Los dioses de cada hombre. Jean Shinoda Bolen
sus aspectos en su personalidad consciente.
Las condiciones bajo las cuales nacieron estos dioses varones gobernantes todavía existen como patrones en la vida de muchos hombres. Zeus, Poseidón y Hades tuvieron un padre distante cuya aversión hacia ellos se basaba en el miedo de que su hijo acabara ocupando su lugar, y una madre sin poder alguno, desconsolada por no poder proteger o cuidar a su hijo. Muchos de nosotros hemos tenido familias semejantes. Sin embargo, sea cual fuere la familia de la que procedamos, todos vivimos en un patriarcado que lo que más valora es la adquisición de poder y favorece a los hombres que tienen éxito en alcanzar esta meta. Este patrón, como todos podemos ver, desempeña un significativo papel en la formación de la psicología masculina.
Conocimiento en espiral
Los capítulos sobre Zeus, Poseidón y Hades siguen un patrón espiral: la primera curva de la espiral es conocer al dios y su mitología; la siguiente es el patrón arquetípico, la tercera es ver cómo el dios o el arquetipo influye en la vida de un hombre; los conflictos psicológicos característicos forman la siguiente, y la última es la que hace referencia a la forma como puede que crezca un hombre que viva conforme al patrón de un dios en particular.
Al igual que una composición musical o un poema, la forma espiral es un acorde temático o tema que está presente en cada uno de los movimientos, cada curva se expande y a la vez profundiza en el significado del dios-arquetipo para el lector. En cada giro se vuelve a presentar al mismo dios y en cada repetición su imagen se vuelve a encarnar y se ve en más dimensiones.
La forma espiral invita a trabajar a los dos hemisferios de nuestro cerebro: la comprensión que llega a través del izquierdo procede de nuestra mente lineal, que absorbe información a través de la lógica y de las palabras; el hemisferio derecho está en contacto con las imágenes, las sensaciones, los recuerdos y los sentimientos personales y colectivos, en el tiempo y en la eternidad, a los cuales no les impone ni orden ni lógica. El “¡ajá!” llega cuando se produce una conexión desde el derecho al izquierdo o a la inversa, y de pronto se nos aclara una información; entonces conocemos algo en muchos planos y nos conmueve o afecta eso que ya conocemos.
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