en nuestra casa, mañana les contaría lo que había visto y ya con calma investigaríamos lo ocurrido.

      -Me costó trabajo convencerlos, ¿se imagina, comisario?

      -Desde luego.

      -Además esa noche tuve un sueño bien extraño: estaba en mi cama durmiendo, en un momento dado me despertaba pero en un sofá y vestida con una túnica de seda blanca; a mi alrededor se encontraba más gente en el mismo estado que yo, me levanté sorprendida. Vi claridad al fondo de un pasillo que se encontraba a la espalda del sofá en que había aparecido. Lo seguí y me topé con una escalera de caracol que descendía al piso de abajo; aquello parecía un laboratorio, tubos de ensayo y artilugios de todo tipo llenaban la habitación. En una silla estaba doblada perfectamente mi ropa, así que me cambié y salí. Estaba en Riazor, enfrente de mí se encontraba la playa, comencé a caminar y al doblar la esquina me hallé de repente en la plaza de Chueca, en Madrid. Pensé que en lo que había soñado podía estar la clave de lo ocurrido anoche, si dormidos podemos viajar en el tiempo y en el espacio ¿no sería posible que alguien hubiese descubierto un sistema sencillo de trasladarse más allá de lo que se llama comúnmente realidad? Siempre me han interesado cantidad estos temas, ¿a usted no, comisario Soler?

      -La verdad es que mi trabajo no me deja mucho tiempo para soñar. Continúa.

      -Eso es imposible –dice Ricardo –estarías alucinando, tronca.

      -No me comí el tripi, estoy completamente segura: desapareciste por la pared, esta noche os lo mostraré.

      -Bueno, no ocurrirá nada; pero no veo la razón para negarle ese capricho a Teresa –dice Sofía apoyándome, aunque no está, en absoluto, convencida.

      -Vale, te haremos caso pero me da la impresión de que te patinan las neuronas –replica Ricardo.

      Luís no dice nada, está a la expectativa como siempre, es escéptico por naturaleza y no toma partido en ningún caso. Dejamos de hablar del tema y pasamos la tarde jugando al parchís y cosas así. Alrededor de las diez salimos.

      Una sombra nos muestra un asesinato

      Es sábado. La zona está a tope de gente. Nos metemos en un bar a comer unas tapas, parecemos sardinas en lata, en él ya no cabe nadie más y a pesar de todo una pandilla de cinco ha entrado al mismo tiempo que nosotros. Decidimos esperar unas tres horas para hacer el experimento, ahora hay demasiada gente, ya procuraremos no privar demasiado.

      Encontramos a unos cuantos colegas de rule con los que nos bebemos unas litronas, estamos deseando que llegue


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