Luke, examina tus sentimientos. Fernando Vidal Fernández

Luke, examina tus sentimientos - Fernando Vidal Fernández


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ecosistema social sería mucho más vivible y fraternal. Si mi abuela ha estado mal, a ella no se le olvida y, cuando te ve, te pregunta por ella. Puede que incluso yo me olvide ya de que mi abuela estaba mal, porque estoy distraído en mil historias. Ella no. No pocas veces me ha pasado que es ella la que me hace darme cuenta de nuevo de algo importante que me está pasando y a lo que no presto atención. Por ejemplo, mi hermana está en un proceso importante de selección laboral. Lo comenté un día con la familia. En el siguiente encuentro familiar, no dudéis de que mi cuñada se va a acordar de lo que conté. Me pregunta por ello para saber cómo ha ido el tema y yo quizá ni siquiera he llamado para preguntar, no tengo información. A veces me quedo apurado porque me doy cuenta de que yo mismo no pregunté. Pero me conmueve que viva tan pendiente, que muestre tanto interés y que nos lleve a tanta gente en su corazón. Para ella, preguntar es una de sus formas de querer. Es fácil hacerlo: para eso no hay que ser ingenioso, sino tener un corazón tan grande como el suyo.

      Nota clave

      ¿Cuánto preguntas cada día a los miembros de tu familia? A tu pareja, a tus hijos, a tus parientes ¿Y sobre qué les preguntas? ¿Estás atento a las cosas importantes que viven y les preguntas por ello? Preguntar es una de las formas más fáciles y expresivas de cariño y solidaridad.

      Parece fácil preguntar, pero no lo es. Pareciera que uno no tiene que saber nada para preguntar. Parece que el que tiene que saber es aquel que tiene que dar respuestas y que para preguntar no haya que saber. Pero una pregunta no es un conjunto vacío: hay que saber hallar cuál es la cuestión. En el tiro al arco la pregunta es el arco y la respuesta, la flecha. Dependiendo de la dirección de la cuestión, la respuesta es mejor o peor. Muchas veces damos demasiadas vueltas a las cosas porque no acertamos a formular la pregunta adecuada.

      A preguntar se aprende. Cuando se interroga sobre algo, uno ha hecho una exploración mental del asunto. Como el minero explora el interior de la tierra abriendo galerías que lleven a la veta del mineral que busca, así se busca la pregunta capaz de llevarnos al centro de la diana.

      Quizá a algunas familias les sea incómodo sentar a todos sus miembros en el salón y decirles: «Vamos a discernir». A menos que uno tenga costumbre de dedicar tiempo a deliberar juntos, lo normal es que se busquen soluciones o caminos aprovechando distintos momentos casuales. Por ejemplo, en las comidas, en los viajes juntos o en charlas con los otros en que aprovechamos para sacar el tema en cuestión.

      No es fácil comenzar a desnudar nuestros sentimientos incluso entre aquellos con quienes compartimos toda la intimidad. Sin embargo, es mucho más fácil comenzar a hacer preguntas. Puede parecer que hacer preguntas nos implica menos, nos compromete menos con la respuesta, resulta más sencillo; pero no es así.

      A preguntar se aprende preguntando. Hay que ir formulando preguntas cada vez más profundas que vayan a la raíz de la cuestión. Es algo que se puede entrenar en situaciones que no nos impliquen emocionalmente, sino que son más externas.

      Preguntas sobre Star Wars

      Proponemos un ejercicio para realizar con los hijos cuando se vea Star Wars:

      • ¿Qué preguntas tenía que haberle hecho Luke a su padre Darth Vader?

      • Si tú hubieras sido Yoda en el Consejo Jedi, ¿qué le habrías preguntado al joven Anakin?

      • ¿Qué crees que quiere preguntarle la princesa Leia a su hijo Ben Solo (Kylo Ren)?

      Las preguntas nos permiten enfocar nuestra mirada. Cambian nuestra visión sobre la realidad porque el objetivo de nuestra «cámara» se dirige a una u otra parte de la realidad, se fija en un detalle o nos da el encuadre en que se sitúa. La calidad de nuestro discernimiento reside en la profundidad y precisión de nuestras preguntas.

      Las preguntas reflejan cómo miramos y sentimos, en qué nos fijamos y qué es importante para nosotros. Alguien que siempre se pregunta por quién sufre más en una determinada situación o quién queda más vulnerable ante determinada decisión manifiesta que ha hecho una opción por sentir con los pobres. Cuando la vida de una persona no nos suscita preguntas, esa relación está muy apagada.

      Preguntar no es un ejercicio individual, sino que unas preguntas llevan a otras o suscitan otras. Pensar juntos los interrogantes es mucho más rico que hacerlo cada uno por su cuenta. Preguntar es una forma pacífica e indirecta de decirnos cosas que a veces no es cómodo plantearnos a bocajarro. Es indicar al otro una verdad dejándole un área de respeto y libertad.

      Los consejos apenas ayudan si el otro no lo busca, no los ha pedido con una pregunta. Cuando uno está con otra persona a quien quiere ayudar, lo mejor es que se lleve un buen interrogante. Los consejos son como lluvia que cae a menos que el otro se haya hecho una pregunta que los busque. Por eso, para ayudar al discernimiento de otra persona, lo que más ayuda es hacer las mejores preguntas. Los mejores consejos siempre tienen forma de pregunta.

      2. Un ejercicio práctico: ¿qué necesitamos que nos pregunten?

      Comenzamos por la primera parte del ejercicio. Toma un papel y lápiz o escribe en la aplicación de notas de tu móvil. Escribe los nombres de quienes viven contigo. Piensa en un día cualquiera y escribe cuáles son las preguntas que sueles hacerles. Por ejemplo, tal día como hoy, normalmente, ¿qué les sueles preguntar? Tras el nombre de cada uno formula aproximadamente cómo sueles hacerle la pregunta.

      Por ejemplo:

      • Mi mujer: «¿Qué tal hoy en el trabajo? ¿Qué tal los compañeros? ¿Qué tal la familia (sus padres y hermanos)?».

      • Mi hijo: «¿Qué tal en el colegio hoy? ¿Alguna novedad?».

      • Mi hija: «¿Tienes exámenes? ¿Tienes alguna nota?».

      Piensa ahora sobre el tipo de pregunta que haces.

      • ¿Son siempre las mismas o varías los focos de interés?

      • Al preguntar a tu hija por exámenes, ¿no estás creando una perspectiva demasiado suspicaz o vigilante? ¿No sería mejor poner el foco de atención sobre otros valores o procesos?

      • ¿Qué es lo más importante sobre lo que se deberías preguntar cada día?

      • Quizá la conclusión es que no hay una pauta fija para preguntar. ¿Es porque cada día preguntas cosas distintas o porque no preguntas por nada?

      Ahora viene la segunda parte del ejercicio. Pon de nuevo los nombres de los miembros de tu hogar. ¿Qué es lo que cada uno suele preguntarte cada día? Quizá no recuerdes que te pregunten nada, así que vamos a ampliar el foco: escribe qué tipo de preguntas te suelen hacer cada semana o alguna vez. A veces nos resultará decepcionante darnos cuenta de que nos preguntan muy pocas cosas.

      Para eso está la tercera parte del ejercicio, que se hace individualmente, en pareja y con el resto de la familia. Las preguntas clave son: ¿sobre qué te gustaría normalmente que te preguntaran? ¿Sobre qué te gustaría que te preguntaran alguna vez? ¿Sobre qué no te preguntan nunca?

      Escríbelo en un papel. Luego mira de frente a cada uno de los miembros de la familia y hazte personalizadamente la siguiente pregunta: ¿sobre qué cuestión no suelo preguntar y creo que para el otro es importante que yo le pregunte? ¿Y sobre qué cuestión no me suele preguntar esa persona y es importante que me pregunte?

      Es muy interesante ahora leer juntos lo que hemos escrito. Este ejercicio es muy útil si no lo hacemos con actitud de reproche, sino con ese espíritu de las preguntas. Nos ayuda mucho a conocer por dónde crecer juntos. Y es muy fácil de incorporar a la vida cotidiana.

      3. El arte de preguntar

      Preguntar tiene mucho de arte: uno hace una primera formulación, pero luego tiene que ir afinándola. ¿Son los conceptos claros? ¿Puede ser ambigua? ¿Va al fondo de la cuestión? Poco a poco, como quien tiene un trozo de barro en las manos, va dándole forma hasta que se convierte en un buen tiro al centro de


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