Arte y arqueología en el altiplano central de México. María Teresa Uriarte
haber tenido otros propósitos, tuvo una evolución convergente con esta longeva tradición de pensamiento político que está atenta a las características del pasado remoto para formular ideas sobre el presente.
Este libro de María Teresa Uriarte propone una serie de interpretaciones sobre el arte de los pueblos del altiplano central. Toma una parte de la tradición, pero también articula una crítica de la misma. Al mismo tiempo, incorpora a la reflexión una variedad de monumentos arqueológicos de hallazgo reciente. Desarrolla interpretaciones y explicaciones sobre los mismos, haciendo énfasis en algunos de ellos —sobre todo en la medida en que han sido objeto de debate académico en otras disciplinas, como la propia arqueología. Ante todo, se aboca a establecer el sentido de las formas y los símbolos en un espacio social que tenía, en tiempos antiguos, características que generalmente han permitido una reflexión enriquecida sobre los espacios sociales. este ejercicio de analogía se somete aquí al rigor de la investigación especializada, que obliga a ver el arte antiguo en sus propios términos.
Al participar en esta coedición, el Instituto de Investigaciones Estéticas refrenda su compromiso con el estudio del pasado antiguo de México, que es una de las líneas de investigación que le dieron origen.
Mesoamérica
Dotar de significado a un nombre o darle nombre a un conjunto de conceptos no ha sido nunca una tarea fácil. El término Mesoamérica ha sido usado para referirnos a un área cultural cuya delimitación es una invención, ya que no existe en la realidad física. Este término fue acuñado por Paul Kirchhoff en 1943. Mesoamérica ha sido desde su origen una noción útil que nos permite a quienes estudiamos el mundo prehispánico referirnos a ese territorio y a esta idea de forma directa y unívoca.
A lo largo de los años fueron diversos los intentos por definir sus áreas culturales y su cronología. Kirchhoff propuso una terminología que en el transcurso del tiempo se ha convertido en un conocimiento aceptado y común; sin embargo, resulta evidente que el término no puede emplearse para señalar un conjunto de regiones porque en ninguna de éstas hubo a lo largo del tiempo una cultura homogénea. Tampoco es posible establecer una línea de tiempo fija porque los mismos límites de Mesoamérica son diferentes de acuerdo con la época que se estudie.
Eduardo Matos Moctezuma hizo una excelente recopilación del material referente a Mesoamérica en la obra coordinada por Linda Manzanilla y Leonardo López Luján.1 Su enfoque está centrado en la arqueología y quien quiera consultar un texto fundamental para el tema debe buscarlo. Mi texto se centra en la historia del arte y por ello su perspectiva es complementaria.
Matos considera que hubo tres etapas en la historia mesoamericana, una de las cuales es la de los cazadores-recolectores, otra la de las sociedades agrícolas igualitarias y la tercera la de sociedades agrícolas-militaristas estatales.2 Sin embargo, la periodización más utilizada se concibió con un criterio evolucionista que va del periodo Arcaico, pasando por el Preclásico o Formativo, posteriormente el Clásico y en algunas zonas seguido del epiclásico, hasta llegar al Posclásico, periodo anterior a la llegada de los españoles.
Lo que se ha aceptado en general es que el periodo Arcaico comprende las sociedades de cazadores-recolectores que tuvieron un sistema social, económico, político y religioso completamente distinto de lo que encontraremos en los territorios que denominamos Mesoamérica. Me ocuparé más tarde de un somero análisis de la sociedad de cazadores-recolectores y de la evolución de las sociedades mesoamericanas.
La etapa posterior al Arcaico se denomina Formativo o Preclásico (2 500 a. C.- 200 d. C.), ambos conceptos inexactos por diversas razones. La primera porque pareciera que las culturas que florecieron en esta época se están formando o son incipientes, o no tienen un grado de madurez social que corresponda a los parámetros establecidos por nuestra cultura como ideales y por lo tanto clásicos. Me pregunto, sin embargo, si las mascaritas de Arroyo Pesquero, las cabezas colosales o los tronos como el Monumento 4 de La venta, o las pinturas de San Bartolo, por mencionar sólo algunos ejemplos, son una etapa embrionaria en relación con una máscara, con una escultura monumental o con la pintura teotihuacanas. ¿Cómo clasificar dentro de una etapa formativa a los incontables objetos de jade olmecas?
Otro ejemplo ilustrativo de lo que puede ser una definición inexacta son las esculturas en barro de occidente, pues se agrupan en una región y no se hace una distinción cronológica en la cultura, pero en el área de occidente coexisten en realidad varias culturas, además de que el periodo de existencia de manifestaciones culturales prácticamente idénticas abarca desde el año 1800 a. C. hasta el 600 d. C. aproximadamente, o sea, desde el Formativo temprano hasta el Clásico tardío, con lo cual la división cronológica es inútil. no obstante, los antecedentes que surgieron para tratar de definir las culturas y la cronología de esta área, respecto a la denominación de Kirchhoff, tienen otras deficiencias y en la actualidad, para quienes estudiamos el pasado precolombino de México y Centroamérica, es más fácil usar como referencia las denominaciones de Kirchhoff, al menos hasta que tengamos alguna nueva que nos sirva a todos de referente.
El periodo Clásico (200-900) se concibe como la época en la cual las sociedades mesoamericanas llegaron a su punto de perfección en las diferentes zonas. En el altiplano, sin duda Teotihuacán fue la metrópolis por excelencia, el altépetl, la tollan, origen y destino, que tuvo una compleja organización social para la cual no hay definiciones muy claras. Fue un Estado en un sentido laxo, ya que tuvo una organización constreñida a un territorio, con sus leyes, un ejército, o al menos grupos militares- omerciales, es decir, que la producción y distribución de bienes manufacturados y materias primas estuvieron dirigidas centralmente; sin embargo, no conocemos a ciencia cierta cómo fue su organización gubernamental porque, a diferencia de las culturas mayas, no existe la figura de un gobernante, por lo cual se ha propuesto que tal vez tuvo un gobierno colectivo.
En la costa del Golfo surgieron centros como Remojadas y hacia el final del período, El Tajín, mientras que hacia el norte de Veracruz y sur de Tamaulipas se desarrolló la cultura huasteca, que tiene características formales y culturales diferentes de las que prosperaron en otras áreas.
En Oaxaca, centros como Zaachila y Dainzú florecieron en este periodo, pero sin duda el más importante fue Monte Albán, que tuvo importantes relaciones con Teotihuacán. Por su parte, la zona del occidente es conocida por la tradición funeraria de las tumbas de tiro.
La zona maya en este periodo tuvo varios centros importantes que estuvieron en continuas disputas desde el llamado Formativo. Con certeza diversos autores coinciden en que no puede hablarse de lo maya. A su escala, repiten los problemas de comprensión que nos plantea Mesoamérica; tienen rasgos comunes pero no puede hablarse del "pueblo maya", sino de los pueblos mayas, como sucede hasta nuestros días.
La cronología de la zona maya tiene un referente geográfico porque si bien hubo asentamientos humanos en distintas áreas de manera simultánea, se puede afirmar que en el Formativo, es decir, antes de la era cristiana y sus inicios, así como durante el periodo Clásico, las ciudades se desarrollaron fundamentalmente en el sur del territorio, en tanto que a partir del Clásico tardío su presencia está fundamentalmente en la península de Yucatán. Al final de este periodo se abandona el sistema escritural que se había usado hasta entonces y se adoptan modificaciones introducidas tal vez desde el altiplano.
Se sabe que Teotihuacán tuvo una importante presencia en la zona maya, aunque hasta el momento no se ha establecido claramente la naturaleza de tal relación con los mayas. Lo que resulta evidente es que el abandono de la gran metrópoli del altiplano tuvo repercusiones de toda índole en el resto de Mesoamérica y, como veremos, el llamado Epiclásico (600-900 d. C.) es un periodo de gran inestabilidad en todos los aspectos que mencioné.
El llamado Clásico tardío en el área maya y epiclásico en el altiplano central se caracteriza por cambios constantes, con un militarismo creciente que se evidencia