La práctica integral de vida. Ken Wilber
en cualquier situación vital. Imagínese, por ejemplo, una buena mañana mientras se dirige caminando a su oficina…
Cuadrante superior-izquierdo, espacio interior-individual del “yo”: Se siente excitado y un tanto nervioso ante la entrevista que esa mañana le espera y, en su cabeza, no dejan de aparecer pensamientos sobre el mejor modo de prepararla.
Cuadrante inferior-izquierdo, espacio interior-colectivo del “nosotros”: Se adentra en la cultura administrativa habitual de significados, valores y expectativas compartidas en que, de forma tanto explícita como implícita, se halla cotidianamente inmerso.
Figura 5.1 Los cuatro cuadrantes
Cuadrante superior-derecho, espacio exterior-individual del “ello”: Su conducta física es evidente: caminar, dar los buenos días, abrir la puerta, sentarse frente a su escritorio, poner en marcha el ordenador, etcétera. La actividad cerebral, el ritmo cardíaco y la tasa de sudoración van intensificándose en la medida en que se acerca el momento de la entrevista.
Cuadrante inferior-derecho, espacio exterior-colectivo del “ellos”: Ascensores que funcionan con electricidad, generada a miles de kilómetros de distancia, que le llevan hasta el piso en que se encuentra su oficina. Luego camina por el entorno familiar de su oficina, se acerca a su escritorio y conecta con la red de la empresa para enterarse del estado de las ventas en los distintos mercados internacionales.
Figura 5.2 ¿Qué hay en los cuatro cuadrantes?
Como puede ver, los fenómenos aparecen simultáneamente en las cuatro dimensiones. Los cuatro cuadrantes co-emergen (o, dicho más exactamente, “tetra-emergen”) en la experiencia del ahora. Además, la Práctica Integral de Vida ejercita los aspectos de su ser en los cuatro cuadrantes. Se supone que la PIV los apoya teniendo en cuenta a su “yo” individual interior, su “ ello ” individual exterior, su “nosotros” colectivo interior y su “ellos” colectivo exterior, que se hallan presentes instante tras instante.
Siempre es posible que, cuando se compromete con una PIV y con una vida de práctica, se dé cuenta, en algún momento, de que se ha “olvidado” de uno o más cuadrantes de su vida y de que, desentendiéndose del resto, ha centrado exclusivamente su atención sólo en algunos aspectos de la realidad. Pero, en la medida en que va familiarizándose con el marco de referencia integral y éste acaba convirtiéndose en su segunda naturaleza, cada vez reconoce más fácilmente, en toda situación, la presencia de las cuatro dimensiones.
Niveles de conciencia
Éste es el segundo elemento básico del marco de referencia OCON. Afirma la existencia de estructuras de conciencia más o menos elevadas (o más o menos evolucionadas o conscientes) e insiste en que, tanto a nivel individual como colectivo, el ser humano puede desarrollarse hasta niveles superiores siguiendo una secuencia de estadios u olas progresivas del desarrollo.
Ésta es una idea que, para muchas personas, resulta difícil de digerir. Esas personas creen que el hecho de hablar de niveles da pie a la sensación de superioridad o asimilan la noción de “conciencia superior” a uno de los conceptos difusos a los que nos tiene acostumbrados la llamada “nueva era”. Lamentablemente, sin embargo, hay ocasiones en que esas personas tienen razón porque hay quienes, apoyándose en la religión, se empeñan en elevarse altivamente sobre los demás. Y también hay quienes parecen no tener empacho alguno y, utilizando un lenguaje sensiblero y descuidado, hablan de “conciencia superior” y desacreditan la noble y profunda cuestión de despertar al Kosmos.
Si, por otra parte, observamos la evolución, advertiremos millones de pequeños cambios incrementicios que, de vez en cuando, dan lugar al surgimiento de propiedades emergentes que posibilitan la irrupción de algo completamente nuevo (como las células vivas que salpicaron la sopa química primordial o la aparición del arte en los primeros seres humanos). Esto jalona la emergencia de un estadio, nivel u ola del desarrollo completamente nuevo, algo que sucede en todos los cuadrantes, tanto en la evolución física y biológica (ello), como en la evolución socioeconómica (ellos), en la evolución cultural (nosotros) y en la evolución de la conciencia individual (yo). Y el despliegue de esos estadios se atiene a una pauta claramente discernible.
Consideremos ahora la siguiente secuencia:
hacer que papá y mamá le digan lo que tiene que hacer (infancia)
hacer lo que usted y sus amigos del instituto quieren hacer… rebelándose simultáneamente, por cierto, contra papá y mamá (adolescencia)
hacer, en tanto que adulto libre y responsable (madurez), lo que uno considera que está bien
o esta otra secuencia:
esclavitud
segregación
derechos civiles
Figura 5.3 Niveles simples de evolución física y biológica
¿Podemos advertir, en estos ejemplos, una secuencia que vaya de estadios de conciencia menos elevados a estados de conciencia más elevados? ¿Sería acaso posible invertir alguna de estas secuencias?
Insistamos en que hay personas a las que no les gusta hablar de niveles, porque no quieren colocarse por encima de nadie ni tampoco proporcionar excusas para justificar el hecho de desdeñar a los demás. Pero, por más que ésa sea una preocupación muy razonable, siempre hay casos en los que necesitamos establecer juicios sobre niveles de complejidad y de conciencia más o menos elevados. A veces es importante afirmar la superioridad de una determinada postura. ¿Refleja, el odio a los gays, una conciencia superior o una conciencia inferior? ¿Es superior o inferior que una sociedad garantice igualdad de derechos para todos sus ciudadanos? ¿Qué le parece más adecuado, contemplar el mundo en términos polares del tipo y/o (es decir, nosotros contra ellos) o reconocer la verdad relativa que yace en toda perspectiva?
También podemos considerar a la evolución biológica como un ejemplo de niveles (ver Figura 5.3).
Las moléculas, como ilustra esta figura, son “superiores” a los átomos porque los trascienden, al tiempo que los incluyen en su propia configuración. Y, en ese mismo sentido, también podríamos decir que las células trascienden a las moléculas, los organismos trascienden a las células, etcétera, etcétera, etcétera. Cuando un nivel superior trasciende e incluye a un nivel inferior, tiene lugar una emergencia cualitativa, lo que supone la aparición de algo nuevo previamente inexistente. Y ese “algo nuevo” representa un nuevo nivel evolutivo.
Cuando, hace ya miles de millones de años, el Big Bang dio origen al universo, las estrellas, los planetas y las formas vivas no aparecieron plenamente formados, sino que tuvieron que evolucionar hasta la existencia. Todo comenzó con varias formas de energía y partículas subatómicas que empezaron dando origen a los átomos, luego a las moléculas, después a los organismos unicelulares, los organismos pluricelulares, las distintas formas vegetales y animales, los primeros homínidos y finalmente ¡plof! el asombroso ser humano. Y, por más que hombres y mujeres razonables estén en desacuerdo sobre los pormenores concretos de este milagroso proceso, todos coinciden en que el nivel de existencia del organismo humano es más elevado, complejo y consciente que, pongamos por caso, el del átomo de carbono. (Y lo curioso es que, en este sentido, no tenemos que andar con pies de plomo para no dañar los sentimientos del átomo de carbono, porque carece de ellos o, al menos, no se siente ofendido por nuestra