Las Sombras. Maria Acosta
que les ha sucedido algo! ¡Estarán muertos en un callejón, apuñalados! ¡Pobre ahijado mÃo, pobrecito! ¿Qué dirá su madre?
No pudo continuar, comenzó a llorar e hipar, todo el maquillaje se le estaba descomponiendo, paró un momento, parecÃa que se habÃa tranquilizado pero volvió a la carga, más lloros e hipidos, yo también me estaba poniendo nervioso oyéndola. Abrió su bolso y cogiendo un pañuelo comenzó a retorcerlo mientras lloraba, lloraba; entrecortadamente pidió que le trajesen otra copa de aguardiente, lo hice y ya habÃa decidido pedir una orden de registro para entrar en vuestra casa, asà que en cuanto estuvo en mi poder fuimos allÃ. Encontramos una agenda con direcciones y teléfonos, decidimos utilizarla para localizaros, probablemente alguno de los anotados en ella sabrÃa decirnos dónde encontraros; de esta manera nos enteramos que otras dos personas faltaban de sus casas. Realmente no sabÃa por dónde iniciar mis investigaciones, lo primero era interrogar a la gente del barrio, sacamos pocas cosas en claro pero comenzamos a rastrear vuestras andanzas por la zona Centro. Al cabo de una semana decidà contarle el hecho a un periodista amigo mÃo, tal vez alguien supiese dónde buscaros o puede que vosotros mismos leyerais la noticia. Continúa relatando qué ocurrió, ¿dónde os ocultasteis?
-Ricardo tenÃa razón, debÃamos ser prudentes, a casa no podÃamos ir, nuestras familias querrÃan que pusiésemos el caso en manos de la policÃa, si lo hacÃamos posiblemente nuestras vidas corriesen peligro, intentarÃamos averiguar primero quiénes eran aquellos hombres, asà que a SofÃa se le ocurrió una ideaâ¦
-A ver qué os parece: las sombras nos trasladan al instante en el espacio, volvemos a utilizarlas para ir a otro sitio.
-Pero no sabemos cómo funcionan realmente, ¿hace falta una figura gemela o el que funcione tan sólo depende de los deseos que tenga quien la utilice? âobjetó Ricardo âdaos cuenta que hasta ahora sólo tenemos el hecho de que hay una en La Coruña y otra en Madrid, y que, supuestamente, se corresponden pero ¿son las únicas en España?¿hay otras en algún paÃs distinto al nuestro? ¿si las utilizamos erróneamente nos quedaremos colgados en una cuarta dimensión desconocida?
-La solución la próxima semana en CANAL-R âbromeó SofÃa.
-No es tan disparatado lo que dice como tú piensas âle defendÃ.
-Gracias tronca.
-Lo siento, estaba vacilándote, puede que tengas razón, pero entonces ¿qué haremos?.
-¡Ya sé dónde podemos ir! âexclamé âestoy casi segura que sé dónde hay más sombras: en Venecia.
-¿En Venecia?
-SÃ, el verano pasado estuve allà una temporada con una amiga de la facultad que es veneciana, habÃa muchas; por todas partes, no supo explicarme su significado aunque hubo algo en su actitud, cuando le pregunté por ello, que me hizo sospechar que era un tema que conocÃa a fondo pero del que no querÃa hablar.
-¡Tú alucinas! âreplicó SofÃa.
-Tengo pruebas, unas fotos que hice a algunas de las sombras, se parecen bastante a la de Chueca; podemos esperar a la noche para ir a casa, tomaremos todas las precauciones posibles por si acaso está vigilada.
No tuvimos ningún contratiempo, tenÃa razón: eran iguales a las dos que habÃamos visto. Tanta casualidad nos escamaba a todos, no era probable que alguien las hubiera pintado solamente para ir de Coruña a Madrid, lógico serÃa que hubiese más, desde luego si un sitio tenÃa posibilidades de ser el centro de toda esta historia Venecia contaba con un 99% de ellas. Con fama de ciudad misteriosa desde hace siglos, tenÃa todo a su favor. Asà que volvimos a fundirnos con la sombra y aparecimos en Venecia, la casa de mi amiga estaba cerca del Puente de los Tres Arcos, las ventanas se encontraban iluminadas, golpeé la puerta con un pesado llamador de bronce que tenÃa forma de garra de león. Pasaron unos minutos antes de que oyésemos pasos acercándose a la puerta, se abrió una trampilla desde donde nos miró una cara asombrada:
-¡Teresa! ¿Qué haces aqu�
-Déjame entrar Carla, tenemos que hablar; ¿puedes alojarnos durante unos dÃas?, tal vez puedas ayudarnos, tenemos un problema tremendo.
-Pasad, pasad âdijo Carla al tiempo que abrÃa la pesada puerta âmis padres están en Austria, yo preferà quedarme, tardarán unos veinte dÃas en volver.
-Vamos a sentarnos y a contarte lo que ocurre.
Era increÃble la casa, parecÃa que habÃamos viajado a otra época; era un palacete de esos que aparecen en las pelÃculas, donde seguramente ha ocurrido más de un crimen pasional, envenenamientos, sesiones de magia negra, y vete a saber qué más; eso fue lo que pensé la primera vez que entré en la casa de Carla y ahora, influenciada por todo lo sucedido y de noche, la impresión se acentuó. Nos llevó hasta una pequeña sala situada en el piso superior. PodÃamos confiar en ella asà que se lo contamos todo, no se sorprendió en absoluto por nuestro relato:
-Será mejor que descanséis, mañana intentaré explicaros algunas cosas pero ahora es tarde, mañana hablaremos, tenemos muchos dÃas por delante, nos van a hacer falta; tengo que levantarme temprano, debo ver urgentemente a mi maestro.
-Dinos algo ahora, Carla âsupliqué.
-¡No!â¦no puedoâ¦todavÃa; mañana será mejor. Venid, os llevaré a unas habitaciones donde podréis descansar.
A pesar de que le insistimos no se dejó convencer, nos mostró unas habitaciones cercanas a la salita y nos dejó solos. TenÃa razón; la excitación de estos dÃas no habÃa dejado que nos diésemos cuenta de nuestro cansancio, yo tardé en conciliar el sueño pero LuÃs y SofÃa roncaban a los cinco minutos de dejarlos en la suya. Era una de esas noches en que es imposible dormir por más que se intente, la mente trabaja a doscientos por hora, los pensamientos se suceden con rapidez, se superponen unos a otros, y las más extravagantes teorÃas cobran realidad por unos momentos. Duermes, pero no con profundidad, y cuando te das la vuelta para mirar el reloj, porque crees que tan sólo han pasado unos minutos, te das cuenta que llevas horas inmersa en cavilaciones. Estaba amaneciendo cuando por fin me quedé dormida, sé que fue asà porque soñé lo mismo que la noche en que Ricardo desapareció por primera vez en la sombra. ¡Otra vez aquel extraño laboratorio, aquella gente con lo que parecÃan ser camisones blancos y, sobre todo, aquella casa laberÃntica!. TenÃa que haber una relación, por lo que sé los sueños no suelen repetirse y cuando lo hacen es que hay una poderosa razón para ello. ¿Qué significarÃa: un hecho del pasado, algo que estaba por ocurrir o, lo más inquietante, la realidad de lo que estaba ocurriendo? Eso fue lo que pensé al despertar pero no veÃa cómo podÃa encajar con la muerte del hombre en la playa, aunque también podrÃa ser que no hubiese conexión alguna. Todo era posible, sabÃamos por el momento demasiado poco.
Miré el reloj, eran las nueve de la mañana, Ricardo dormÃa plácidamente aún, me vestà y fui a la habitación de SofÃa, les ocurrÃa lo mismo; aproveché para dar una vuelta por la casa y de paso hablar a solas con Carla. No estaba. Deambulé por aquà y por allá, aquello era enorme, pero ni rastro de mi amiga, debió de salir muy temprano; busqué la cocina, si no me equivocaba se encontraba en la planta baja, a la derecha de la puerta principal habÃa un corredor que conducÃa a ellaâ¦sÃ, era asÃ, ahora me acordaba, no tengo muy buena memoria para estas cosas de los planos de una casa, siempre fui un desastre. Estaba preparando el desayuno cuando me pareció oÃr una voz, salÃ, era SofÃa que me llamaba:
-¡Por aquÃ, a la derecha!
Tardó unos minutos